Clinton y Trump: historia de dos líderes
Las personalidades de Hillary Clinton y Donald Trump, a juzgar por sus voces y estilos de habla, son bastante diferentes. En mi análisis de sus discursos de aceptación, he encontrado rasgos de neuroticismo y estabilidad emocional, desdén y empatía, persuasión y carácter autoritario. ¿Adivinan quién mostró qué?
Las personalidades de Hillary Clinton y Donald Trump, a juzgar por sus voces y estilos de habla, son bastante diferentes. En mi análisis de sus discursos de aceptación he encontrado rasgos de neuroticismo y estabilidad emocional, desdén y empatía, persuasión y carácter autoritario. ¿Adivinan quién mostró qué?
La Voz del Poder y su versión americana, Power At Speech, tratan de la voz y el habla. Porque las personas hablan mediante patrones automáticos que surgen de cómo son y cómo se sienten, la voz de los candidatos habló más fuerte sobre su estilo de liderazgo de lo que lo hicieron las palabras.
NEUROTICISMO
Hillary Clinton: su voz tiene cuerpo, es redonda y rica. Desde la última vez que la analicé , su manera de usarla ha mejorado notablemente. Quizá se haya sometido a foniatría o a entrenamiento vocal, lo que dice mucho de su voluntad de estar preparada para el trabajo que tiene por delante. La señora Clinton es paciente.
Ha sido un cambio significante y significativo -sí, es capaz de hacer cambios significantes y significativos-. He sido foniatra y entrenadora de voz durante 20 años y sé lo difícil que es para los pacientes / clientes ajustarse a un nuevo comportamiento vocal. Requiere mucho trabajo, esfuerzo y voluntad. La señora Clinton es perseverante.
También significa que la candidata Clinton ha escuchado a sus críticos, aquellos que dijeron que no era lo suficientemente simpática o relajada, que era fría y distante. Y ha trabajado para cambiar esa impresión. Podría ser que se adapta extremadamente bien a las circunstancias o podría ser que busca complacer y agradar a los votantes. La señora Clinton es estratégica.
En cualquier caso, el resultado fue una voz flexible con grandes variaciones entre el tono más agudo y el más grave (de 421 Hz a 102 Hz [audio]). Rangos tonales tan amplios como este (de 319 Hz) hacen al hablante parecer proactivo, dinámico, preparado para remangarse y ponerse a trabajar. La señora Clinton es aplicada.
Y como su voz no ultrapasó los límites ni se quebró, sonó calmada, tranquila, incluso fría por momentos. Escuchamos a una mujer en posesión total de sus emociones, con una motivación intelectual, no apasionada. La señora Clinton es estable.
Donald Trump: su voz es plana, cansada y rasposa. Desde la última vez que lo analicé, ha perdido armónicos y frecuencias graves. Al contrario que la señora Clinton, el señor Trump no previó las nefastas consecuencias que gritar como un poseso en los mítines durante mas de un año tendría sobre su voz y, por tanto, no se preparó. El señor Trump es impaciente.
Y como no entrenó ni ensayó, su lectura fue inexpresiva. Se escuchaban las cesuras en su prosodia. Sí, ¿esas pequeñas interrupciones en las cadenas de hechos terroríficos de que estaban hechas sus frases? No es que tratase de resultar expresivo mediante pausas dramáticas. Eran tan solo los puntos en los que una nueva línea empezaba en el teleprompter. El señor Trump es inconstante.
Enfatizó sus ideas mediante tanta presión de los pliegues vocales en la línea media que lo único que sacaba eran graznidos roncos y rugosos [audio]. Este comportamiento reveló su necesidad de llamar la atención, como esos niños pequeños que cogen rabietas en el supermercado cuando está hasta arriba hasta que sus padres, avergonzados, les compran los caramelos. El señor Trump es narcisista.
Y cuando no consigue lo que quiere, hace pucheros. El señor Trump es neurótico.
EMPATÍA
En un estudio fonético que he realizado recientemente para un proyecto europeo de investigación, descubrí que la empatía en el habla se transmite a través de las variaciones de intensidad. Los hablantes que eran percibidos como empáticos hablaban bajito sobre los asuntos delicados y variaban la intensidad de la voz de acuerdo, tanto con el mensaje, como con el oyente. Los hablantes que eran percibidos como no empáticos usaban una voz homogéneamente fuerte.
Hillary Clinton: a lo largo de su discurso, cambió en muchas ocasiones la intensidad de su voz. Si bien comenzó y terminó con una intensidad entusiasmada de 81 dB (la conversación habitual se sitúa alrededor de 60 - 64 dB), a menudo bajó hasta los 71 e incluso los 69 dB. Con estas bajadas de energía, expresaba hasta qué punto le preocupaba cierto problema, alguien que había conocido, o lo intranquila que se sentía al pensar en una América que Trump liderase.
Al bajar su potencia vocal, también mostró respeto por su público [audio] -cuando menos, por los oídos de su público-. Expuso su inquietud por un tipo de futuro pero no se dedicó a asustar a los espectadores con predicciones catastróficas.
Donald Trump: todo su discurso se mantuvo entre los 81 y los 87 dB. Esto es: gritó a voz en cuello todo el tiempo. La impresión que este comportamiento vocal genera es que no le preocupan los problemas ni la audiencia.
Su único objetivo fue que le percibieran como un tipo duro. ¿Y quiénes son los tipos duros, según él? Desde luego, no esos perdedores que no pueden hacer oír su voz, sino los que gritan más alto, pisan más fuerte y pegan más duro. La empatía de una apisonadora.
PERSUASIÓN
Hillary Clinton: el tono del discurso de la señora Clinton evolucionó a lo largo de mensajes cuidadosamente estructurados. Desde principio a fin, el oyente -a no ser que se distrajera con esa mosca en la pared o ese tweet- era capaz de seguir el razonamiento que la candidata expuso con precisión. Fue un discurso perfecto y lo dio muy bien.
Usó un estilo de persuasión intelectual basado en hechos e información objetiva. Por eso su voz era contenida, medida, si bien entusiasta y feliz -pero sin exagerar-.
Donald Trump: las inflexiones tan estrechas de su voz y la manera en que gritaba -áun mas fuerte- las palabras que quería enfatizar revelaban un estilo de persuasión de a-la-cama-sin-cenar. ¡Ya!
Cuando anunció su candidatura, le describí como un negociador tipo bola de demolición. Después de un año de asistir a sus propios mítines, su estilo de persuasión se ha convertido en algo que me recuerda a esos collares para perros con pinchos hacia adentro.
También ha añadido un tono sombrío de ficción distópica. Soldados marcharán por las calles húmedas y grises. Niños pequeños los mirarán hacia arriba, sus ojos temblando llenos de lágrimas, y esconderán sus caritas en el delantal de su madre. Y desde lo alto de la Torre Trump, él estará vigilando.
Por fin, tras ocho anos de desastre liberal, "la seguridad será restablecida" [audio].
Y mientras tanto, seguiremos asustados.