'Juan more win': el reto final de una selección que aspira a ser única en la historia en su vuelta a la élite

'Juan more win': el reto final de una selección que aspira a ser única en la historia en su vuelta a la élite

España busca su cuarta Eurocopa, lo que ningún país ha logrado aún. Ante Inglaterra, 'La Roja' disputará el partido más importante de los últimos 12 años, pero más allá del balón, ya puede presumir de otras grandes 'victorias' sociales y humanas.

Fabián y Yamal celebran emocionados el pase a la final junto a otros compañerosUEFA via Getty Images

Es volver a lo más alto. Es hacer la historia que ningún otro país ha hecho en el fútbol levantando el cuarto trofeo continental. La España de Luis de la Fuente disputa este domingo la final de la Eurocopa 2024, un reto mayúsculo ante la Inglaterra de Kane, Foden, Bellingham o Saka. 

El último paso de un camino glorioso por el que han ido cayendo potencias como Croacia, Italia y especialmente Alemania y Francia. Un camino construido de fútbol y goles pero también de lecciones al mundo y hasta a nosotros mismos por parte de un equipo que vuelve a soñar en grande.

Para España se trata del partido más importante de los últimos 12 años. Cuando ruede el balón en el Olímpico de Berlín nada más importará, pero antes y después de la gran final, la selección puede presumir de lo logrado

Es la España de todos... pese a algunos

Dos imágenes ejemplifican como ninguna esa unidad. Por un lado, la 'pareja' Nico Williams-Lamine Yamal, estrellas absolutas de la selección en esta Eurocopa. Nacidos en España, a ambos les une una historia de migración familiar desde África para buscarse la vida nuestro país. Ninguno huye de sus raíces ni de su color de piel.

Han sido y aún son el foco de algunos ataques intransigentes de quienes no les aceptan como iguales pese a ser navarro y catalán de nacimiento, respectivamente. Son cada vez los menos, como también quienes se agarran a ellos como meras excusas para proclamas políticas de todo signo

Lamine Yamal y Nico Williams celebran la victoria ante Georgia bajo la lluviaUEFA via Getty Images

Afortunadamente, en España es mayoría quien valora lo que son, dos grandes estrellas y dos pilares que han llevado a la selección a la final destrozando rivales por la banda y por cualquier lugar que atraviesen. Dos futbolistas descomunales que, a sus 22 y 17 años (cumplidos este sábado en el caso de Yamal), prometen muchos veranos de alegrías.

La otra foto es la unidad de colores y pasiones en torno a España. Dani Carvajal, bastión madridista, y de nuevo Lamine Yamal, como penúltima gran esperanza barcelonista, hermanados en la selección. Y con ellos, hasta los más forofos merengues y culés, que han tenido que esperar al torneo para poner en valor los incontables méritos de uno y otro. Lo que la Eurocopa ha unido que no lo separe el hombre.

Hay una tercera pareja, quizás sin tanto foco pero igualmente relevante, la de los "franceses" Aymeric Laporte y Robin Le Normand, la pareja de centrales titulares, que han vivido y reconocido como pocos el desprecio por su origen 'extranjero'. También ellos ejemplifican esa España 'de todos' que nos ha metido en la final.

Efecto llamada (a la afición)

Lo explicaba Paco Caro a este medio, con el enfasis que muchos le han descubierto a lo largo de la Eurocopa. El periodista de TVE no era ajeno a que la selección vivía momentos de desconexión social tras unos años de altibajos, pero confiaba en que todo volvería "en cuanto empezasen a ganar". "Aquí dependemos mucho del resultadismo y se nota hasta en las audiencias, si tú empiezas a ver una versión atractiva, ganadora, el interés volverá a crecer y la gente volverá a abrazar a la selección", razonaba a El HuffPost días antes del debut ante Croacia.

Dicho y hecho. El dato de seguimiento del debut no fue especialmente rutilante, con algo más de 5 millones en La1. Pero la goleada dio algo más que tres puntos. La audiencia iría a más. 8,5 millones ante Italia; 6,7 en el partido intrascendente contra Albania, más de 9 millones en octavos ante Georgia, los mismos que se conectaron a la prórroga de cuartos contra Alemania. Y en semifinales, el gran refrendo: más de 11,5 millones de espectadores vivieron en directo el duelo de semifinales ante Francia. Un 71,1% de share para reventar los datos del ente públicoEl partido más visto de 'La Roja' desde la última final de Eurocopa, en 2012.

Datos que no sólo se quedan en lo estadístico. Las redes, las calles, los bares han vuelto a poblarse de camisetas rojas, de conversaciones futboleras, como ocurría en aquellos veranos añorados de 2012-2010-2008 e incluso antes, en la no tan dorada época del 'a casa en cuartos'. 

El juego dinámico de la selección, sin duda el mejor de toda la Eurocopa y radicalmente opuesto al de años atrás, engancha bajo el altavoz de la televisión en abierto. Pero también las historias humanas y el descaro de Nico Williams y Lamine Yamal, la aguerrida lucha de Dani Carvajal, el compromiso imperecedero de Jesús Navas, la brillantez sobria de Dani Olmo y Rodri, la personalidad de Luis de la Fuente... De todo ello vuelve a hablar hoy España y eso ya es un triunfo. 

Luis de la Fuente, el protagonista que no quiere serlo

Luis de la Fuente, eufórico tras un gol de EspañaTOBIAS SCHWARZ vía Getty Images

Con la hoy rupturista definición de reconocerse "español, católico y taurino", el seleccionador no deja de ganar adeptos a su barco, pese a saberse cuestionado desde el minuto 1 de su llegada al cargo por su comentado aplauso durante el discurso de Luis Rubiales, que le costó numerosas explicaciones.

El éxito del técnico riojano, histórico jugador del Athletic de Bilbao, es el éxito de un hombre normal, sin grandes estridencias mediáticas ni personales, más allá de un físico imponente a sus 63 años, paraíso de los memes.

Forjado con grandísimos resultados en las categorías inferiores de la selección, no tardó en estrenar su palmarés con la absoluta, la Nations League ganada 'a medias' con Luis Enrique, que metió a la selección en semifinales. Un trofeo menor, también a niveles de eco social, pero una puerta abierta a la esperanza que se ha agigantado este mes de fútbol. 

Su propuesta de juego, sumada a su naturalidad ante el micrófono, han hecho el resto. El carisma también es eso.

Competir desde el primer día

El sorteo no pudo ser más cruel con España, pese a partir en el bombo de las grandes potencias. Croacia e Italia, en grupos. Tras superarlo, un cruce a priori favorable en octavos y el lado más duro posible desde cuartos. Nadie ponía a España en la terna de grandes favoritas, pero llegados a este punto, no hay debate. Toda Europa y buena parte del mundo admiten con cierta envidia que España ha sido la mejor del torneo... hasta hoy, al menos.

Seis partidos, seis victorias, incluyendo la prórroga ante Alemania en cuartos. 13 goles a favor, 3 en contra. Y la sensación, importante cosa, de que hay un por qué tras cada acción de 'La Roja', tras cada alineación. Hemos sabido tocar, correr, presionar, variar de estilo y también sufrir. Contra Italia, contra Francia y especialmente contra la anfitriona, que nos arrinconó durante muchos minutos. Incluso en esos momentos críticos España jugó el partido que tocaba sin descomponerse.

La tentación de echar la vista atrás es grande. En aquella Euro que nos cambió el rumbo, en 2008, los de Luis Aragonés siguieron un guion similar. España fue la mejor selección del torneo. La carrera del 'Niño Torres' y su picadita ante el aún resentido Jens Lehmann en la final hicieron el resto.

No, no somos la España de 2008-2010-2012, pero...

Una tentación, la de mirar atrás, que decimos grande, pero también peligrosa. La comparación con la mejor generación de la historia del fútbol español es y será siempre inevitable, máxime en un país como el nuestro, tan apegado al resultadismo y al terrible apodo del 'nuevo...'. Ha pasado en ciclismo, en baloncesto, en tenis, en golf... Ha pasado en todos los deportes y por supuesto, también en el fútbol. 

Nadie es el nuevo Casillas, ni el nuevo Puyol, ni el nuevo Xavi, ni el nuevo Iniesta. Nombre por nombre, la realidad es evidente, la mejor generación de nuestro balompié se impone, tal y como lo haría en el contraste con la mayoría de selecciones históricas internacionales.

La España de hoy es otra. Un equipo en el que todos saben sumar desde su posición... o desde la que les toque. La España de hoy es la de un lesionado Jesús Navas que se apunta al intrascendente duelo ante Albania para darle descanso a Dani Carvajal, la de un Álvaro Morata, hasta hoy peleado con el gol, que se deja el alma defendiendo ante Francia...

Pero también la de un Rodri al que sólo la falta de marketing le impide ser valorado como lo que es, el mejor del mundo en su puesto, que no es el de central. O la de un Dani Olmo que ejemplifica como nadie esa "polivalencia" que los analistas destacaban como el gran puntal de España. Capaz de marcar, asistir, regatear y contener, el jugador del Leipzig no ha puesto una mala cara cuando le ha tocado ser suplente pese a dar todos los argumentos para ser titularísimo.

El mundo vuelve a hablar bien de España

... Y no ha sido fácil. Los 12 años de decepciones y algún que otro sonado fracaso no han hecho sino disparar la nostalgia de un tiempo que se fue. Si en España miramos con sentido crítico a todo aquel que 'ose' heredar los dorsales de Xavi, Iniesta, Villa o Xabi Alonso, el resto del mundo no lo hace menos.

Pero más allá de los campos, España ha vivido años turbios a nivel de despachos. Los últimos escándalos en relación a Luis Rubiales y su etapa en la RFEF, que aún colean en la figura de su vicepresidente y hoy mandatario Pedro Rocha, han hecho mucho daño a la reputación nacional. 

Las portadas, por suerte, ya no miran en esa dirección. Miran a los Yamal, Williams, Olmo, Carvajal, Fabián o Rodri y la exhibición de juego y amor propio que les ha llevado a "pasar" ronda tras ronda, sin importar si enfrente estaba el último baile de Toni Kroos o un Mbappé desenmascarado.

Y, como juguetean los tabloides británicos, sólo queda 'Juan more win' para completar el regreso a la cima del fútbol... aunque España ya puede presumir de haber logrado muchas otras en estas semanas. Resta la última.