Mitos en el amor: ¿somos tan distintos los hombres y las mujeres?
Muchos años llevamos con la lucha por la igualdad de género y mucho tiempo llevamos oyendo a la vez que hombres y mujeres nunca nos entenderemos porque somos diferentes. Empezaré mi crítica a esta ideología de desigualdad de género afirmando que, cuando hablamos de relaciones de pareja, eso es falso, completamente falso.
Seguro que lo has oído muchas veces: hombres y mujeres somos distintos. Alguna vez habrás escuchado (o dicho) algo así como "tu Fulanito nunca lo va a entender, los hombres son así, son simples, no les pida más" o algo como aquello de "a las mujeres no hay quien las entienda". Muchos años llevamos con la lucha por la igualdad de género y mucho tiempo llevamos oyendo a la vez que hombres y mujeres nunca nos entenderemos porque somos diferentes y prácticamente irreconciliables.
Empezaré mi crítica a esta ideología de desigualdad de género con una aseveración rotunda (tan rotunda como los títulos de esos libros de los que voy a hablar a continuación): cuando hablamos de relaciones de pareja es falso, completamente falso, que hombres y mujeres seamos diferentes y consecuentemente es igual de falso que tengamos que aceptar este hecho para ser felices.
John Gray, en el año 1992, publicaba su archiconocido Los hombres son de Marte, las mujeres son de Venus y, de esta manera, se oficializaba a las puertas del siglo XXI el regreso a principios de XIX. Para el autor, la mayoría de los problemas en la pareja surgían de no entender que los hombres y las mujeres somos distintos. Comenzaba el libro explicando cómo él se dio cuenta de este hecho tras el primer día en el que se fue a trabajar tras pasar cinco días ayudando en casa (ayudando que no compartiendo obligaciones y trabajo) después del nacimiento de su hija Lauren. Al regresar, su mujer se quejó de forma irracional (de forma muy femenina) por los dolores que tenía, asegurando que nadie se había preocupado por ella. Él por supuesto se enojó porque su esposa le culpabilizara sin responsabilidad alguna y todo continuó con "un intercambio de palabras duras". Él se dispuso a irse y zanjar (de forma muy masculina) la discusión. Y entonces llegó la luz a través de las palabras de su mujer: "'En este mismo momento estoy dolorida. No tengo nada para dar, ahora es cuando más te necesito. Por favor, acércate y abrázame'. ¿Cómo no había podido verlo? Ella solo necesitaba que me acercara y la abrazara". Todos sus problemas de pareja surgían de las notables diferencias entre hombres y mujeres, de las luchas infructuosas que eso provocaba. A partir de ahí, según el mismo dice en su libro, comenzó a investigar y a enseñar a otras parejas a ser felices aceptando que los hombres son de Marte y las mujeres de Venus. Y después vinieron muchos más libros en la misma línea (con títulos como Por qué los hombres mienten y las mujeres lloran) y esta ideología de desigualdad de género, especialmente en las relaciones de pareja, se ha aceptado por gran parte de nuestra sociedad.
¿Pero son tan distintos hombres y mujeres? Es verdad que existen estudios que señalan diferencias entre hombres y mujeres. No tantos como se cree, pero sí es verdad que algunos factores de personalidad y otras variables cognitivas se distribuyen de forma diferente entre hombres y mujeres. Los hombres obtienen mejores puntuaciones en determinadas habilidades motoras o de procesamiento espacial, y las mujeres suelen obtener mejores resultados en pruebas de atención o lenguaje. Conocidísimos son los estudios que han encontrado desde una edad muy temprana diferencias entre los juegos de los niños y las niñas. Se nos repite una y otra vez que los niños son más agresivos y las niñas son más prosociales, están más interesadas por los demás y las emociones. ¿Entonces para ser felices en una relación de pareja tenemos que aceptar que hombres y mujeres somos distintos? Por supuesto que no.
Las investigaciones que señalan las diferencias entre hombres y mujeres lo único que han descubierto es que si comparamos al grupo de hombres con el grupo de mujeres hay diferencias. Son diferencias en los valores medios y eso no tiene ninguna utilidad práctica cuando hablamos de relaciones de pareja. El ejemplo más sencillo para explicar esto posiblemente es la medida de la altura. Los hombres son más altos que las mujeres, eso es un hecho. Sin embargo, hay parejas donde la mujer es más alta que el hombre. Cuando hablamos de las estaturas de los miembros de una pareja en concreto, ¿sirve de algo que digamos que los hombres suelen ser más altos que las mujeres? Sencillamente no tiene sentido. Si a una mujer le gustan los hombres bajitos no tendría sentido decirle: "Es que los hombres son más altos, necesitas aceptar eso para ser feliz en una relación de pareja".
La pareja, ya esté formada por un hombre o una mujer, por dos mujeres o por dos hombres, está formada por dos personas diferentes, esa es la realidad que necesitamos comprender. Dos personas que pueden pensar, sentir y comportarse de forma diferente. No tenemos que conformarnos con que los hombres o las mujeres son esta manera o de aquella, tenemos que conocer nuestras diferencias y similitudes fuera de los estereotipos. Necesitamos conocer a nuestra pareja y dejarnos conocer, establecer una comunicación fluida basada en el respeto al otro, que es alguien diferente a nosotros. Si amamos a nuestra pareja va a haber cosas que no nos gusten de él o de ella, y va a haber cosas que nos van a encantar. Amamos a nuestra pareja con todo, con lo que no nos gusta y con lo que sí. Pero nunca nos tendremos que conformar porque es que los hombres o las mujeres son así, mal de muchos, consuelo de tontos. Busquemos un amor que nos guste, con el que disfrutemos y podamos compartir muchos momentos de nuestra vida a pesar de nuestras diferencias o discrepancias.
Además, la mayoría de las diferencias de las que hablan esos libros de la desigualdad de género no son genéticas, son aprendidas. Cada vez hay más mujeres que no necesitan ser protegidas, que son fuertes y seguras, y cada vez hay más hombres sensibles que saben entender las emociones suyas y de los demás. No nos dejemos arrastrar por prejuicios que nos conducen a la insatisfacción. Los hombres no tienen por qué mentir, y hombres y mujeres pueden llorar y reír de igual forma. Hombres y mujeres podemos aprender a pensar, sentir y comportarnos de otra manera para ser felices, no podemos escudarnos en viejos clichés. Y buscando ese crecimiento que implica ser más felices e inteligentes emocionalmente, podremos ser más felices en nuestras relaciones de pareja.
Hace unos días muchos nos volvíamos a sorprender con el penúltimo estudio que nos avisa de que el machismo y la desigualdad de género siguen presentes en muchos jóvenes. El Instituto Andaluz de la Mujer nos señalaba que demasiados jóvenes creen que la mujer es más débil que los hombres o que el lugar de una mujer está en su casa, con su familia. Necesitamos relaciones de pareja felices desde la igualdad, sin estereotipos, para cambiar la sociedad y conseguir nuevos modelos de convivencia y de amor para todos nosotros y para las futuras generaciones.