¿Un nuevo muro de Berlín en Europa?
Como sugirió Lluís Bassets hace unas semanas, vivimos una suerte de guerra geo-económica. En esta guerra no hay pérdidas humanas pero sí hay víctimas. El drama social es la primera de ellas. La segunda víctima moral en esta guerra es nuestro maltrecho sistema democrático. Hay una percepción generalizada de que quienes elegimos no están al mando.
La alerta sobre un nuevo muro de Berlín no es un mensaje personal. Lo ha dicho Alexander Stubb, ministro de Asuntos Europeos finlandés, respondiendo a aquellos que hablan de dividir la unión monetaria en dos.
Esta vez, la división no responde a ideologías, capitalistas y comunistas. El capitalismo ha entrado en su peor crisis pero ya no hay una alternativa, utópica o revolucionaria a la vista. Las cosas se han vuelto más complejas. Nada de este y oeste, oriente y occidente. La nuevo versión que nos acecha sería más bien: norte rico, sur pobre. O, para ser más exactos, norte acreedor y sur deudor.
Las diferencias políticas en la zona euro se resuelven cada vez más con amenazas y chantajes que como aliados que necesitan cooperar y ayudarse mutuamente. Europa no atiende como debe las cuestiones de seguridad que trascienden nuestras fronteras. Pero, ¿quién quiere enemigos en lugares remotos cuando se tiene a Angela Merkel como compañera de mesa en las cenas en Bruselas?
Como sugirió Lluís Bassets hace unas semanas, vivimos en Europa una suerte de guerra geo-económica, "en la que los países más débiles, los intervenidos, se ven obligados a entregar su soberanía y cumplir las órdenes de los que les intervienen...". Las decisiones se imponen en contra del deseo mayoritario de sus poblaciones.
Vale. En esta guerra no hay pérdidas humanas pero sí hay víctimas. El drama social es la primera de ellas. La miseria se extiende por el sur de Europa porque en el norte practican un nuevo deporte: nos regalan recetas médicas que saben que matan al enfermo. Como en la Europa de los totalitarismos, Merkel y sus aliados del norte nos empujan por la senda de la austeridad sin matices, siguiendo el dogma que, aunque testado e incompatible con la realidad y sus resultados, se sigue imponiendo al débil y noqueado.
¿No resulta sospechoso que quien nos señala el camino por el que recuperarnos jamás mencione el drama humano que padecemos? Es muy cobarde imponer recetas dolorosas y desentenderse de sus costes sociales.
La segunda víctima moral en esta guerra es nuestro maltrecho sistema democrático. Hay una percepción generalizada de que quienes elegimos no están al mando. Y por eso al llegar al poder deciden: o se entregan al enemigo o se van por la puerta de atrás. Así se explica que la euro-alianza del norte haya capturado a nuestro presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, que ha confesado: "haré cualquier cosa que sea necesaria, aunque no me guste y aunque haya dicho que no la iba a hacer". Y quizás por eso los líderes sindicales, Toxo y Méndez, decidieron, sin intermediarios, entrevistarse con Frau Merkel.
Alto. De momento no oiremos sirenas al anochecer. El uso de la fuerza está descartado; en esta Europa postmoderna todavía somos pacifistas. Pero la extorsión económica está a la orden del día. Me acuerdo ahora de cuando la peligrosa banda Merkozy amenazó al pobre Papandreu con no darle dinero a su país si seguía empeñado en convocar aquel loco referéndum... ¿Qué dejarán los aliados para decirse en privado? ¡Ánimo Mariano!
Estamos entrando en una nueva era. A la caída del muro de Berlín en noviembre de 1989 le siguió una etapa de expansión democrática en el mundo, que sacudió con especial intensidad a nuestros vecinos de Europa del este, no sin grandes sacrificios y genocidios de por medio en algunos casos. El muro de Berlín se volvió a derrumbar en Europa con las ampliaciones de 2004 y 2007: 12 países del otro lado del muro entraron en la UE.
Pero a la era del optimismo - como la llama Gideon Rachman en su libro a Zero-Sum World - le ha seguido el mayor tiempo de incertidumbre, insolidaridad y desunión que ha conocido la UE desde su fundación. ¿Cómo la superaremos?
Aviso: denunciar las torturas a la que nuestros queridos socios del norte nos someten no es incompatible con hacer un examen de conciencia sobre los errores (muchos y variados) que hemos cometido en nuestro país.