Techos bajos
Nadie al escuchar a Obama prometer que "lo mejor está por venir" ha podido mirar hacia arriba para encontrarse con el cielo de Chicago. Los demócratas no se han atrevido a repetir la fiesta de hace cuatro años en el majestuoso parque Grant.
Ha ganado Obama. Los que le han votado han sonreído, han respirado tranquilos y se han ido a la cama. Si hay algo que para mí describe mejor lo que ha sido esta victoria son los techos. Ha sido una noche de techos bajos.
Nadie al escuchar a Obama prometer que "lo mejor está por venir" ha podido mirar hacia arriba para encontrarse con el cielo de Chicago. Los demócratas no se han atrevido a repetir la fiesta de hace cuatro años en el majestuoso parque Grant y han preferido ponerse a cubierto. John McCain se rindió rodeado de las palmeras del desierto de Arizona, que se había pateado durante años palmo a palmo a pleno sol hasta el extremo de provocarse un cáncer de piel. Aire puro, espacios infinitos. Los republicanos, esta vez, también han preferido un pabellón cerrado de Boston. Los dos candidatos protegidos y sin ninguna intención de reclamar un momento histórico.
Estos años sucios en el Congreso, cargados de cifras nada exhuberantes en la economía, también se han sentido en las televisiones que convierten la noche electoral en un espectáculo. CNN no ha tenido como en 2008 a una reportera tele-transportada al estudio como si fuese la princesa Leia, ni un bosque de mesas llenas de todo tipo de analistas, ni cámaras aéreas volando sobre estudios inmensos. Todo el drama se ha seguido desde cuartos modestos, con conexiones con los grises colegios electorales en los que se contaban los votos. El único exceso ha sido iluminar el Empire State Building de azul demócrata. Un icono clásico para tiempos difíciles.
No ha triunfado un slogan, ni una canción, ni un discurso. Obama no ha ganado por el escenario de techos altos del teatro de la campaña. Los suyos le han votado pensando en sus decisiones de estos cuatro años. El cinturón industrial se ha acordado del rescate al sector del automóvil, los hispanos de los esfuerzos por reformar la inmigración y muchos habrán pensado que la reforma sanitaria no es tan mala idea. Ha sido una victoria decidida por los votantes después de sentarse a la mesa a echar cuentas.
Romney ha salido solo a reconocer la derrota. No ha tenido a una estrambótica Sarah Palin al lado. Obama ha recogido el triunfo en uno de sus discursos fantásticos, pero ya sin la magia de hace cuatro años cuando todo lo que decía parecía posible. Nada de grandes alharacas ni de cantar "Yes we can". Lo mejor que le puede pasar ahora es que el Partido republicano reconozca que tiene que regenerarse, alejarse de la extrema derecha, acercarse a los hispanos y dejar la biblia en un cajón. Si eso no sucede, los años que vienen seguirán siendo a cara de perro, chatos, de techos bajos.