Desayunando con la señorita Golightly
Cincuenta años después de su realización 'Desayuno con diamantes' (Blake Edwards, 1961) se ha transformado en un manifiesto de estilo y fuente de inspiración. Un fenómeno cultural y sociológico. Ha visto crecer su músculo cinematográfico, pasando a ser objeto de fascinación transversal para diferentes generaciones.
Amanece en Nueva York. Son las cinco de la mañana. Un taxi se desliza por la Quinta Avenida deteniéndose frente al número 727, sede de la famosa tienda de joyería Tiffanys and Co. Del vehículo desciende una mujer con un elegante vestido negro de Givenchy y unas gafas de sol Wayfarer, mitad antifaz, mitad protector solar. La canción Moon River envuelve la secuencia en una atmosfera melancólica en ese tránsito lírico que señala el advenimiento del día, mientras la dama, en su petite robe noire, se dispone a desayunar frente a los escaparates de la joyería... Acaba de nacer un icono. Audrey Hepbun y Desayuno con diamantes. Cine, moda y estilo y una película que ha seducido a sucesivas generaciones.
Cincuenta años después de su realización, recordemos que en España se estrenó con un cierto retraso ya que la censura franquista no acabó de ver con buenos ojos la amoralidad de algunos de sus protagonistas, Desayuno con diamantes (Blake Edwards, 1961) se ha transformado en un manifiesto de estilo y fuente de inspiración. Un fenómeno cultural y sociológico. A diferencia de otros clásicos del cine, ha visto crecer su músculo cinematográfico, pasando a ser objeto de fascinación transversal para diferentes generaciones de espectadores. Basta sólo con echar una mirada a la iconografía segregada por la película y su protagonista en estas últimas décadas...
El personaje de Holly Golightly quedaría para siempre unido a Audrey Hepburn. Foto: Publicity Paramount Pictures.
Ejemplo de esa comedia romántica que la pantalla actual ha banalizado y convertido en un producto mediocre, Desayuno con diamantes, de rodarse hoy, resultaría con toda probabilidad, una obra algo indigesta para un Hollywood al servicio de su público predilecto: la clientela infantil. Y si alguien está imaginando algún remake con Jennifer Aniston, mejor que se lo piense dos veces, antes de acabar en el infierno pagando su osadía. Ya hubo un intento de trasladarla al teatro musical y la cosa acabó como uno de los flops- véase fracaso- más notables de la escena de Broadway.
La elección de Audrey Hepburn para la heroína protagonista, sin duda ha colaborado a esta mitificación de la película. Aunque el autor de la novela, Truman Capote puso el grito en el cielo y a Marilyn Monroe como su favorita a la hora de interpretar a la heroína, los productores se decantaron por la protagonista de Sabrina. La adjudicación del papel requirió limar algunos de los aspectos más sórdidos del personaje literario para adaptarlos al perfil Funny face de la Hepburn. Después de haber sido princesa de Vacaciones en Roma y monja en el Congo Belga, no podía aparecer como una damisela mercenaria de la noche- aunque fuera vestida de Givenchy- y el departamento de publicidad intentó vender su personaje como el de una chica algo "alocada". Una call girl pero con percha de maniquí de alta costura.
Audrey Hepburn y su compañero felino de apartamento. Foto: Publicity Paramount Pictures.
Como ha recordado el escritor y estudioso cinematográfico San Wasson en su ensayo sobre la película, Fith Avenue 5 a.m, la elección de Hepburn abrió un nuevo campo femenino en la pantalla y el nacimiento de la mujer moderna. Antes de Desayuno con diamantes, las heroínas de la comedia cinematográfica se dividían necesariamente en mojigatas o putas; ahora con Holly Golightly nacía la heroína moderna que desemboca en nuestros días en Carrie Brashaw y las chicas de Sexo en Nueva York. Como antecedente, quizás habría que anotar a la Katherine Hepburn de La fiera de mi niña. Y en la evolución estilística, como no, a la Diane Keaton de Annie Hall.
En una paisaje, finales de los años cincuenta donde la comedia estaba hegemonizada por los vestidos y los sombreros Pillbox de Doris Day, la figura de Audrey Hepburn/Holly Golightly, impone un perfil de modernidad cercano a las imágenes femeninas que revistas como Harper's Bazaar o Vogue y fotógrafos como Richard Avedon e Irving Penn, están codificando en sus páginas. La elección del negro como color y vestuario cinematográfico supone toda una declaración de principios. La comedia pasa del rosa caramelo al negro luminoso.
Al otro lado del océano, paralelamente, emerge otra heroína moderna con la Nouvelle vague. Jean Seberg, corte de pelo masculino, jersey marinero y gafas de sol, impone el cliché de la nueva ola juvenil en la película Al final de la escapada (A bout de souffle, J.L. Godard). Sólo hace cinco años que una adolescente y autora novel, Françoise Sagan, ha conmocionado a la sociedad francesa con su novela Bonjour Tristesse. Una generación de jóvenes se identifica con esa mezcla de cinismo y amoralidad de la que hace gala la protagonista de la novela. Patricia, la heroína de A bout de souffle, forma parte de esta nueva generación post-existencialista que como la Cecile de Bonjour Tristesse pasea su malestar por los Campos Elíseos. La película, sin proponérselo, marca a través de sus protagonistas el fin de una era de la moda, encorsetada y dictada por los adultos, y el comienzo de otra, libre y urbana. À bout de souffle fija ese estilo y ese momento en que la juventud es la marca y la moda proyecta ese espíritu de libertad. Desayuno con diamantes abre el paso a la heroína moderna. La comedia romántica vestida por Givenchy.
Audrey Hepburn en una imagen publicitaria de la película Desayuno con diamantes. Foto: Publicity Paramount Pictures.