Nunca desprecies la maldad del niñato Trump
"¡¡Ya se ha despertado!!", es el grito de advertencia que mi compañera de Internacional, Laura Riestra, lanza cada mañana a eso de las 12 de la mañana. Eso significa que son las 6 en Washington y que Donald Trump, presidente de Estados Unidos, ya está despierto y haciendo lo que nunca antes se ha visto en alguien que ocupa el Despacho Oval: comunicar decisiones de gobierno a través de Twitter, su juguete favorito.
"¡¡Ya se ha despertado!!". Es el grito de advertencia que la responsable de Internacional, Laura Riestra, lanza cada mañana a eso de las 12 de la mañana. Eso significa que son las 6 en Washington y que Donald Trump, presidente de Estados Unidos, ya está despierto y haciendo lo que nunca antes se ha visto en alguien que ocupa el Despacho Oval: comunicar decisiones de gobierno a través de Twitter, su juguete favorito.
Lo hace a través de su cuenta personal, @realDonaldTrump, y no con la cuenta oficial de presidente, @POTUS. Como si el cargo no fuera con él. Como si el comandante en jefe del país más poderoso del mundo no tuviera unas obligaciones, unas servidumbres, unas normas que seguir.
Porque Trump no es un tipo que cumple las normas. Es alguien que, si quiere "agarrar del coño" (según sus propias palabras) a una mujer, lo hace y, además, se jacta de ello.
Su comportamiento es más propio de un chaval malcriado que de un hombre de 70 años. Un adolescente empeñado en tener razón las 24 horas del día. Un macarra haciéndole la vida imposible a sus compañeros a la hora del recreo. Pero ni estamos en el instituto ni las víctimas se limitan a unos cuantos compañeros de clase.
Durante la campaña en las primarias republicanas, Trump dijo una de esas frases que dejan claro cómo se las gasta: "Odio a los periodistas pero no los mataría"... "Bueno, creo que no", remató. Chistiane Amanpour, reportera estrella de CNN, advirtió entonces sobre ese matonismo: "Mete miedo y odio en esta campaña".
Trump se comporta como un acosador prototípico: fuerte con el débil, pelota con los chuletas como él y desafiante con quien osa afearle el comportamiento. ¿Qué pasa por la cabeza a este hombre?
En junio de 2016, meses antes de ser elegido presidente, la publicación The Atlantic publicó el artículo "La mente de Donald Trump. Narcisismo, antipatía, fanfarronería".
Para describir el perfil psicológico del inquilino de la Casa Blanca, la revista utilizó adjetivos como agresivo, dominante, teatrero, hiperactivo, grosero, arrogante y carente de empatía.
El periodista John Carlin escribía hace poco que Trump es un "man baby", un hombre bebé, "con el desarrollo emocional de, bueno, quizá no de un recién nacido, pero sí de un chico malcriado de primaria".
Un chico al que no le importa que las mujeres no puedan decidir sobre su cuerpo. O hacer pasar a sus vecinos por traficantes, delincuentes y violadores. O truncar los sueños de cientos familias que ven en EEUU la esperanza de un nuevo comienzo. O saltarse a la torera las alianzas económicas que su país había tejido durante décadas.
Trump podría argumentar a su favor que para eso lo votaron y tendrá razón. Después de años pidiendo a los políticos que cumplan sus promesas, al mundo le ha tocado uno que está dispuesto a llevarlas a cabo. Aunque, como diría Trillo, manda huevos que tenga que ser Trump.
La cuestión no es si cumple sus promesas (un saludo desde aquí a los que dijeron que, al llegar al cargo, se modería). La cuestión es si se puede gobernar un país desde el abuso al débil. Sólo una semana ha tardado en saltarse una línea roja en EEUU. En un lugar próspero gracias a los inmigrantes - porque los verdaderamente nativos allí son los indios americanos-, Trump ha decidido que el niño al que más collejas le va a dar es inmigrante y musulmán. Y en él ha volcado el empresario-presidente sus ganas de pelea.
Por suerte, en esta ocasión, el acosado no se encuentra arrinconado en una esquina del patio. En su auxilio han acudido una juez federal, miles de ciudadanos, las empresas más importantes del país, líderes internacionales y hasta el alumno más brillante del cole diciendo que así no, que el bullying no forma parte de nuestras normas de convivencia y que no lo vamos a tolerar.
Como el exvicepresidente Joe Biden le dijo hace unos días: "Crece, Donald, crece. Es hora de ser un adulto".