Del oro mundial a la vida en el desierto: en las tripas de una misión humanitaria "diferente" en el Sáhara Occidental

Del oro mundial a la vida en el desierto: en las tripas de una misión humanitaria "diferente" en el Sáhara Occidental

Eduardo Blasco, reciente campeón del mundo en salvamento en Australia y habitual de los rescates de migrantes en el mar, relata a 'El HuffPost' las vivencias de un viaje para "atender y concienciar" sobre las necesidades de un territorio "abandonado" y encerrado por el 'Muro de la Vergüenza'.

El campeón del mundo, Eduardo Blasco.Eduardo Blasco

Aún llevaba la medalla de oro colgando del cuello y ya miraba a su nuevo reto. Para Eduardo Blasco (San Sebastián, 1994) el "modo competición" quedaba atrás sin tiempo apenas para celebrar el Mundial de salvamento y socorrismo de 4x25 conquistado "contra todo pronóstico" en Gold Coast (Australia). Su meta se situaba a casi 19.000 kilómetros, los que le separaban de la ciudad saharaui de Dajla, el destino de una misión "diferente"... que ya es mucho decir para un activista acostumbrado a casi todo.

La emoción de la victoria daba paso a un sentimiento, "responsabilidad", que él mismo confesaba en los primeros mensajes aún en tierras oceánicas. Superado el jet lag y tras un fugaz paso por La Moncloa, Eduardo Blasco se subía a un avión con destino el Sáhara Occidental. Un camino de ida y vuelta relatado a El HuffPost en los pocos momentos de conexión a internet que ha disfrutado en una semana larga. E intensa, sobre todo intensa.

El encargo esta vez poco tenía que ver con sus habituales tareas de rescate de migrantes en mitad del mar, como una de las figuras más reconocidas del 'Aita Mari' o el 'Open Arms'. "Esta vez tocaba una entrega de medicamentos, 500 kilos de material eminentemente pediátrico, junto a otros fármacos más genérico", confesaba ya en Dajla, como respuesta humanitaria a las inundaciones de finales de septiembre.

La oenegé Saharafuerte ha sido la responsable de organizar el viaje, con material proveniente del Hospital de Fuerteventura y de farmacias de la isla canaria, explica ya de vuelta el nadador aficando en las islas. Él y sus compañeros se han ido repartiendo los kilos de medicamentos cargados hasta los centros de salud de las Wilayas —asentamientos que integran los campamentos— y en el Hospital General de Rabuni.

La aventura, no obstante, nacía con una doble finalidad, porque además de la emergencia médica, Eduardo Blasco y la oenegé Saharafuerte buscaban "visibilizar la problemática saharaui, que yo creo que es la más abandonada de todas". Por ese motivo reconoce haber dejado aparte por unas semanas sus habituales rescates en el Mediterráneo y otros puntos críticos. 

Esa naturaleza de concienciación les ha llevado a plantear una logística diferente. "Cuando voy de misión a zonas de conflicto nos quedamos en el barco, pero en este caso, como los combates se están celebrando en el muro, nosotros nos hemos quedado, en el campamento de Bojador, por ser el más cercano al muro, que está a unos 70 kilómetros". El muro más extenso que separa dos partes de un país, lamenta, en plenas discusiones sobre el futuro del Sáhara. No en vano se le conoce como el 'Muro de la Vergüenza', con más de 2.700 kilómetros que separan el Sáhara Occidental ocupado por Marruecos de los territorios liberados por el Frente Polisario.

Eduardo Blasco, frente a una guardería destruida en el Sáhara OccidentalCedida por Eduardo Blasco

Allí, durante varias jornadas "hemos hecho noche en los campamentos civiles, que no tiene nada que ver con el Frente Polisario". De esas vivencias, Eduardo recuerda que "aportábamos lo que podíamos para la comida y dormíamos con ellos en las jaimas". Pero, evidentemente, admite que no fue tan sencillo como llegar y depositar los medicamentos.

"Primero hubo un reconocimiento de la estructura, porque tienes que saber a quién le das el medicamento y el material, y por otro lado había que asegurar la propia entrega, que no estaba tan clara como sí podía ocurrir en misiones más convencionales", prosigue, comparando con experiencias previas.

Consciente de la oportunidad surgida de poder estar en pleno Sáhara Occidental, Blasco y el resto del equipo han aprovechado para empaparse de la vida desde dentro, también de la vía política que lucha por el reconocimiento de un territorio que vuelve al foco por el reciente posicionamiento de la ONU en favor de su autonomía.

"Hemos hablado con las autoridades incluido el presidente de la República Saharaui", Brahim Gali, cuya atención sanitaria de urgencia en España provocó una crisis  abierta por Marruecos por haber acogido a uno de sus principales enemigos. Y en esas conversaciones y convivencias, ha descubierto "una sociedad sorprendente, con un Parlamento que roza la paridad en su composición y en la que las mujeres tienen más peso del que podía imaginarse desde fuera". 

Pero también "los problemas de una juventud que sabe que no tiene futuro aquí; los chavales te confiesan que no hay opciones, la vida es muy dura en los campamentos y pese a eso llevan aguantando décadas, soportando un día a día sin descanso", cuenta con una evidente tristeza.

El sentimiento va a más cuando detalla otra de las grandes amenazas del día a día en el Sáhara Occidental. Porque a un futuro "casi imposible" se añade un presente de constantes peligros, como "las minas" que pueblan toda la zona del muro. El cálculo de artefactos situados en la línea es imposible de precisar, pero se eleva a millones.

Una "táctica disuasoria de Marruecos contra posibles maniobras del Frente Polisario, pero cuyas consecuencias acaban pagando los de siempre, la población", añade el reciente campeón del mundo, consciente de haber vivido una experiencia "absolutamente diferente" ante la que récords, medallas y otros planes quedan atrás.

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Miguel Fernández Molina (Sabiote, Jaén, 1987) es periodista licenciado por la UCM. Trabajó ocho años en el medio digital 'Mundotoro' antes de llegar a 'El HuffPost', donde ejerce de responsable de cierre y escribe sobre deporte, internacional y política, entre otros campos. Puedes contactar con él en miguel.fernandez@huffpost.es