Tres lecciones de Johan Cruyff
Johan Cruyff fue un emigrante. Muy cualificado, eso sí. En su época como futbolista había cupos estrictos de inmigrantes (dos jugadores extranjeros y dos oriundos). Y él se asentó en Barcelona y, con el tiempo, pasó a ser holandés, español, catalán, europeo. La suya, como la de tantos otros, es una historia de identidades múltiples, complejas y mezcladas.
Yo tenía seis añitos cuando Johan Cruyff jugó la final Holanda-Alemania en el Mundial del 1974. Lo veía en blanco y negro aunque se hablaba de "la naranja mecánica" (yo, por entonces, ni siquiera sabía que había una película con ese título). Años después, disfruté de su etapa de entrenador con el famoso Dream Team. Hoy recuerdo con cariño a este hombre tan genial. Pero prefiero centrarme en algunas lecciones que van más allá del fútbol.
Primera lección, sobre economía
Foto: GETTY IMAGES
Lamentablemente, Cruyff ha muerto antes de tiempo. Se lo ha llevado un cáncer de pulmón. Fumó mucho, hasta que lo dejó en 1991, tras sufrir un infarto. Luego, vinieron los chupachups, con una imagen que también se hizo famosa. Pero ya era tarde. De igual modo, en nuestra sociedad española llevamos años con una crisis brutal y demoledora. Y una gestión de la misma a base de recortes sociales y de políticas de austeridad, que no solo se han practicado de manera implacable sino, sobre todo, de forma poco inteligente. Recortes en educación, en investigación científica, en innovación, en desarrollo, en universidades. Luego nos lamentaremos y buscaremos un chupachups. Pero será tarde. Habremos perdido una generación marcada por el tremendo desempleo juvenil, la falta de oportunidades y una economía incapaz de aportar valor añadido en un contexto global.
Segunda lección, sobre política
Foto: EFE
Johan Cruyff innovó el fútbol moderno, tanto como jugador en la época de Rinus Michels, como en su periodo de entrenador. Su nombre quedará asociado al fútbol total, a la naranja mecánica y al Dream Team. "Todos defienden, todos atacan", sería una frase que puede definir su modo de entender el fútbol. Vendría bien aplicarla en estos tiempos de negociaciones políticas, pues parece que los partidos políticos están entrando en esta fase (¡más de 100 días ya tras las elecciones!) negociando con otros... y, a la vez, pendientes de las encuestas, de las siguientes elecciones, de las divisiones internas... Cruyff recomendaría que "es mejor ganar 5-4 que 1-0" pero los políticos españoles no parecen hacerle caso. Y así nos va. Por otro lado, si nos fijamos en la política europea, vemos una situación semejante: se resquebraja el proyecto europeo pero no se reacciona con vigor. Necesitamos, en este sentido, un poco de "política total".
Tercera lección, sobre cultura y sociedad
Foto: Koen Van Weel / EFE
Johan Cruyff fue un emigrante. Muy cualificado, eso sí. En su época como futbolista había cupos estrictos de inmigrantes (dos jugadores extranjeros y dos "oriundos"). Cruyff se asentó en Barcelona y, con el tiempo, pasó a ser holandés, español, catalán, europeo. La suya, como la de tantos otros, es una historia de identidades múltiples, complejas y mezcladas. Todavía en tiempos de Franco llamó Jordi a su hijo y después fue entrenador de la selección catalana. Jordi Cruyff, criado en Barcelona, jugó con Holanda. ¿Hasta cuándo es alguien "extranjero" o "inmigrante"? ¿Se resuelve el asunto por la cuestión jurídica (tener el DNI o no), por el aspecto afectivo (sentirme de tal país), por lo lingüístico (hablar sin acento)...? ¿Es lo mismo la identidad sentida por uno mismo y la identidad atribuida por los demás? ¿Cómo gestionamos todo esto para tener una convivencia fecunda y pacífica? Los atentados de Bruselas han vuelto a poner estas cuestiones sobre la mesa. Y preguntarlas es ya una lección, aunque las respuestas no sean fáciles.
Diré para terminar que yo soy del Atleti, y quizá por eso recuerdo especialmente el maravilloso gol de espuela que Cruyff nos marcó en el ya lejano 1974. Ojalá aprendamos estas tres lecciones para que la realidad no nos meta estos tres goles en la economía, en la política, en la cultura. Lo peor sería perder 3-0.