Consenso frente al terrorismo en Túnez

Consenso frente al terrorismo en Túnez

Los islamistas en el Gobierno deberían ser conscientes de que Túnez puede convertirse en un auténtico polvorín si no ponen por delante de su ideología -más que credo, la verdad- la búsqueda del consenso más amplio entre las fuerzas políticas y sociales.

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Balkis (c), hija del dirigente opositor político Mohamed Brahmi.

En lo que va de año, el terrorismo ya se ha cobrado dos vidas en Túnez: en febrero cayó Chokri Belaid y hace unos días le tocó el turno a Mohamed Brahmi. Ambos eran dirigentes políticos de izquierdas (el segundo también diputado), muy críticos con los islamistas en el poder y han sido asesinados con el mismo método: acribillados a balazos a quemarropa.

¿Qué se pretende con esos atentados? ¿Quién los ha inspirado, dirigido, organizado y perpetrado? Las preguntas, como siempre, pueden tener sin duda varias respuestas, aunque para los allegados de Belaid y Brahmi solo hay una clara: En Nahda, que, sin embargo, lo ha condenado y calificado de "crimen atroz".

Quizás jamás se sepa la verdad y confiar en que se encuentre y castigue a los verdaderos culpables puede ser una aproximación ingenua a los hechos: probablemente, nunca se haga, por falta de voluntad o por falta de pruebas. De momento, el ministro del Interior ha señalado a un salafista como autor material de ambos crímenes con la misma pistola.

Pero lo que sí está a nuestro alcance es reflexionar sobre los objetivos de los pistoleros. Objetivos que pueden ser también dos, como sus víctimas: hacer saltar en pedazos la transición hacia la democracia y/o amedrentar a las fuerzas laicas y progresistas.

Los islamistas en el Gobierno deberían ser conscientes de que Túnez puede convertirse en un auténtico polvorín si no ponen por delante de su ideología -más que credo, la verdad- la búsqueda del consenso más amplio entre las fuerzas políticas y sociales, lo que implica no intentar configurar el futuro del país a su imagen y semejanza, ni en la Constitución ni en el poder que salga de las próximas elecciones.

Por eso harían bien, antes que nada, en poner coto al acoso callejero de sus extremistas a quienes no piensan como ellos y en entender que un Túnez democrático será pluralista o no será porque la sociedad no va a tolerar pasar de una dictadura a una dictablanda ni a perder las libertades conquistadas al tiempo que derrocó a Ben Alí (por cierto, ¿qué hacen sus seguidores en la sombra?). La reacción de la UGTT convocando una huelga general al día siguiente de la muerte de Brahmi lo pone claramente de manifiesto.

Quizás lo mejor fuera disolver la bloqueada Asamblea Nacional Constituyente y convocar nuevas elecciones con el fin de empezar de cero y, sobre todo, desde el compromiso de buscar el acuerdo más amplio a base de que todos cedan y, al tiempo, ganen.

Lo escribí aquí y lo repito: la UE tiene que dejar claro a los islamistas que solo un Túnez democrático y laico puede ser un socio pleno.

La transición española, tan denostada ahora por quienes no han terminado de entenderla, nos dio grandes lecciones: que el consenso es lo prioritario en períodos de cambio llenos de amenazas y que la estrategia de la tensión puede venir de muchas partes pero con el mismo objetivo. Y ese no es otro que instaurar el caos. Nosotros, con el consenso, lo evitamos. Y a fe que no fue fácil.