Mitos en el amor: quien no tiene celos no ama
Muchas parejas se arriesgan con el peligroso juego de los celos. Sabemos que pueden ser muy destructivos pero seguimos provocándolos y reforzándolos, dándoles en unas ocasiones una inocencia que no tienen y en otras utilizándolos para jugar al amor (pero no para amar).
Shakespeare nos lo advertía a través de Yago en Otelo. El Alférez le advertía al protagonista de la novela del escritor inglés lo peligrosos que eran los celos: "¡Oh, mi señor, cuidado con los celos! Es el monstruo de ojos verdes, que se divierte con la vianda que le nutre. Vive feliz el cornudo que, cierto de su destino, detesta a su ofensor; pero, ¡oh, qué condenados minutos cuenta el que idolatra y, no obstante, duda; quien sospeche y, sin embargo, ama profundamente!". Y sin embargo, hoy muchas personas y muchas parejas creen que "quien no tiene celos no ama" o que "si mi pareja tiene celos es porque me quiere".
Es importante señalar que ante los mitos de los celos como algo positivo, los celos no son prueba de nada y mucho menos de amor, ni tampoco son la consecuencia natural de amar. El Dr. Rubio, expresidente de la WAS (World Association for Sexual Health ) sostiene que no todas las relaciones merecen el término amor, que deberíamos llamar relaciones de pareja solo a aquellas que suponen un vínculo afectivo que favorece la plenitud de vida tanto del amante como del ser amado. El amor si no nos hace disfrutar no es amor, será otra cosa pero no será amor y los celos no tienen nada que ver con el bienestar y la felicidad en el amor.
Pero, ¿Qué son los celos? Para la Real Academia de la Lengua son la sospecha de que la persona amada haya mudado o mude su cariño, poniéndolo en otra. Según Echeburúa y Fernández-Montalvo los celos constituyen un sentimiento de malestar causado por la certeza, la sospecha o el temor de que la persona querida, a quien se desea en exclusiva, prefiera y vuelque su afecto en una tercera persona. Por lo tanto los celos se pueden entender tanto como una emoción como un conjunto de pensamientos e ideas.
Dudar de algo, que se nos pase por la cabeza si nuestra pareja puede llegar a querer o tener una relación con otra persona no es algo bueno ni malo, en muchos casos es simplemente normal. Al cabo del día pensamos muchas cosas y muchas de ellas no son verdad, la mente humana necesita no pensar siempre lo mismo y tener ideas diferentes, alternativas. Y por eso en un momento dado podemos dudar si nuestra pareja es infiel o puede estar empezando a sentir algo por otra persona. Sin embargo esa duda no tiene porqué generar miedo y malestar.
El miedo es una emoción que se experimenta ante un peligro real, presente e inminente a nuestro bienestar físico y/o psíquico. En los celos, la emoción de miedo se produce cuando creemos que la realidad nos pone en una situación de claro y evidente riesgo, ante una infidelidad que existe o cuando el riesgo de que se produzca es grande e inmediato. De esta forma podemos decir que el temor o el miedo a perder a nuestra pareja podemos tenerlo en cualquier momento pero que la emoción de miedo real surge cuando creemos que la perdida y el daño están ya presente o irremediable y rápidamente van a llegar. Para ayudar a comprender la diferencia entre ese miedo y esa emoción de miedo quizás pueda ser útil poner un ejemplo muy habitual para explicar esta distinción. Casi todos podemos tener miedo a la muerte, sin embargo la experiencia de emoción de miedo ante la muerte solo es evidente cuando estamos ante ella. No es lo mismo tener cierto miedo o temor de que nuestra pareja nos sea infiel que sentir un miedo que nos provoque un profundo malestar.
Y esta es la primera característica que nos puede permitir distinguir los celos patológicos de otro tipo de emociones y pensamientos (como la duda): el profundo malestar. Los celos llenan nuestra vida y la de nuestra pareja de emociones negativas, de sufrimiento. El miedo provoca que la ansiedad y la inseguridad acampen en nuestra vida, y las emociones de bienestar, ilusión y confianza se alternan o son sustituidas con demasiada frecuencia por la desconfianza, el miedo y la desilusión. Y esas emociones negativas se convierten en el germen de nuevos celos y nuevo sufrimiento.
Los celos patológicos suelen tener un componente cognitivo muy importante caracterizado por pensamientos y obsesiones que se retroalimentan. La persona celosa padece gran parte del día pensamientos que buscan confirmar que la otra persona le está siendo infiel y que solo le llevan a confirmar falsamente una irrealidad ficticia o seguir buscando en su mente nuevas pruebas que demuestren la obsesión.
Sin embargo las obsesiones no se sostienen en ninguna apariencia ni en ninguna realidad, simplemente existen en la mente de la persona celotípica, los pensamientos obsesivos en torno a la infidelidad son alimentados por otros pensamientos obsesivos. Los celos muchas veces se basan en ideas absurdas sin ninguna lógica como en el corto nominado al Goya Pipas.
Sin embargo, esto nos puede llevar a una idea muy arriesgada y es pensar que si las dudas están basadas en hechos, si la infidelidad es real, los celos patológicos no existen. El gran problema de esta idea es que las personas celotípicas pueden ser conscientes de lo equivocados que son sus pensamientos o pueden no serlo y creer que los indicios y señales que detecta son claros y solo pueden demostrar una cosa, la infidelidad presente o inminente. Por eso para poder detectarlos es mejor fijarse en otro aspecto en relación con los pensamientos celotípicos, la incontrolabilidad de los mismos y su nula capacidad para que hagamos bien las cosas. La sensación de "no poder pensar en otra cosa" en muchos momentos o durante todo el día y como estos pensamientos no nos llevan a solucionar los problemas que tenemos.
Y un día, sin saber cómo, los celos pueden pasan a controlar nuestra relación y nuestra relación dejar de ser una relación feliz. Y una duda se repite en nuestra mente y se convierte en una obsesión controlando nuestro comportamiento. Sin embargo es muy importante comprender que ante la duda de la infidelidad no tiene sentido comportarse como si la verdad fuera la que plantea la duda, como si la infidelidad fuera cierta. La vida de la persona celotípica pasa a ser una vida de vigilante o de controlador y su pareja pasa a ser una persona controlada, presa de una relación donde no hay libertad. Y todo eso para pillar lo que posiblemente no sea cierto. Y la relación de pareja se llena de conductas de control como estas:
• Preguntas continuas o recurrentes para comprobar cualquier tipo de señales o indicios, reales o no. ¿Con quién has estado? ¿Qué habéis hecho? ¿Por qué te has arreglado hoy tanto? ¿Con quién estás hablando por el WhatsApp? ¿Has vuelto a hablar con fulanito o menganita?
• Interés por el pasado. Muchos celotípicos no solo se preocupan por una infidelidad presente o futura sino por una infidelidad o amores pasados. Preguntas sobre antiguos amores o relaciones inundan o saltean cíclicamente el presente.
• Control vía telefónica o a través de visitas inesperadas. Llamadas a todas horas y especialmente a las horas que la persona celotípica cree que son más peligrosas para comprobar qué está haciendo su pareja. Visitas por ejemplo al lugar del trabajo, ir a casa fuera del horario previsto con el objetivo de pillar in situ la supuesta infidelidad o recogerle siempre a la pareja para que no vuelva nunca sola, ni tarde.
• Prohibir (o insinuar o pedir que no debería ir) determinadas actividades de ocio como cenas o viajes que puedan ser vistas como peligrosas o determinadas relaciones de amistad o relación con posibles amantes.
• Control de la forma de vestir para evitar que la pareja vaya provocando por ahí.
• Registro de objetos personales, en especial de móviles, ordenadores pero también de ropa, cajones, etc.
¿Y qué hacer si vives en una relación marcada por los celos? En primer lugar, dar importancia a lo que está sucediendo, los celos alejan a la pareja de la felicidad. Además muchas veces se convierten en una forma de maltrato en las relaciones de pareja y, como en muchas otras situaciones de maltrato, es habitual que las personas que lo sufren le quiten importancia o justifiquen el acoso que están sufriendo. En segundo lugar, es muy importante romper el silencio y buscar ayuda, consejo o apoyo en una persona ajena a la pareja, alguien de confianza. Escuchar lo que está pasando de nuestra boca mientras se lo decimos a alguien en quien confiamos puede ayudarnos a comprender la situación que estamos viviendo. Y en tercer lugar, pedir ayuda a un profesional, por ejemplo, a un psicólogo especialista en relaciones de pareja, que puede ayudar a cambiar el sufrimiento y los celos por una relación más feliz o ayudar en el difícil momento de una separación. Y no olvides que si eres mujer y crees que puedes estar siendo víctima de malos tratos puedes llamar al teléfono 016 o acudir a un centro o instituto de la mujer cercano.