Un Giro de Italia camino de Francia
A diferencia de los corredores comunes, Alberto Contador actuó en este Giro como solo pueden hacer los elegidos; aquellos que pasaron a la historia y entraron en el reducido grupo de hombres honorables cuyas gestas se cuentan en la literatura ciclista, rostros en blanco y negro que transitaron los mismos caminos terrosos bajo los mismos cielos.
A lo largo de tres semanas hay muchas ocasiones para ganar o perder una carrera y, como es obvio, la lista de los derrotados es infinitamente mayor.
Rigoberto Urán (Etixx) y Ryder Hesjedal (Cannondale) llegaban a este Giro bajo la etiqueta de favoritos, aspirantes a la victoria final. El colombiano presentaba como credenciales los dos segundos puestos logrados en las últimas ediciones, mientras que el talludo canadiense contaba con la victoria en la general de 2012. Ambos perdieron el Giro en la primera semana; demasiado pronto el corredor del Cannondale (5º), que en la cuarta etapa con final en La Spezia se dejaba ya más de 5 minutos; poco más aguantó el colombiano (14º), que al día siguiente, en la cima del Abetone, evidenciaba que no estaría a la altura de los mejores en este Giro.
También lo perdió demasiado pronto el pobre Pozzovivo (AG2R). El pequeño escalador del pequeño pueblo de Policoro, al sur de Italia, se partió la crisma en la tercera etapa. No hubo para él ocasión de hacerse grande en las altas cumbres.
Richie Porte (Sky) perdió el Giro dos veces. El australiano se presentaba como sólido favorito tras una excelente primera parte de la temporada, con victorias en la Paris-Niza, Volta a Cataluña y Giro del Trentino. La primera fue por causa ajena, al terminar la décima etapa, cuando la censura arbitral dictaminó sentencia tras ver en una fotografía cómo un corredor de otro equipo le había cedido su rueda en un pinchazo. Dos minutos que cayeron como una losa sobre sus aspiraciones. De la segunda se ocupó la mala suerte, una montonera a poco más de 3 km para el fin de la decimotercera etapa, la misma en la que Contador perdió por vez primera un maillot de líder en una vuelta grande. Desconectado de la carrera y dolorido en su rodilla izquierda, la llegada de la montaña no hizo sino confirmar que, una vez más, no era esta la ocasión de Porte para demostrar que también puede ganar en una vuelta de tres semanas. "Espero que pueda estar listo para el equipo del Tour de Francia", dijo el australiano al despedirse de la carrera.
No sería muy justo decir que Fabio Aru (2º) y Mikel Landa (3º) perdieron el Giro, porque en realidad les resultó imposible ganarlo. La pareja ganadora del potente equipo kazajo se repartió a partes iguales el protagonismo en el frente de batalla. Obtuvieron victorias parciales, dos cada uno en las etapas decisivas de montaña, pero no fue suficiente para acabar con el líder. Pudieron, pero no consiguieron ganar el Giro en la etapa del Mortirolo pese a contar con la ayuda del infortunio ajeno. Pudieron, pero tampoco lo consiguieron en la "Cima Coppi", sobre el camino terroso del Colle delle Finestre, donde el líder se hizo humano. Brillaron los dos jóvenes del Astana (24 años el sardo y 25 el vasco), llamados a protagonizar las grandes batallas de los próximos años. Brillaron apoyados en el mejor equipo de la carrera, el potente grupo formado por los Cataldo, Luis León, Kangert, Diego Rosa y el veterano Tiralongo, pero tampoco eso fue suficiente.
Tampoco pudieron ganarlo quienes no aspiraban a ello. Andrey Amador (4º) realizó su mejor participación en una vuelta grande; Leopold König (6º) fue el mejor del Sky en ausencia de Porte; el incombustible Kruijswijk (7º), la revelación del Giro, mereció más premio ante su infatigable omnipresencia. Tampoco los españoles Mikel Nieve (25º), que no pudo repetir victoria en las montañas ni Beñat Intxausti (24º), que peleó por el maillot de mejor escalador y se llevó una etapa de recuerdo.
También Alberto Contador pudo perder el Giro, ocasiones no faltaron. Pudo perderlo en la sexta etapa, en la caída del sprint provocada, una vez más, por una imprudencia de un aficionado que terminó con varios ciclistas por los suelos. El madrileño se dislocó el hombro izquierdo e hizo temer por su continuidad en la carrera. También pudo perderlo una semana después, en la misma caída que sí se lo hizo perder a Porte. De esta, Contador salió con un corte causado por un plato en la pierna izquierda. Pudo perderlo, y en parte lo ganó, en el día del Mortirolo, una de las etapas que serán recordadas de este Giro, el día de la confirmación de Landa, el mismo que Contador dejó para el recuerdo su ascensión al terrible puerto dolomítico, anulando toda esperanza de Aru por brillar como lo hicieron otros italianos, aquel día, en la carrera de sus sueños, como lo hicieron Pantani, Gotti o Basso.
Pudo perderlo también el último día, como un último acto de una obra que deja para el final el dramático desenlace. A más de 2000 metros, transitando toscamente entre las nieves perennes igual que lo hacía Coppi en Sestriere, en el 48, como lo hacía Pasquale Fornara en el Stelvio, en el 53, o Fiorenzo Magni "el tercer hombre" en el Bondone, en el 56. Contador mostró por vez primera algo de humanidad en su pedaleo. Solo, sin equipo, no contó con la agilidad y fuerza de otros días, demasiadas energías consumadas en tres semanas, demasiadas trabas. "No he tenido buenas sensaciones y he pagado, quizás, los esfuerzos de día tras día". Demostró templanza y reguló bien sus fuerzas para no quedar vencido a 40 km del final. "Tenía que mantener la calma e imponer mi ritmo para mantener la maglia. Nunca pensé que estaba en peligro". El brillante pulso mantenido con el grupo de seis que aceleraba por delante le permitió llegar con una sonrisa a la meta de Sestriere.
En cada una de esas ocasiones Contador pudo perder el Giro pero, a diferencia de los demás, lo ganó. También lo ganó en la dura contrarreloj de Valdobbiadene, donde le metió casi 3 minutos a Aru, y lo ganó en los pequeños detalles, "las grandes carreras se ganan pasando invisible los días que se está mal, sin que los rivales lo noten. Por eso hay que probarlos, por si se les pilla".
A diferencia de los corredores comunes, Contador actuó como solo pueden hacer los elegidos; aquellos que pasaron a la historia y entraron en el reducido grupo de hombres honorables cuyas gestas se cuentan en la literatura ciclista, rostros en blanco y negro que transitaron los mismos caminos terrosos bajo los mismos cielos.
Más que nunca este Giro de Italia nos invita a mirar a Francia. En julio, los Pirineos y los Alpes serán el escenario definitivo de un desafío histórico. Allí le esperan rivales más poderosos que han preferido afinar calculadamente su preparación a la ronda gala. Allí estarán el británico Froome, el italiano Nibali, el colombiano Quintana, y de nuevo Porte, de nuevo Aru, y también Valverde, también Purito...
Para muchos un reto imposible, pero como decía el escritor Richard Bach, "no es el desafío lo que define quienes somos ni qué somos capaces de ser, sino cómo afrontamos ese desafío".