La ciudad "isla"
La ciudad de Londres continúa en los primeros puestos reputacionales del mundo entre las 20 primeras, según la lista del Reputation Institute 2018, que lidera Tokio. Barcelona cae del puesto 8 al 15 y Madrid sube al 19, más por las que caen otras que por lo que sube en sí misma. La fiabilidad de estos rankings, y otros, es más que dudosa, porque se elaboran desde atalayas corporativas, pero Londres es un modelo crecientemente vulnerable, porque representa el modelo de ciudad financiera global, basado en el aislamiento y la especulación global, justo en el momento en que los postulados neoliberales son los más agudos de la historia reciente y el Brexit acaba de empezar, sin que sepamos bien adónde nos llevarán sus graves consecuencias políticas, económicas y sociales.
Para asombro de urbanistas y políticos, desde siempre, el régimen de gobierno de Londres ha sido excepcional y sus variantes han sido llamativas a lo largo del tiempo. Pero la nueva situación, que se destaca por National Geographic, en su número de noviembre de 2018 como El boom de Londres ofrece tantas incertidumbres como la propia salida británica de la UE. Se podría decir que, después de exacerbar un modelo territorial de liberalismo basado en la colonización de los espacios obsoletos y la revalorización producida por el transporte, el parque inmobiliario de la ciudad inglesa crece desbocado, en paralelo a la generalización de las clases precarias y el encarecimiento de la vida, el alquiler y el suelo que han convertido, -según National Geographic- "el Centro, en una isla para turistas, oligarcas rusos y príncipes saudíes". Un diagnóstico que podría extenderse como un mantra a muchas ciudades españolas y europeas afectadas por el síndrome de la expansión radical del capitalismo sin reglas, bajo el influjo de la denominada "regeneración" que es la expresión urbanística de la ocupación de zonas abandonadas, sobre-gentrificación acelerada y expulsión de miles de residentes a las periferias, en un proceso que tal vez no tiene más parangón con el londinense que en el revolucionario proceso de destrucción/construcción/remasificación de las ciudades chinas.
En España estamos viviendo esa ola urbana neoliberal en la mayoría de las ciudades. Es la consecuencia de la globalización del mercado del saqueo, la concentración de capitales y operadores y la acción de grandes compañías mundiales que no pagan impuestos en relación a sus increíbles beneficios y a la opacidad de sus cuentas y su gestión en relación con la legislación laboral y los regímenes urbanísticos locales.
Que Londres siga en la cima después de convertirse en la metáfora de la isla urbana de la insolidaridad por antonomasia es un reto que parece fácil para unos promotores piratas que siguen viviendo de las recetas de Margaret Thatcher tantos años después. Han conseguido difundirlas por el mundo y se han hecho fuertes en toda Europa, para luego salirse, también ellos, del capitalismo europeo sin reglas y aplicárselas solo a los beneficios propios de la codicia y del uso extensivo de los paraísos fiscales de los que las islas británicas siguen siendo tan buen exponente, en general. Además, aunque las más de las veces el de la evasión de impuestos es propiamente un fenómeno insular, "la City de Londres y muchos territorios británicos son -de facto- paraísos fiscales. Sólo en la capital inglesa habría 41.000 propiedades offshore con un valor de 38.000 millones de euros. Y la situación podría empeorar después del Brexit".
Estamos, pues, ante un modelo extendido, primero por la ideología tardo capitalista liberal, luego por sus teóricos urbanos e imitadores locales y, sobre todo, por las grandes compañías que se benefician de la creciente precarización del mundo del trabajo; un proceso que comienza en el espacio-tiempo de las ciudades, se fundamenta en la mercantilización extrema y se adhiere a los principios de la economía digital, dejando fuera de un mínimo sistema social a todos los ciudadanos que puedan disminuir el lucro máximo de las grandes empresas evasoras de impuestos y responsabilidades sociales.
La Greater London Authority (GLA) es una nueva forma de autoridad regional con unas competencias extra-locales que se basan en cuatro organismos de gestión estratégica del urbanismo, el transporte, la policía, bomberos y planificación para emergencias, con una autoridad local elegida por sufragio directo que es el alcalde, actualmente, el abogado y político Sadiq Khan, desde mayo de 2016.
Si Londres se ha convertido en un laboratorio de gobierno metropolitano global es gracias a que mantenía un estatus atípico, o mejor, si se quiere, a-democrático hasta hace bien poco. Hasta las reformas de la creación de la GLA, Londres mantenía un estatus excéntrico de los de las ciudades financieras globales. Ahora, ese rango puede verse alterado, expandido o multiplicado indefinidamente, si sirve de "nuevo modelo" de ciudad isla que seduzca a las metrópolis europeas. La agilidad de la administración estratégica frente a la urbanística y de la digital frente a la analógica, a menudo sirven de excusa para completar el saqueo urbano de las ciudades europeas (y del mundo) que se ha puesto de moda tras la crisis de 2008.
En España estamos viviendo "la vuelta de tuerca" a las políticas liberales de desregulación inmobiliaria, turística y de transportes, desde hace mucho tiempo; precisamente aquellas que las consecuencias indeseables de la "ciudad isla" antes descrita, a las escalas de nuestro crecimiento subsidiario de los grandes países. Las nuevas formas de "gestión sin reglas" exigen una atenta mirada de la evolución de Londres, porque nos van a influenciar seguro. Tanto si van bien para ellos, como si van mal, los avatares de la ciudad de Londres son un caso de estudio para los teóricos y defensores de la ciudad compartida, porque las recetas insolidarias se difunden a toda velocidad por las redes y la ideología de extrema derecha es quien las rentabiliza en los gobiernos de las diferentes escalas: Por eso, ese ejemplo de la "gobernanza pasiva" a fuerza de "imágenes de modernidad" sin contraste ni crítica, vendida por las redes mediáticas y sociales es muy arriesgada, porque luego carece de la inteligencia y de los instrumentos para frenar o limitar los efectos nocivos en muchos negocios especulativos atrevidos, copiados de los británicos. Esos que después hacen irreversible la vuelta a la calidad de vida urbana o, simplemente, la posibilidad de garantizar la emancipación y el futuro de la nueva generación, como pasa ya en la "isla" urbana de Londres, donde la vida alcanza un precio muy alto e inasequible para muchos.