Mi querida España (rescatada)
Nuestro prestigio internacional se ha esfumado. Todavía tengo fresco en la memoria nuestro pasado mejor. Casi eufórico. Nuestro sello español estaba asociado al talento creativo del sur y a la seriedad en el trabajo.
Querido país, hace tiempo estás en caída libre. Suben las primas de riesgo, bajan las bolsas, sube el paro y se evaporan nuestros sueños. Primera parada hacia la esperanza: organizar la indignación colectiva de forma seria y creativa.
Desde fuera no estamos bien vistos. Nuestro prestigio internacional se ha esfumado. Todavía tengo fresco en la memoria nuestro pasado mejor. Casi eufórico. Nuestro sello español estaba asociado al talento creativo del sur y a la seriedad en el trabajo. Éramos lúcidos y constantes. Confiables. Nuestro PIB iba a superar a Italia y mirábamos de reojo a Francia.
Ahora copamos las portadas de la prensa extranjera. Las leyes de la naturaleza humana son crueles: al fuerte se le tiende más la mano que al débil. Los estereotipos se han multiplicado. El sur vago, el norte serio. Y mientras tanto, nuestros bancos y pisos continúan embargando cada día nuestro modo de vida.
Volamos muy alto en poco tiempo. Llegamos tarde a la democracia y también a Europa. Pero en tiempo récord jugamos con los grandes. Como nos iba bien, nos dedicábamos a discutir sobre naciones y nacionalidades: debates decimonónicos en una sociedad acomodada. Nuestras crisis identitarias y su centralidad eran el mejor reflejo de que nos fue muy bien en poco tiempo. Nuestra caída constante ahora refleja la altura de la que partimos.
El PSOE en el poder perdió el contacto con la realidad. Zapatero pensó que era suficiente con ser un presidente responsable que no dejase caer a su país, pero eso no bastaba para mantener un vínculo progresista con su política. No tomó medidas para compensar los recortes sociales. Rajoy es activo, es verdad. Pero para hacer todo aquello que prometió no haría. Recortar se ha vuelto popular. Y todo para que ahora venga a rescatarnos el hombre del saco.
Al drama económico, ha seguido el moral y el político. No hay más que pensar en BANKIA. No conocemos muchos detalles, pero asistimos a la inyección de dinero público sin conocer las causas de la enfermedad. Mientras muere la educación y la sanidad publica quizás estemos alargando la agonía de un banco. Si no se depuran responsabilidades políticas y penales habremos tocado fondo.
Estamos solos en esto. Dicen que los españoles somos "too big to fail", pero cada semana ocurre lo que la anterior parecía imposible. En esta Europa del sálvese quien pueda nos peleamos por tomar los últimos botes salvavidas. Llamamos rescate a lo que no lo es. Y nada de coordinarnos para enderezar el rumbo. La utopía europea se desvanece. Ya no hacemos guerras entre nosotros, pero nos dejamos hundir sin tendernos la mano. Sin Europa no hay salida, pero con esta no frenamos la caída.
En las familias siempre hay miembros que cometen errores. Pero hay un derecho a equivocarse y una obligación de aprender de ellos. Pero en esta Europa alemana quien se equivoca lo paga hasta morder el polvo. No tenemos perspectivas de crecer y generar empleo, pero tampoco eso inquieta a quienes les va bien.
Mi generación, nacida en democracia, ha vivido siempre en una suerte de confort intelectual, a la sombra de unos padres que, en algunos casos lucharon contra el franquismo y en otros quedaron marcados, de una u otra manera, por él. Nuestro compromiso político ha sido casi siempre leve y moderado. Pero ahora la crisis, política, económica y moral que vive España nos ha dejado sin excusas.
En el año de la revolución en el norte de África no pasaba nada a este lado del Mediterráneo. Hasta que emergió el 15-M. Aquí no hay dictaduras, pero sí democracias anquilosadas a las que esta crisis les desborda. El valor de los indignados no es el de proponer, sino el de sacudir las conciencias de quienes han perdido el contacto con la realidad. Los ciudadanos tenemos que tomar el mando.