El pueblo español convertido en la pequeña Suiza con residuos radiactivos
El alcalde de la localidad: "Aquí ha habido mucho movimiento de dinero. Ha habido mucho trabajo aquí, pero ahora ves el pueblo y... desierto".
Santa María de Garoña es una pequeña localidad del municipio del Valle de Tobalina, en la provincia de Burgos. Con una población actual de 12 habitantes, su historia está estrechamente ligada a la central nuclear que lleva su nombre, construida en la década de 1960 y que comenzó a operar en 1971. Fue la primera de España y, en su tiempo, una de las más modernas de Europa.
La llegada de la central nuclear supuso un gran cambio para Santa María de Garoña: la población aumentó significativamente tras la apertura La Atómica, como la conocen en el pueblo, y Garoña pasó de ser un pequeño pueblo del rural a un importante centro industrial capaz de generar miles de puestos de trabajo, directos e indirectos.
"Aquí ha habido mucho movimiento de dinero. Ha habido mucho trabajo aquí, pero ahora ves el pueblo y... desierto. Aquí si no hay trabajo, tienes que buscar trabajo fuera", explica Jesús Ángel López de Mendoza, alcalde de Valle de Tobalina, en el último episodio del pódcast Hoy en El País, dedicado a la transformación que ha vivido esta localidad en 40 años.
"Paseando por las calles, llama la atención la cantidad de servicios municipales que existen y lo bien que están las instalaciones para una población de apenas 1000 habitantes. Es una pequeña Suiza", apunta el periodista Daniel Sousa en la narración del pódcast, en la que cuenta que "los presupuestos del ayuntamiento han estado inflados durante años, principalmente por la actividad que la central nuclear generaba, pero la gallina de los huevos de oro ya no va a poner más huevos", añade.
En 2012, la central nuclear de Garoña se cerró después de alcanzar su vida útil de 40 años y proporcionar energía eléctrica a gran parte de España, además de contribuir al desarrollo económico de la comarca. Sin embargo, la central nuclear también estuvo rodeada de la polémica. Grupos ecologistas y antinucleares criticaron su construcción y su mantenimiento, bajo la premisa de que era un peligro para la salud y el medio ambiente.
La central nuclear de Santa María de Garoña se encuentra actualmente en proceso de desmantelamiento. Se espera que los trabajos duren unos 20 años, con un coste de unos 1.500 millones de euros. Después, excepto por el almacén temporal de residuos nucleares que se levanta en el meandro del río Ebro, no quedará rastro de una industria que dio vida a una región apartada del mundanal ruido.
Una vez que se desmantele totalmente la central, Garoña tendrá que encontrar nuevas fuentes de ingresos para su economía. El pueblo cuenta con un rico patrimonio cultural y natural que podría explotarse para el turismo. Con la planta nuclear cerrada, toca adaptarse a un nuevo escenario.