Un acuerdo de principios con Cuba
Hay quienes sacralizan la Posición Común y consideran que el nuevo Acuerdo acuerdo con Cuba supone legitimar a un régimen que ha aumentado la represión en los últimos años. Hay quienes abogan por una rápida normalización en las relaciones, sigilosa y de perfil, para no molestar demasiado al castrismo. Yo prefiero preguntar a los cubanos: ¿Qué avances se han producido en este tiempo? Y su respuesta es contundente: ninguno.
Foto: EFE
Hoy es un día histórico para las relaciones bilaterales entre la Unión Europea y Cuba. El Acuerdo de Diálogo Político y de Cooperación (ADPC) que se firma esta mañana en Bruselas sustituirá a la Posición Común promovida por el Gobierno de Aznar, hace justo veinte años. Dos décadas que han concluido simbólicamente con la muerte del dictador comunista Fidel Castro.
Hay quienes sacralizan la Posición Común y consideran que este Acuerdo supone legitimar a un régimen que, lejos de avanzar en su apertura, ha aumentado la represión en los últimos años. Hay quienes abogan por una rápida normalización en las relaciones, sigilosa y de perfil, para no molestar demasiado al castrismo. Yo prefiero preguntar a los cubanos: ¿Qué avances se han producido en este tiempo? Y su respuesta es contundente: ninguno. ¿Ha sido útil, pues, la Posición Común para cumplir su objetivo de posibilitar la transición a una democracia plural con respeto a los derechos humanos y libertades fundamentales de Cuba? Pues no. Como tampoco lo ha sido el embargo comercial de los Estados Unidos. Por tanto, creo que es lícito prescindir de un instrumento que no funciona y sustituirlo por otro, aunque ha de quedar muy claro: el fin, el objetivo señalado, no puede ni debe modificarse.
La UE no puede permanecer inmóvil mientras el mundo cambia. Pero nuestro compromiso común es y va a seguir siendo dotarnos de una política exterior basada en valores y principios. Y yo valoro este Acuerdo en la medida de lo que es: para empezar, el primer acuerdo en la historia entra la UE y Cuba. Es una herramienta-marco que establece los mimbres con los que construir nuestra relación. Un molde legal que establece las reglas del juego y predetermina de qué manera queremos en Europa que sea ese futuro mejorado de Cuba. Una gran oportunidad para poner en práctica la nueva Estrategia Global para la Política Exterior y de Seguridad de la UE, en la que el "pragmatismo con principios" y la "seguridad sostenible" son ejes clave. Y confío en que la tajante afirmación reciente de la Alta Representante, Federica Mogherini ("no hay seguridad sin derechos humanos, no hay seguridad sin democracia") esté en el corazón de la aplicación de este Acuerdo de Diálogo desde el primer día.
Bien es cierto que, a este respecto, el texto se limita a incluir la cláusula obligatoria de respeto a los derechos humanos y la de no proliferación de armas de destrucción masiva como posibilitadoras de su suspensión en caso de incumplimiento. Ambas partes se comprometen al fortalecimiento y diálogo permanente en materia de derechos humanos, pero el legado que aún pervive tras casi 60 años de dictadura totalitaria, con un régimen de partido único, persecución política, opositores encarcelados, ausencia de libertades básicas, miseria y dependencia económica... hace de facto imposible conseguirlo. Son ingentes los cambios políticos y legislativos, la modernización social y económica que necesita Cuba. Pero, aunque pueda parecer que peca de ingenuidad en su planteamiento, yo quiero creer que este primer pacto de reglas del juego lo que hace es desplegar el tablero.
Las dictaduras tienden a subestimar la paciencia de los pueblos y su capacidad de superación. Cuando Franco dijo en 1969 aquello de "todo ha quedado atado y bien atado" al designar como sucesor al entonces príncipe don Juan Carlos de Borbón, desconocía la voluntad democratizadora del futuro rey y el ansia de libertad del pueblo español. Y tenemos en nuestra mano la posibilidad de desarrollar un contexto favorable como el que tuvimos los españoles en aquella época para que Cuba pueda superar el castrismo.
Hoy, víspera de la ceremonia de entrega de este año, tengo en mi pensamiento a los Premios Sájarov Guillermo Fariñas y las Damas de Blanco. Ellos encarnan nuestros principios, a ellos los hemos designado desde Europa como garantes de esa transición democrática que es nuestro máximo propósito. Por eso, yo apuesto por que sean ellos, lo que ellos representan y defienden, quienes tengan la voz y el protagonismo de ese nuevo tiempo que yo, que los europeos, queremos para Cuba.