Política y mentira
Un político debe ser coherente diciendo lo que es capaz de defender tanto en público como en privado. Las promesas electorales ahora más que nunca deben cumplirse. Cuando uno no puede cumplir su programa electoral, debe dimitir o convocar un referéndum. No sirve la excusa de que no hubo más remedio o haber sido obligados desde fuera. Sólo cumpliendo lo que se dice los ciudadanos volverán a confiar en la política y los políticos.
Una parte de la ciudadanía asocia mentira y política más veces de lo que sería deseable, y no es algo nuevo. Es de sobra conocida la frase de Adolfo Suárez: "Puedo prometer y prometo", pronunciadas el 13 de junio de 1977 en Televisión Española en los prolegómenos de las elecciones de 1977. Con ello buscaba darle más rigor a sus promesas electorales. También es recurrente la firma de programas electorales ante notario por parte de algunos políticos como Diego Valderas candidato de IU a la presidencia de la Junta de Andalucía en las últimas elecciones, quien se comprometió a cumplir el programa electoral en caso de ganar las elecciones.
Los políticos necesitan ahora más que nunca ganarse la confianza de los ciudadanos y para ello es necesario hacer gestos importantes, sobre todo en el cumplimiento de las promesas y compromisos que asumen. Aunque como decía Fletcher Reede (Jim Carrey) a su hijo en la película Mentiroso Compulsivo aquello de que "los mayores a veces mienten en su trabajo", después de que se cumpliera el deseo de su vástago para que su padre no pudiera mentir. Según Fletcher Reede le impedía desarrollar su tarea de abogado de forma adecuada. Pero en política la verdad cobra ahora más importancia que nunca. Las dudas sobre las mentiras de Rajoy en lo que se refieren a la información publicada sobre los papeles de Bárcenas han llevado a los ciudadanos y partidos a pedir su dimisión, llevando al Gobierno a una situación de inestabilidad que crea desconfianza sobre España fuera de nuestras fronteras.
Aunque pueda parecerlo no es cierto que los políticos mientan ahora más que antes. El desarrollo de las tecnologías de la información y la comunicación, unido a la revolución de la sociedad de la información, ha dejado desnudos a los políticos ante la opinión pública y en un permanente Gran Hermano que vigila constantemente lo que hacen y lo que dicen. Salen a relucir sus contradicciones a través de material audiovisual creado y colgado en las distintas redes sociales por cualquier ciudadano con unos conocimientos tecnológicos básicos. Ya nadie se puede permitir decir algo alegremente aunque el auditorio sea pequeño y de confianza. Puede estar al acecho una persona con un dispositivo móvil dispuesto a grabar, como le pasó a Durán Lleida cuando acuso a CDC y a algunos de Unió de allanar el terreno a ERC. Ya uno no puede poner un SMS o whatsapp a la ligera a un colaborador que mañana puede pasar a convertirse en un enemigo que los utilizará para atacar, como la conversación que mantuvo Rajoy con Bárcenas a través de SMS que demuestra la complicidad y el apoyo del presidente a su extesorero, incluso cuando se conocía el dinero de Bárcenas en cuentas suizas, según información aparecida en el diario El Mundo.
Las promesas electorales ahora más que nunca deben cumplirse. De lo contrario es mejor no asumir esos compromisos cuyos incumplimientos pueden ser puestos en evidencias en cualquier momento, como del ínclito Rajoy en la subida de impuestos, el abaratamiento del despido o los recortes en educación y sanidad...
Esto pudiera llevar a pensar que nadie que se dedique a política deba hablar o utilizar los medios tecnológicos para comunicarse. Incluso algunos apuestan por hacer programas electorales con pocos compromisos. Pero esa no es la solución. Un político debe ser coherente diciendo lo que es capaz de defender tanto en público como en privado. Además, cuando uno no puede cumplir su programa electoral en lo esencial o sustancialmente, debe dimitir o convocar un referéndum. No sirve la excusa de que no hubo más remedio o haber sido obligados desde fuera. Sólo cumpliendo lo que se dice los ciudadanos volverán a confiar en la política y los políticos. Se trata de un deseo que no se va a poder cumplir de la noche a la mañana, pues hay que superar previamente grandes decepciones que han llevado a una desconfianza generalizada, que demuestran todos los estudios sociológicos que se hacen en nuestro país.