¿Qué hacer cuando te rompen el corazón?
Tú vales por lo que eres, no por quien te quiera o te odie. No le podemos gustar a todo el mundo ni podemos conseguir que alguien nos quiera por mucho que creamos que sea el amor de nuestra vida. Los amores acaban, aunque su final nos duela. Tú eres una persona especial, con ganas de amar y capacidad de amar.
En su tercer disco Amaral cantaba uno de sus grandes éxitos, Sin ti no soy nada. La protagonista de la letra de la canción hablaba de una emoción, de cómo se sentía tras perder a su pareja, como una niña triste tirada en la cama que abrazaba su almohada. Y yo no dudo de que nos podamos sentirnos así tras un divorcio o una separación. Una ruptura de pareja es una pérdida (incluso aunque haya sido decisión nuestra) y puede llevarnos a sentir emociones extremas. Pero no todo lo que sentimos es cierto, a veces sentimos que nuestra vida está acabada y no es verdad. Y si pueden ser normales esas emociones en un primer momento, no nos podemos conformar con ellas y quedarnos en la tristeza toda la vida. No es cierto que el tiempo todo lo cure, todo depende de lo que hagamos en ese tiempo. ¿Y qué es lo que podemos hacer cuando nos dejan y sentimos que no somos nada?
Todos tenemos en la cabeza las típicas imágenes de hombres tomando whiskies en la barra del bar y mujeres comiendo sin fin grandes tarrinas de helado. Las canciones de desamor, el cine y posiblemente los amigos nos digan que lo hay que hacer es salir de fiesta o que un clavo saca otro clavo. Cada persona es diferente, cada persona tiene su ritmo y tiene formas diferentes de superar una ruptura. Sin embargo, hay algunas pistas que pueden servir para la mayoría de nosotros.
Lo primero que conviene hacer, si tenemos ganas, es llorar la pérdida y sentir todas esas emociones de desesperanza y dolor. Lo peor que se le puede decir a una persona que llora es que no llore, que venga, que lo supere, que no es nada. Teníamos pasión, amor, cariño o esperanza, y ahora lo hemos perdido: tenemos derecho a llorar, a enfadarnos, a negar la ruptura y a preguntarnos mil y una veces por qué.
Desde el primer momento, cuanto antes podamos, es bueno poder hablar sobre lo que ha pasado, cómo nos sentimos. No se trata de tener la obligación de hablar con una amiga o un amigo si no nos apetece. Si no nos apetece, lo dejamos para después y ya veremos. Ni tampoco es cuestión de ir contando las penas a los cuatro vientos. Pero siempre es bueno oír cómo nos sentimos de nuestra boca mientras se lo contamos a alguien. Las penas compartidas son menos penas.
Hablar con alguien de todo lo que sentimos y pensamos no solo sirve para desahogarnos. El lenguaje ayuda a ordenar nuestras ideas. Por eso una tarea muy oportuna puede ser escribir lo que pensamos y estamos viviendo. Esforzarnos en poner por escrito todas esas frases que nos estamos repitiendo una y otra vez y que se han podido convertir en un martilleo rítmico insoportable o en un ovillo que no sabemos desliar.
Un día, unos días, una semana, un par de semanas. En algún momento tenemos que dejar de llorar (aunque sea un rato) y salir a la calle. No es necesario salir de fiesta (si apetece, pues muy bien), pero lo peor que podemos hacer es no hacer nada: del trabajo a la casa y de la casa al trabajo, con horas y horas de televisión o de obligaciones. Es necesario salir de la rutina y mantenernos activos, ver a amigos, quedar a tomar un café, salir a ver escaparates, pasear por una vía verde o ir al cine.
¿Y qué hacer con la esperanza? A veces nuestra expareja nos da una de cal y una de arena y a veces podemos creer que no todo está perdido, que podemos volver a estar juntos. Y a veces podemos ver señales donde no las hay e ilusionarnos con que el amor triunfe y vuelva a resurgir. Sin embargo, hay una prueba más importante que cientos de cosas que se nos puedan pasar por la cabeza, nuestra pareja no está con nosotros, no quiere estar con nosotros, porque si quisiera estaría con nosotros. No sabemos lo que el futuro nos puede deparar, pero no podemos esperar lo que posiblemente no pase nunca. Lo mejor es decir adiós y, si podemos, como Rosana, que te vaya bonito.
Seguro que ya nos hemos preguntado muchísimas veces por qué nos han dejado o le hemos dado mil vueltas a lo que ha sucedido. Con un poco de distancia y de tiempo (unos días o unas semanas) podremos comprenderlo mejor. Después de un pequeño tiempo, es el momento de revisar aquellas ideas que hemos escrito sobre todo lo que nos ha pasado por la cabeza. Seguro que son unas pocas ideas y preguntas repetidas de mil formas diferentes. ¿Por qué nos han dejado? Porque sus emociones, sus esperanzas, sus proyectos, lo que piensa, ha cambiado. Y de eso nosotros no podemos ser culpables, hemos podido cometer errores o no, no darnos cuenta de aquello o de lo otro, pero nosotros seguíamos queriendo.
Tú vales por lo que eres, no por quien te quiera o te odie. No le podemos gustar a todo el mundo ni podemos conseguir que alguien nos quiera por mucho que creamos que sea el amor de nuestra vida. Los amores acaban, aunque su final nos duela. Tú eres una persona especial, con ganas de amar y capacidad de amar. Tú tienes un millón de virtudes, aunque alguien no lo vea, aunque tú no lo sepas, aunque no te lo creas.
Y ahora comienza una nueva etapa. Tú eres protagonista de tu nueva vida. No se trata de tomar grandes decisiones unos días después de una ruptura, se trata de saber que ahora tu vida la controlas tú. Podrás tener muchos condicionantes, muchas cosas que no controlas, pero tú vas a ser la persona que va a decidir qué hacer con todo eso que te rodea y con todo eso que eres. Quizás sea el momento de hacer aquellas cosas que nunca te habías atrevido a hacer, empezar proyectos guardados en un cajón. Quizás sea el momento de conocerte mejor y superar con ayuda profesional aquellos problemas de los que siempre te habías quejado. Quizás sea el momento de buscar nuevos amores o retomar antiguas y queridas amistades. Lo que es seguro es que es un buen momento para volver a ser feliz.