El espectáculo y el 'marketing' también corrompen el arte del videojuego
El pasado fin de semana tuvo lugar en Los Ángeles el E3 de 2016, la feria del mundo del videojuego en la que se presentan los estrenos que decidirán el futuro del sector. Las compañías mostraron sus mejores galas y no repararon en gastos para intentar demostrar que su conferencia era la mejor, la más llamativa y la más maravillosa del mundo.
El pasado fin de semana tuvo lugar el E3 de 2016, la feria del mundo del videojuego en la que se presentan los estrenos que decidirán el futuro del sector y que, como los Óscar, se celebraba en Los Ángeles.
Al igual que en el evento más conocido del mundo del cine, las estrellas del sector hicieron buen acto de presencia, las compañías mostraron sus mejores galas y no repararon en gastos para intentar demostrar que su conferencia era la mejor, la más llamativa y la más maravillosa del mundo.
¿Y en qué quedó todo?
Bueno, es cierto que no hubo tanto humo como el año pasado, aunque también tuvimos ejemplos de ello, como Death Stranding, lo nuevo del director Hideo Kojima (creador de la saga Metal Gear Solid) que, pese a no tener todavía ni motor gráfico y no mostrar absolutamente nada del juego a excepción de un teaser por animación, ha incendiado Internet y las redes sociales con posibles teorías, argumentos y expectación, mucha expectación.
Resulta innegable comparar a estas alturas el parecido de Hollywood con los videojuegos, ya no solo por los eventos que se realizan, sino porque el simple nombre de un director o de un actor basta como efectiva herramienta de marketing para vender un producto meses o años antes de su estreno sin siquiera saber nada del mismo.
Aunque este año también hubo presentaciones totalmente nuevas e interesantes como... No, mejor olvidemos este párrafo.
La verdad es que hubo muy pocas, casi todo lo que se mostró fueron refritos, remakes, reboots y continuaciones de sagas que, a pesar de demostrar una gran calidad, nuevas mecánicas y estar muy bien trabajadas, como el nuevo God of War para PS4, Resident Evil 7 o Battlefield 1, no hacen más que poner en evidencia que, al igual que en la industria del séptimo arte, cada vez resulta más difícil encontrar nuevas fórmulas y es más fácil exprimir a la gallina de los huevos de oro.
Pero lo verdaderamente interesante de todo esto es que, sencillamente, nos encanta. Nos fascina e ilusiona saber que nuestro director favorito tiene un nuevo proyecto, que esa obra que tanto nos gusta va a ser representada en la gran pantalla o que ese juego con el que pasamos tan buenos momentos anuncia su cuarta o séptima entrega, da igual.
No lo neguemos, somos seres de costumbres a los que les encanta el calor de lo cotidiano y recelan de lo desconocido, aunque en contraposición también estamos hambrientos de novedades, de sorpresas y de creatividad, algo que cada vez resulta más difícil conseguir hoy en día.
Y es que el sector del arte como entretenimiento no hace más que reflejar una de las muchas paradojas que engloban nuestra naturaleza.