El Nápoles gana el 'Scudetto' 33 años después del último que levantó Maradona
Un 1-1 ante el Udinese obra el milagro y lleva de nuevo al sur a lo más alto. Una victoria que trasciende lo futbolístico, que deja ya un muerto en las celebraciones.
El 4 de mayo será recordado de por vida en Nápoles como el día en el que volvió a tocar el cielo, conquistando un Scudetto histórico que se resistió en los últimas jornadas pero que llevaba teniendo dueño desde febrero.
Osimhen obró el milagro y marcó el tanto del empate definitivo ante el Udinese (1-1) que certificó la gloria para todo un pueblo ávido de una fiesta que encontró, por fin, por tercera vez en su historia.
Terminó la larga espera del Nápoles y de la ciudad que lleva su nombre. Porque Nápoles, al menos estos días, no es una ciudad con un equipo, sino un equipo con una ciudad detrás. Fueron demasiados 33 años sin poder celebrar nada, pero, aunque lejos de casa y con susto, la ciudad porteña volvió a sentirse grande, más todavía.
Tuvo, eso sí, que sufrir para llegar al final feliz. Y como toda buena historia tuvo los correspondientes giros de guion, las sorpresas y los héroes. Seguro que a los napolitanos les hubiera encantado certificarlo con una goleada en casa, pero seguro que tampoco se hubieran imaginado este día a principios de temporada.
Mucho más que una liga
El Nápoles es el merecido campeón de la Serie A. Por tercera vez en su historia, la primera sin Maradona. Una gesta que cobra mucha más relevancia si se tiene en cuenta la histórica brecha que separa el norte y el sur de Italia, convirtiendo este título en una victoria que trasciende enormemente lo futbolístico.
Italia es un país radicalmente dividido. Las diferencias entre el norte y el sur son más que palpables. Todos los italianos son conscientes de ello hasta el punto de que hay hasta cierto recelo entre unos y otros. La riqueza se queda en el norte, mientras que la pobreza se ceba con el sur. Es como si fueran dos países diferentes.
El PIB per cápita, según datos del Eurostat de 2019, va disminuyendo progresivamente desde la zona del norte hasta la parte final de la silueta con forma de bota. En concreto, Campania, la región en la que se encuentra Nápoles, es una de las que posee un menor PIB per cápita, con poco más de 20.000 euros anuales; un dato que contrasta radicalmente con el anterior ganador de la Serie A, el Milan, cuya renta media anual de la ciudad es de más de 55.000 euros.
Por eso la victoria de los pupilos de Luciano Spalletti va mucho más allá de los futbolístico. Es una victoria social, la del pobre sur contra el todopoderoso norte italiano. Es la victoria del pequeño contra el grande. Es la de David contra Goliat. Y el fútbol ha sido, una vez más, el hilo conductor de una historia con final feliz.
Esta brecha ha afectado históricamente, de manera inevitable, al propio fútbol. En los últimos 20 años, tres equipos se habían repartido todo el protagonismo en el campeonato doméstico italiano. Inter, Juventus y Milan habían levantado de manera alterna el trofeo. Y en el presente siglo, solo el Lazio y el Roma -ambos equipos de Roma, considerada como centro italiano-, en 2000 y 2001, respectivamente, evitaron la hegemonía total del norte.
Es más, en toda la historia de la Serie A, solo el Cagliari en los 70 y el Nápoles de Maradona habían llevado el Scudetto al sur. Esta será la cuarta vez que el premio viaje por debajo de Roma.
Y esto ha sido algo que se ha notado a lo largo de este año en la ciudad sureña. Poco a poco, cuando la distancia del Nápoles sobre el segundo era algo más que una simple racha, cuando se atisbó que era más complicado echarlo todo a perder que vencer, la superstición que siempre ha reinado en Nápoles fue dejando espacio, sin desaparecer nunca por completo, a un color azul que, si ya formaba parte de la ciudad, acabó por inundar todo recoveco posible.
Los vecinos, más hermanados que nunca, fueron entrelazando en sus balcones plásticos azules y blancos para colorear la urbe, y en las estrechas calles de los Barrios Españoles, el corazón de la ciudad, fueron apareciendo camisetas, máscaras, tartas y figuras homenaje a un equipo que pasará a la historia. Todos pusieron su grano de arena para vestir de gala a una ciudad a la que ahora le toca disfrutar de una fiesta a la altura de la gesta.
El Scudetto volverá al sur 33 años después de que Maradona lo consiguiera allá por 1990. Lo logró también en 1987. Dos hazañas que le elevaron al nivel de un Dios. Esta vez la heroica ha sido posible gracias a la fuerza de un grupo que, eso sí, ha estado liderado por Kvaratskhelia y Osimhen, los herederos del astro argentino al que nadie se plantea sustituir.
Este es un Scudetto especial. Es el primero del siglo XXI que trasciende lo propiamente futbolístico. Es el Scudetto de una ciudad volcada con su equipo y que le ha plantado cara al norte. Una ciudad a la que le gustaría seguir soñando viva siempre.
Celebración trágica
Sin embargo, la alegría de los festejos se ha teñido de luto, porque un joven de 26 años murió en la madrugada de este jueves por heridas de bala durante la celebración. Hay, al menos, tres heridos más.
El joven fue ingresado en el hospital Cardarelli, donde falleció poco después a causa de unas heridas de bala, según informaron los medios locales. Otros tres aficionados fueron también heridos de bala en la plaza Garibaldi, cercana a la estación central.
Además, tres aficionados más fueron ingresados en el hospital por heridas causadas por petardos o bengalas.