Qué no debe decirse a una madre trabajadora
No creo que nadie se proponga ser grosero ni criticar, pero me ha sorprendido lo que personas bienintencionadas y, en general, consideradas, dicen a las madres que no se quedan en casa a cuidar de sus hijos. Se vislumbra en sus palabras una hostilidad, una crítica sutil, que me hace desear que la gente pensara antes de hablar.
Hace poco, Amy Shearn publicó una lista de las cosas que no deben decirse a las madres que no trabajan fuera. Habría bastado con que citara cualquier cosa de las que ha escrito Elizabeth Wurtzel en el último año, pero eso habría sido demasiado fácil. Por el contrario, Shearn elaboró una lista que era divertida e inteligente y que señalaba aspectos muy acertados. Y eso me hizo recordar las preguntas o los comentarios que he oído sobre las madres trabajadoras. No creo que nadie se proponga ser grosero ni criticar, pero me ha sorprendido lo que personas bienintencionadas y, en general, consideradas, dicen a las madres que no se quedan en casa a cuidar de sus hijos. Se vislumbra en sus palabras una hostilidad, una crítica sutil, que me hace desear que la gente pensara antes de hablar.
(Antes de que nadie se ponga nervioso, que quede claro que apoyo por completo y sin reservas a las madres que deciden quedarse en casa. Son mujeres que trabajan. Trabajan mucho. Han tomado una decisión válida y maravillosa, así que, por favor, dejen de asesinarme con la mirada. Hay días en los que las envidio más de lo que se pueden ustedes figurar.)
¿No te puedes permitir no trabajar?
Supongamos por un instante que no puedo. Imaginemos que trabajo para ayudar a pagar la hipoteca, y hacer la compra, y enviar a nuestros hijos a la universidad. ¿Y qué? Qué conversación tan incómoda, ¿verdad? Ahora te pregunto yo cuánto dinero gana tu marido para que tú puedas permitirte no trabajar. Mejor no meternos en estos líos.
O digamos que me puedo permitir no trabajar. La pregunta supone que el motivo por el que trabajo es meramente económico. Cosa que es en parte, sin duda. Si pudiera ganar dinero viendo televisión basura y haciendo yoga todo el día, lo preferiría. Pero como no es así, tengo un trabajo mas tradicional; sin embargo, no es solo cuestión de dinero. Valoro mi educación y los años que he dedicado a mi carrera. Creo que es positivo para nuestros hijos ver que trabajo fuera de casa para que sepan que una mujer no tiene que limitarse a ser esposa y madre. También sé que, un día, nuestros hijos se irán a la universidad o a emprender sus propias vidas, y quiero seguir metida en el mundo laboral para que, cuando llegue ese momento, no me encuentre con un gran agujero en mi currículum y que me sea más difícil encontrar empleo entonces. También me gusta la igualdad que existe en mi matrimonio, porque ganamos dinero tanto mi marido como yo. Esa es mi opinión. Y esta pregunta en concreto devalúa todas esas consideraciones y, por consiguiente, mis decisiones. Por favor, no me la hagas.
Daría lo que fuera por descansar de mis hijos un día entero.
Si lo dices de verdad, me encantaría ayudarte a actualizar tu currículum. ¡Puedes descansar de tus hijos todo el día, todos los días! Por supuesto, esa "libertad" implica sentirse culpable por no estar con ellos y preguntarse si están bien porque están en casa con una niñera o en la guardería. Ir a trabajar cada mañana y decir adiós a mi hijo que está en la ventana del cuarto de baño de arriba no es un día en el spa. Es como hacer un triatlón. Cada día comienza con un chapuzón de agua helada, seguido de carreras para asegurarse de que todo el mundo llegue bien y a tiempo al colegio o al trabajo y luego un recorrido en bicicleta de ocho horas, para culminar con una media maratón de cena, deberes, baños y el ritual de ir a la cama. Durante el recorrido en bicicleta, no solo se espera que pedalees fuerte, sino que además tienes que atender llamadas de teléfono del colegio, la niñera y el médico, responder a invitaciones de cumpleaños, salir rápidamente a comprar material para un trabajo de pintura y manualidades, encargar la compra y unos vaqueros nuevos por internet y acordarte de devolver los libros de la biblioteca, porque todo hay que hacerlo YA. Con suerte, puede que quede algo de vino abierto en la nevera.
Echaría demasiado de menos a mi hijo si estuviera todo el día sin verle.
Lo sé. Lo entiendo a la perfección. Pero se supera. Porque no tienes más remedio.
El problema actual de este país es que las madres no se quedan tanto como debieran en casa a cuidar de sus hijos.
¿Verdad? ¡No puedo estar más de acuerdo! Eh, un momento. Me parece que no te refieres a la necesidad de permisos de maternidad y paternidad pagados, horarios flexibles de trabajo ni teletrabajo, ¿no? Ni te vas a manifestar en apoyo de los padres trabajadores (porque a algunos padres también les gustaría pasar más tiempo con sus hijos) para que puedan tomar las decisiones más apropiadas para sus familias, ¿verdad? Lo único que quieres es que las madres se queden en casa. Es posible que esas personas estén mejor viviendo bajo una nube de presión económica o psicológica que les obligue a adoptar una visión tradicional de la familia, pero no lo creo. Si vuelvo a ver otro comentario de que las familias en las que trabajan los dos están deteriorando el tejido de la sociedad, voy a volverme loca. Que yo sepa, nadie en mi familia ha disparado jamás a nadie, ha robado nada, ha hecho trampas en un examen, se ha saltado un semáforo ni ha tirado ni siquiera un papel por la calle. Pero claro, llevo toda la mañana trabajando, así que puede ser que las cosas hayan cambiado desde la hora del desayuno.
¿Por qué tuviste hijos si luego dejas que los críe otra persona?
Esto es algo que me han dicho varias personas. Que le han dicho a amigas mías. Menos mal que no tenía el poder de reducirlas a cenizas con el rayo de láser de mi mirada. Si me lo vuelves a decir, te remitiré al primer apartado a propósito de los motivos por los que trabajo fuera de casa. Y después te pediré que seas UN POCO MENOS CRÍTICA, MUCHAS GRACIAS. Tuve a mi hijo porque sentía en todas las fibras de mi ser la necesidad de ser madre y teníamos la sensación de que nuestra familia estaba incompleta sin otra persona en ella. Querer y criar a un hijo no es incompatible con tener ayuda para hacerlo. Estamos agradecidos y orgullosos de contar con personas maravillosas que nos ayudan, desde familiares y amigos hasta profesores y niñeras. Pero que quede claro que somos mi marido y yo quienes estamos criando a nuestros hijos. No estamos en casa todos los días, pero tenemos presencia en las vidas de nuestros hijos en todo momento.
No sé cómo lo haces. Debe de ser muy difícil.
Lo es. No sé cómo lo hago. Pero no creo que sea porque trabajo, creo que es porque educar a los hijos es difícil, tanto si te quedas en casa como si vas a la oficina. No sé cómo lo hace nadie. Es algo magnífico y lleno de compensaciones y de amor, y es lo más difícil que he hecho jamás. Compaginar los hijos con cualquier otra cosa, ya sea un trabajo remunerado, llevar la casa o encontrar tiempo para ver la televisión, es casi imposible.
Debes de ser muy organizada para poder compaginar todo.
Esta afirmación me produce una reacción de amor/odio. Al principio me halaga. Creo que soy organizada. Luego recuerdo que estoy al borde de una crisis de nervios, con nada que vuelva a perder las llaves. Tengo calcetines desparejados, mi hijo se ha ido al colegio con mermelada en la cara y llevo una semana sin hacer ejercicio. Tengo pilas de libros y ropa y no sé qué más en mi dormitorio. Ayer me olvidé de una llamada importantísima y perdí el pase para ir al planetario. Cada día fallo en algo. NO existe el equilibrio. Solo un caos minuciosamente controlado. Vamos, como la vida de cualquier otra persona.
Siempre habrá tiempo para trabajar más adelante; sus primeros años son demasiado valiosos.
Todos sus años son valiosos. ¿Y por qué no se le dice esto a los padres?
Tienes aspecto de estar exhausta.
¡Vaya! ¡Gracias! ¿Quieres regalarme un día de spa? ¿Y cuidar a mi hijo para que yo pueda relajarme? ¿No? Entonces finjamos que mis ojeras no se ven.
Por lo menos, atesorarás cada minuto que pases con su hijo.
Bueno, quizá no todos. Porque a veces mi hijo es un pequeño monstruo, y yo llego a casa a la hora de las brujas, justo a tiempo para obligarle a comerse las zanahorias, lavarse los dientes e irse a la cama. Que, como cualquier padre sabe, es sin duda la hora más relajante del día. Por eso tengo siempre una botella de vino en la nevera. A pesar de eso, por supuesto, adoro el tiempo que paso con mis hijos, pero me cuesta creer que sería distinto si estuviera más en casa.
¿No te preocupa pensar que estás perdiéndose cosas?
Cada día. Pero entonces mi hijo viene corriendo a mis brazos cuando le voy a buscar al colegio, y se sube a mi cama por la mañana para decirme que soy "la mejor mamá del mundo", y sé que todo saldrá bien.
Traducción de María Luisa Rodríguez Tapia.