España cae ante el espejo de sus expectativas y pierde una oportunidad histórica para crecer en París 2024

España cae ante el espejo de sus expectativas y pierde una oportunidad histórica para crecer en París 2024

18 medallas y 51 diplomas, unos números aceptables, pero lejos de las proyecciones realistas y especialmente de los mensajes transmitidos desde el 'aparato' deportivo de superar las 22 medallas de Barcelona. España se va de los Juegos Olímpicos con un sabor agridulce, entre sorpresas felices, notables decepciones y la cruel sensación de quedarnos 'a las puertas' en infinidad de escenarios.

Álvaro Martín y María Pérez celebran su oro ante la Torre EiffelGABRIEL BOUYS vía getty Images

Era un mantra y acabó siendo una obsesión hasta nublar la realidad. Ese "22" al que se agarraba el deporte español en los Juegos Olímpicos de París 2024 ha terminado por condenar a España a una sensación agridulce. La delegación más grande de nuestra historia —sin contar Barcelona— se marcha de Francia con 18 medallas y 51 diplomas, números mejores que los recientes, pero lejos de lo proyectado y con la sensación de oportunidad perdida para el ansiado (y esperado) salto adelante.

Se acaban los Juegos Olímpicos, un evento disputado a mayor gloria de París y su monumental belleza, en los que los deportistas quedaron en ocasiones en segundo plano. Pasó en la ceremonia de inauguración, ocurrió en numerosas retransmisiones televisivas más centradas en el dónde que en el qué y en situaciones vergonzantes como la obligación a los triatletas de nadar en el contaminado Sena entre aplazamientos y ruido de modificaciones de última hora impropios de un evento de semejante magnitud.

A nivel global, los Juegos de París tienen un rey evidente, el nadador local Léon Marchand, que ha hecho suya la polémica piscina de La Défense con cuatro oros y un bronce, entre exhibiciones y hasta un doblete con apenas una hora de margen. Tras él, los focos han apuntado al retorno a la élite olímpica de Simone Biles, con tres oros, una plata y algún fallo que ha frenado un palmarés en todo caso excelso. Tras ellos, una infinidad de estrellas multilaureadas en la piscina, el tartán o el canal de piraguas.

A nivel español, han sido los Juegos de la angustia por llegar o no llegar a las referenciales 22 medallas de Barcelona 1992, una meta "muy posible" que han venido marcando tanto desde el COE como desde el Gobierno. El sentimiento de comparación ha presidido toda la competición, sucediéndose los "ya no llegamos" con los "todavía es posible", del que no escapaban ni los propios deportistas, como confesaban algunos off the record a este medio.

Las expectativas permitían soñar. No sólo por los 383 atletas de la delegación, la mayor en toda nuestra historia sin contar los Juegos de casa por ser anfitriones, sino por los excelentes resultados logrados en la última olimpiada. Nunca hay medallas seguras, pero sí resultados, rankings y momentos. Y París era el momento de España por al menos tres factores. En primer lugar, por las proyecciones objetivas de unos resultados nunca vistos. Po el estreno del reciente modelo 'Team España', con una concepción más individualizada del deportista, pero con una filosofía que debe desarrollarse más y mejor si se busca un rendimiento de élite. Y, por último, por suponer el nexo entre el adiós de una generación dorada (Nadal, Rudy, Herrera, Chourraut, Craviotto, Echegoyen...) y el talento incipiente ya en la élite.

Las medallas se entrelazaban con traspiés llamativos y decepciones especialmente resonantes sólo para quienes se apuntan al deporte 19 días cada cuatro años. Pero también se sucedían los diplomas, el verdadero reflejo del nivel 'olímpico' de un país y un logro tan denostado aquí en la piel de toro. Los 51 puestos entre cuarto y octavo suponen un nuevo techo de país para superar los 50 de Atenas. Un centímetro, un penalti, un segundo... en infinidad de ocasiones faltó rematar, pero el dato también demuestra que, en la práctica totalidad de deportes, España compitió al nivel más alto, codeándose con los puestos de podio.

Es imposible poner todos los nombres, pero los Juegos de España tienen, especialmente, cuatro. Álvaro Martín y María Pérez como grandes triunfadores, con sus dobletes y el oro en el novedoso relevo mixto de marcha, Saúl Craviotto, con su sexta medalla, lo que ningún otro español ha logrado en unos Juegos Olímpicos... y Carolina Marín. El dolor infinito de verla otra vez rota sobre la pista cuando acariciaba la final olímpica, quizás el único momento en el que las medallas no importaron, aunque hubiera movimientos para un excepcional bronce que finalmente no llegó. 

El 'seis' de Saúl Craviotto, liberado tras su histórica medallaEuropa Press via Getty Images

Se ha repetido mucho, en clave nacional, la palabra 'histórico'. Por ejemplo, en conquistas esperadas largo tiempo en varios deportes 'muy nuestros'. El boxeo, por ejemplo, nada menos que 24 años hasta que Enmanuel Reyes Pla y Ayoub Ghadfa alzaron la bandera española. También el judo, 20 años después, con Fran Garrigós en bronce el primer día de competición oficial. O la natación sincronizada -hoy artística- 12 años después.

Ese mismo judo, como el taekwondo, dejaron una sensación más agria que dulce, con hasta seis medallas perdidas en el último combate por el bronce. Porque si España sufre la 'maldición de las finales por equipos', no es menos la del bronce. Momentáneamente rota por Garrigós el primer día, ese mal sigue penalizando enormemente el medallero.

En el capítulo de decepciones, la vela, hasta ahora el deporte más 'rentable' que se marcha con una única medalla, el oro de Diego Botín y Florian Trittel en 49er. Bagaje escaso a nivel de un país tan de agua... como volvió a mostrar el que no falla, el piragüismo, aunque de un modo menos rutilante de lo que se podía aspirar viendo nombres y conquistas recientes. Con las tres logradas en París, el piragüismo ya es el deporte que más medallas le ha dado al olimpismo español (23, por 22 de la vela).

El atletismo dio a España el brillo de pocas veces. Con las tres medallas de marcha, el estadio olímpico también vio alzarse la bandera, al calor del triplista Jordan Díaz. Llegó como favorito y voló hasta el oro, para paliar la decepción de Ana Peleteiro y entre grandes resultados de los jóvenes Quique Llopis o Mohammed Attaoui. En el tartán hay un gran futuro si se sabe cuidar.

Otra de las señas de España, el deporte de equipos, volvió a dar la cara. Lo hizo de inicio con una presencia casi total en las disciplinas de conjunto y con una competencia media alta. Dolió el mal día del waterpolo masculino o el fútbol femenino, sin medalla. En ambos deportes, la gloria fue para sus respectivas selecciones hermanas, que rompieron la maldición de las finales por equipos con dos oros para la hemeroteca del deporte español. También hubo sorpresas, preciosas, como el 3x3 femenino, y la confirmación un día más de los 'Hispanos' en sendos podios sufridos hasta el límite.

La selección española de waterpolo femenino ha hecho historia olímpica al pasar invicta a la final.Europa Press via Getty Images

En cambio, volvimos a ver de lejos la natación, el gran caladero de medallas del que salimos otra vez a cero. Con algún brote 'verde' de juventud ilusionante, sólo Hugo González se metió en finales, aunque no pudo llegar a su mejor nivel en sus dos pruebas. Conviene una reinversión y un nuevo modelo que favorezca el cuidado del talento individual en la piscina. Otro deporte fundamental como la gimnasia quedó lejos de las expectativas, igual que el ciclismo con honrosas excepciones en las figuras de Mavi García y Albert Torres.

El 'nuevo' olimpismo también tuvo impronta española, pese a la ausencia del discutido breaking. La escalada, el skate o el surf sumaron finales y diplomas para marcar el camino de un modelo para el que España tiene "talento probado" y sólo necesita tiempo para consolidarse, como reflexionaba Alejandro Blanco en El HuffPost. 

Ese tiempo hacia Los Ángeles 2028 empieza ya. Cuatro años son, al tiempo, un mundo y una cuenta atrás en la que no hay días por desperdiciar en el objetivo de consolidar la fuerza del deporte español.

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Miguel Fernández Molina (Sabiote, Jaén, 1987) es periodista licenciado por la UCM. Trabajó ocho años en el medio digital 'Mundotoro' antes de llegar a 'El HuffPost', donde ejerce de responsable de cierre y escribe sobre deporte, internacional y política, entre otros campos. Puedes contactar con él en miguel.fernandez@huffpost.es