Cicatrices de la vida
Tenemos que eliminar el miedo que existe al fracaso, y dejar de considerar las marcas que deja como algo negativo. Conseguiremos una sociedad con un mayor número de personas preparadas para hacer frente a mayores retos. Es algo imprescindible en un sociedad de cambios veloces y complejos.
La trayectoria vital de las personas está llena de situaciones que dejan marcas en forma de cicatrices: los fracasos personales, las pérdidas irrecuperables, los proyectos inacabados, los retos fracasados..., muchas situaciones no deseadas que se dan y que, al contrario de lo que pudiera parecer, fortalecen más que debilitan.
Reconozco que me gusta conocer la historia de cada una de esas heridas, ver personas forjadas en mil batallas, que han renunciado a una vida más cómoda por otra llena de situaciones que las enriquecen, hasta forjar una personalidad difícil de conseguir en las mejores escuelas de negocios.
En nuestro país se suele castigar sobremanera el fracaso. Muestra de ello es la utilización de forma despectiva del término perdedor, sin tener en cuenta que el que nunca ha emprendido un proyecto, nunca ha fracasado; el que no ha competido, no ha perdido. Es más común de lo que sería deseable apartar al que ha fracasado, renunciando con ello a enriquecernos con la experiencia que lleva consigo, prefiriendo contar con personas sin fracasos en su historia, aunque no cuenten con el mismo bagaje. Sin tener cuenta que, como dice un conocido proverbio, "Ningún mar en calma hizo experto a un marinero".
Conozco a personas que han tenido siempre el viento a su favor, haciéndoles la vida relativamente fácil, sin tener que arriesgar excesivamente para conseguir sus objetivos. Personas a las cuales, al encontrarse con el primer contratiempo, les ha costado más de lo normal superar las situaciones adversas, sin conseguir finalmente un resultado satisfactorio.
La vida, por lo general, está llena de éxitos y fracasos. Debemos prepararnos desde la infancia para saberlos afrontar de la forma más adecuada, consiguiendo que las situaciones negativas también nos fortalezcan. Se trata de una tarea que debería ser una prioridad para nuestro sistema educativo, que se ha quedado obsoleto en su funcionamiento y concepción, poniendo solo en revisión temas que considero de menor calado, como la necesidad de incluir la religión en la educación. Lo que necesita el sistema educativo es una revisión total, teniendo en cuenta que nuestra sociedad ha cambiado radicalmente en los últimos tiempos.
Esta forma de entender el fracaso que existe en nuestra sociedad seguramente sea uno de los elementos culturales que hace que nuestro sistema económico sea menos competitivo que otros. El miedo al fracaso impide la aparición de más emprendedores y personas que se arriesguen a nuevos retos. Los primeros contratiempos llevan a la gente a tirar la toalla de manera definitiva en la mayoría de los casos, y a no enfrentarse de nuevo con proyectos que conlleven algún tipo de riesgo.
Si queremos una sociedad más competitiva, deberemos potenciar a los que se enfrentan constantemente con nuevos retos, aunque en ocasiones fracasen. Animaremos a nuestros colaboradores a que se arriesguen y sean emprendedores, aunque ello conlleve equivocaciones. No hay mejor manera de aprender que a través de errores nuestros, errores previos.
Si diéramos a elegir a nuestros jóvenes entre una vida llena de obstáculos con éxitos y fracasos, o una fácil sin mayores contratiempos, seguramente elegirían la segunda. Aunque con ello tuvieran que renunciar a experiencias que forjasen su personalidad y la hicieran mucho más consistentes y capaces frente a todo tipo de situaciones.
La crisis que hemos pasado ha demostrado que, en gran medida, la sociedad no estaba preparada para afrontar momentos de dificultad y de incertidumbre, después de venir de un largo periodo en el que las cosas fueron mucho más fáciles y predecibles para la mayoría.
Tenemos que eliminar el miedo que existe al fracaso, y dejar de considerar las marcas que deja como algo negativo. Con ello conseguiremos una sociedad con un mayor número de personas preparadas para hacer frente a mayores retos. Es algo imprescindible en un sociedad donde los cambios se producen cada vez a mayor velocidad y son muchos más complejos.