Hacia una economía impulsada por la innovación, la ciencia y la imaginación
Mi único consejo a los gobiernos es: invertid en innovación, apoyad a todos aquellos que apuesten por la innovación, ya sean ciudadanos, startups o grandes empresas privadas. Si invertimos en innovación, es posible pronosticar un mundo sin emisiones de carbono para 2050, pero no si continuamos apoyándonos en la compensación de las emisiones.
"El mundo nos contempla a la vez que nosotros contemplamos al mundo". Ya no es posible ver el mundo como un objeto más. Para crear un mundo sostenible no podemos seguir adelante como hasta ahora, es necesario emplear más imaginación e innovación en lo que a la ciencia, los usos y los modelos económicos se refiere.
En los últimos dos siglos, nuestros métodos de producción y nuestro estilo de vida se definían por el uso de una cantidad limitada de recursos naturales procesados, por un conocimiento limitado, sobre todo en química, y principalmente por el conocimiento mantenido en silos para alcanzar economías de escala. Aunque ha generado un enorme progreso, esta estandarización de la economía se ha centrado en el producto del trabajo humano en detrimento de la naturaleza y la vida. Ahora bien, nuestra era actual está considerada de transición, desde una economía basada en los recursos hacia una nueva basada en las experiencias, en la que la forma en la que usamos y experimentamos un producto posee más valor que el producto en sí.
La ciencia, los usos y la economía evolucionan conjuntamente, y un excelente ejemplo de ello es la fabricación aditiva. El modelado y la impresión 3D han revolucionado el mundo de la fabricación y reflejan el cambio de rumbo, de la producción masiva a la personalización masiva. A la vez, surgen nuevos usos como la miniaturización o la fabricación industrial relocalizada, que exigen mayores innovaciones científicas, pues el enfoque se centra ahora en la investigación fundamental para el desarrollo de nuevos materiales. De esta forma, el proceso de fabricación es afinado hasta una escala casi atómica.
Durante las conversaciones sobre el clima que han tenido lugar en COP21 se ha llegado a un acuerdo, quizá histórico, entre los gobiernos participantes para reducir las emisiones de carbono. El siguiente paso ahora será una gran conferencia en la que se incluya también a científicos, ciudadanos y empresarios, centrada en dos aspectos esenciales: un enfoque holístico del medio ambiente, que abarque los recursos y los conocimientos, y la innovación. En lugar de limitarnos simplemente a mejorar las cosas, el reto ahora es producir mediante métodos nunca usados y aprender mediante métodos que nunca antes han sido aplicados. Para conseguir esto necesitamos ¡innovar, innovar e innovar! Mi único consejo a los gobiernos es: invertid en innovación, apoyad a todos aquellos que apuesten por la innovación, ya sean ciudadanos, startups o grandes empresas privadas. Si invertimos en innovación, es posible pronosticar un mundo sin emisiones de carbono para 2050, pero no si continuamos apoyándonos en la compensación de las emisiones. Esto implica una transferencia de las habilidades, más que de las tecnologías, y el desarrollo de colaboraciones en I+D con economías emergentes. Las grandes empresas poseen un papel fundamental para alcanzar el desarrollo de una comunidad económica, cultural y política global, lo que implica tanto una responsabilidad como una oportunidad para ellas.
Un futuro más sostenible es posible solo si hacemos uso de los mundos virtuales. Construyendo sobre el pasado y apuntando al futuro, el gemelo virtual supone un auténtico activo científico e industrial, además de un recurso para la comunidad en general. Nos permite inventar nuevos patrones de uso, los productos para apoyar esos desarrollos y las herramientas de producción necesarias, todo dentro de un universo virtual. En general, en la vida no hay lugar para los ensayos, ¡ha de salir bien a la primera! Pero en el mundo virtual podemos simular y evaluar el impacto del producto antes de fabricarlo. En COP21 Dassault Systèmes ha presentado sus soluciones para generar energía más limpia (mediante el fomento de la combinación de diferentes fuentes de energía), movilidad sostenible (a través del desarrollo de vehículos conectados y de conducción autónoma) y la ciudad sostenible. La ciudad del futuro es aquella en la que estas tendencias se juntan: sistemas de transporte inteligentes, nuevos servicios y puntos de venta, sistemas inteligentes de gestión del flujo de personas, energía y residuos, un enfoque de planificación anticipada de cuestiones de seguridad e iniciativas novedosas por parte de los ciudadanos.
Las plataformas de innovación y colaboración digital fomentan la aparición de nuevos modelos económicos basados en la conectividad ultra-rápida con los usuarios y en el aprovechamiento de los datos digitales, considerados como el nuevo recurso natural. Esta nueva economía requiere acuerdos específicos, en particular sobre el uso de los datos públicos con fines comerciales. Los datos sobre los ciudadanos, su salud y sobre las ciudades en las que éstos viven han de contar con la protección de adecuada. En consecuencia, todos estos modelos han de rediseñarse.
Más allá de los aspectos tecnológicos, para cada uno de nosotros la revolución digital supone un ámbito más amplio para la imaginación y la innovación. Se trata de un viaje de transformación y un proyecto excitante para la sociedad en su conjunto para alcanzar la armonía entre los productos, la naturaleza y la vida.
Una versión anterior de este artículo fue publicada en la edición francesa de The Huffington Post