El ranking de Shanghai y las olimpiadas de Brasil
Es interesante lo dramáticas que son las reacciones a la publicación del ranking anual de universidades que realiza la Universidad de Shanghai en el que no figura una sola universidad española entre las 150 primeras. Año tras año se repiten invariablemente los mismos editoriales en la prensa o comentarios en las tertulias de la televisión y la radio acerca del paupérrimo estado de nuestro sistema de universidades.
Qué exageradas son las reacciones en España. O nos pasamos o no llegamos.
Es interesante lo dramáticas que son las reacciones a la publicación del ranking anual de universidades que realiza la Universidad de Shanghai en el que no figura una sola universidad española entre las 150 primeras. Año tras año se repiten invariablemente los mismos editoriales en la prensa o comentarios en las tertulias de la televisión y la radio acerca del paupérrimo estado de nuestro sistema de universidades.
Si tenemos en cuenta que este ranking, fundamentalmente, aunque no sólo, mide el volumen y la calidad de las publicaciones en revistas científicas de cada universidad, es normal que la clasificación cambie poco de un año para otro. También es normal que las universidades españolas sigan ocupando posiciones rezagadas, ya que seguimos pendiente de una reforma universitaria en profundidad que desmonte las miserias del sistema. Es de locos pretender que se produzcan cambios si uno sigue haciendo las cosas de la misma manera, decían Einstein y muchos otros.
Mejorar en este tipo de rankings es cuestión, entre otras cosas, de eliminar barreras a la contratación de profesores y personal investigador, ser más exigente con el tipo de publicaciones exigidas, orientar los programas de doctorado en todas las áreas (no sólo en las ciencias) a publicar en journals internacionales y, por qué no, dotar al profesorado de más recursos para acudir a congresos y conferencias que les pongan en contacto con sus colegas de otros países. Se sabe.
Las universidades catalanas han empezado a hacerlo hace pocos años y se ha notado una mejoría, pero lenta. Ahora se supone que empiezan a hacerlo las madrileñas. Siempre llama la atención, porque en las webs internacionales de contratación de profesorado se anuncian universidades estadounidenses, suecas, holandesas, alemanas o de Singapur y prácticamente nunca las españolas.
No hay que olvidar que el ranking de Shanghai no es el oráculo de Delfos. No mide la calidad de la docencia. Por si sirve de indicativo, en Estados Unidos algunos de los mejores y más elitistas colleges no tienen programas de doctorado. Sin embargo, desde un punto de vista marketiniano tiene un gran valor, ya que todo el mundo lo tiene en cuenta. Tener universidades bien ubicadas en los rankings habla de la seriedad y espíritu competitivo de un país. Refuerza la marca país. Alcanzar acuerdos y partnerships sustanciosos con universidades extranjeras de renombre también es más fácil.
Con los resultados de las olimpiadas pasa lo mismo, pero en sentido contrario a Shanghai. Los resultados han sido meritorios, pero España ha sido el número 14 en el medallero. Son unos resultados que son ligeramente inferiores a los que les corresponde al país en función del tamaño de su economía y población. Países como Holanda, Hungría o Australia han obtenido mejores resultados si nos atenemos a estos parámetros. El triunfalismo sólo se justifica porque en las últimas olimpiadas los resultados fueron peores.
Los rankings tienen valor porque todo el mundo los tiene en cuenta al ser una forma fácil de evaluar resultados con una apariencia empírica. Hay que tenerlos en cuenta, aunque sólo sea por eso, pero también tomarlos con un grano de sal.