Desarrollo de la primera infancia: ¿lujo o necesidad?
La cada vez más irrevocable evidencia empírica avala que la inversión más productiva en educación es aquella que se enfoca en las primeras etapas del desarrollo, por su impacto a mediano y largo plazo. En esta etapa, el cerebro está en crecimiento, y por ello puede aprovechar al máximo toda la estimulación, nutrientes y conocimientos nuevos que se le ofrezcan.
Foto: EFE
La falta de conocimiento sobre educación temprana (la que damos a los bebés) podría llevarnos a pensar que los programas de nutrición y desarrollo de habilidades para niños y niñas son un lujo que solo está disponible para familias de altos ingresos.
De hecho, si piensan en planes de educación personalizados en los más pequeños, quizás les vengan a la mente programas muy sofisticados de estimulación que se basan en técnicas aparentemente caras, y quizás también duden de su utilidad.
Nada más lejos de la realidad. La cada vez más irrevocable evidencia empírica avala que la inversión más productiva en educación es aquella que se enfoca en las primeras etapas del desarrollo, por su impacto a mediano y largo plazo. En esta etapa, el cerebro está en crecimiento, y por ello puede aprovechar al máximo toda la estimulación, nutrientes y conocimientos nuevos que se le ofrezcan.
Y no nos referimos a programas sofisticados de atención a los niños con juegos que requieren de material didáctico complejo y costoso, así como de personal especializado, sino de las más elementales medidas que contribuyan a garantizar el desarrollo del potencial de los más pequeños. Por ejemplo, poner etiquetas en los objetos para trabajar la vocalización de los niños o usar libros de fotos y/o figuras y canciones que faciliten la adquisición de vocabulario.
Está comprobado que los niños de familias de bajos ingresos son los que tienen más retrasos de desarrollo y son los más vulnerables a los riesgos, presentando deficiencias relacionadas con aspectos cognitivos, lenguaje, desarrollo físico y aspectos socioemocionales. En Colombia, por ejemplo, la brecha socioeconómica en las habilidades de lenguaje receptivo y expresivo de los niños se amplía entre los 14 y los 42 meses.
Los efectos de la ausencia de políticas de desarrollo infantil temprano y atención a la primera infancia no sólo están vinculados al bajo desempeño durante la educación primaria y secundaria (altas tasas de repetición y deserción, bajas tasas de finalización y baja calidad de la educación), sino también a la baja calidad de vida. De hecho, hay evidencia de que las primeras experiencias del niño determinan una amplia gama de aptitudes y comportamientos que dan forma a su futura salud, a su vida en comunidad y a su productividad.
La intervención temprana es una inversión rentable
Los esfuerzos de estimular a los niños con nutrientes, actividades y condiciones psico-afectivas incentivan al cerebro en las diferentes etapas del crecimiento, desde la gestación hasta después del nacimiento, y asientan las bases necesarias para un desarrollo pleno. Además, esta intervención temprana genera ahorros, ya que se necesitarán menos recursos y esfuerzos para corregir las deficiencias que se puedan presentar en la adolescencia o durante su vida productiva activa.
Estos son algunos ejemplos de intervenciones con altos rendimientos:
• Apoyo a la familia: En África y Asia el acceso al agua potable en las zonas rurales puede tener una tasa de beneficio costo de 3 ó 4:1. En Europa y América del Sur, la fortificación de alimentos con hierro y otros micronutrientes puede tener una relación de beneficio-costo de 37: 1. Hay estimaciones en África, Este asiático y Sur-Asia que muestran que la yodación de la sal puede tener una relación de beneficio-costo tan alta como 30:1.
• Salud: la inmunización a través de las vacunas tiene un beneficio de 20:1 y la desparasitación de 6:1
• Atención a la primera infancia: Se estima que los rendimientos de la inversión en la Atención de la Primera Infancia y Educación para los niños desfavorecidos pueden ser tan altos como 17 dólares estadounidenses por cada dólar gastado, indicando que es una de las estrategias más rentables para disminuir las diferencias en la equidad.
Partiendo de este tipo de evidencia, en CAF -Banco de Desarrollo de América Latina- tenemos incorporado el desarrollo de la primera infancia como eje orientador de la agenda educativa. En este sentido, en los últimos años hemos contribuido a proveer insumos básicos (construcción/rehabilitación de infraestructura, dotación de equipamientos) y asistencia técnica (programas de capacitación para docentes, identificación de mejores prácticas) para los países de la región.
La política de estimulación y educación temprana es, por diversas razones, uno de los sectores menos apoyados financieramente en la mayoría de los países. La tendencia generalizada es la contraria: invertir más recursos en niveles educativos más avanzados, es decir, se invierte menos por alumnos en primaria que en secundaria, y menos en secundaria que a nivel terciario o técnico.
El reto de los países latinoamericanos es promover y defender, con la evidencia empírica existente, la importancia de invertir en la educación formal temprana, para que los responsables de las políticas públicas entiendan las ventajas potenciales de este tipo de iniciativas.