Por qué los refugiados sirios se han convertido en moneda de cambio entre Europa y Turquía
La instrumentalización de los refugiados refleja, por desgracia, el cinismo tanto de Erdogan como de Europa en la gestión de la crisis. Y también afecta a la credibilidad de la aparente generosidad de Turquía hacia los sirios.
Turquía es, de lejos, el país que acoge a más refugiados sirios que huyen de la guerra que causa estragos en ellos mismos y en su país. Según los últimos datos del Alto Comisariado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), de los cinco millones de refugiados sirios, casi tres millones están en Turquía, lo que lo convierte en el primer país de acogida de refugiados del mundo. Su afluencia masiva y constante ha llevado a Ankara a modificar su política de acogida. En una primera fase, que las autoridades consideraban pasajera, primaron las consideraciones humanitarias y Turquía gestionó por sí sola, y con generosidad, la acogida de esos refugiados, rechazando cualquier tipo de ayuda o injerencia extranjeras.
No obstante, la prolongación de la guerra en Siria y la hemorragia de refugiados a sus puertas ha obligado a Ankara, en una segunda fase, a internacionalizar la cuestión. Turquía, hoy estancada en el conflicto y aislada -por no decir abandonada- por sus aliados en una crisis siria sin fin, ha hecho de la cuestión de los refugiados un instrumento de política extranjera oportunista, sobre todo con Europa. Por desgracia, ni los avances de la guerra en Siria, ni los internos en Turquía, se muestran propicios a una vuelta a una política sana frente a los refugiados sirios en Turquía.
La acogida inicial generosa y exclusiva de los refugiados sirios por parte de Turquía
La política turca sobre los refugiados coincide con la que se llevó a cabo frente al estallido de toda Siria desde marzo de 2011.
Tras el fracaso de la mediación con Bashar al-Assad, la Turquía de Erdogan se comprometió de forma progresiva con la denuncia de las violencias provocadas al pueblo sirio y con la caída del régimen de al-Assad. Después, abrió sus fronteras a los refugiados, les dio acogida en campos y les dio acceso a cuidados, a educación y, luego, al mercado laboral. Esta voluntad política inicial de cubrir lo mejor posible las necesidades de los sirios venía del rechazo a la ayuda -e injerencia- internacional, y se inscribía dentro de una lógica de orgullo nacional. De forma paralela, Turquía siempre ha militado -en vano- junto con las Naciones Unidas y las grandes potencias internacionales para crear en suelo sirio una zona de seguridad y de mantenimiento de los refugiados en su propio país.
Los refugiados, su instalación a la larga y su peso financiero, demográfico y político
No obstante, la política generosa de Turquía acabó probando sus límites frente a la prolongación del conflicto y la llegada constante y creciente de sirios en busca de refugio.
Actualmente, los campos apenas acogen al 10% de los refugiados; la mayoría se distribuyen por la ciudad, entremezclados con la sociedad turca, que cada vez los mira con más severidad e incluso hostilidad. La opinión pública local y nacional, aunque en general resulta acogedora, expresa cada vez más sus preocupaciones frente a la subida de precios inmobiliarios, a la competencia desleal en el mercado laboral y a los actos de delincuencia y prostitución, que los medios imputan a los refugiados. Su impacto económico real ya es bastante discutible. Según las declaraciones de Erdogan, el Estado turco ya habría desembolsado más de 10.000 millones de dólares. Pero la instalación de refugiados en ciertas ciudades fronterizas también ha dinamizado y desarrollado la economía local: beneficiando la industria agroalimentaria, la construcción, y también un buen número de ONG y organismos internacionales para los refugiados. Finalmente, Turquía abrió en 2013 sus puertas a la comunidad internacional para ayudar a la población refugiada: si bien se pusieron en marcha numerosos proyectos, los organismos internacionales siguen frustrados por las complicaciones administrativas impuestas por Turquía y el Gobierno turco está descontento con las (demasiado) modestas contribuciones procedentes del extranjero.
El impacto de la instalación a largo plazo de estos refugiados sobre la demografía de Turquía y sobre el equilibrio étnico y confesional es otro tema de debate en Turquía. Las minorías alevíes y kurdas temen que Erdogan trate de reforzar la preeminencia sunita en Turquía favoreciendo a los refugiados sunitas, o que trate de beneficiar la instalación de ciertos refugiados sirios árabes en zona kurda. Si se confirman, estas prácticas podrían tener consecuencias en los equilibrios confesionales, étnicos y electorales locales, pero las implicaciones a escala nacional parecen más limitadas. Además, los refugiados que ya disponen de documento de identidad pueden circular y vivir donde quieran; es decir, preferiblemente en las grandes metrópolis del Oeste, como Esmirna y Estambul.
El otro reto político de la estancia prolongada de los refugiados es el proyecto de concesión de la ciudadanía turca a los sirios y, por consiguiente, la constitución de facto de una fuerza electoral importante. Cuando Erdogan mencionó este caso en un discurso en julio de 2016, al evocar la posible naturalización de una parte de los refugiados, ¿fue por simpatía y compasión o por cálculo político? Esta posibilidad suscitó una cierta resistencia de la oposición y de una parte importante del electorado del AKP, que de momento ha cerrado el debate. No obstante, al levantarse contra la naturalización de los refugiados, en desprecio del drama humano y de los sufrimientos soportados, la oposición ha demostrado que ella también puede rebajarse a cálculos políticos, y empujar más a los refugiados hacia los brazos del poder del AKP.
Los refugiados como moneda de cambio hacia Europa
Turquía ha invertido considerablemente su capital financiero y simbólico en la acogida de refugiados sirios. Pero las consecuencias esperadas de ganancia de prestigio en política extranjera e interior se han visto decepcionadas. El gobierno turco, amargo, ha hecho de los refugiados sirios un objeto de regateo, con la indulgencia de Europa, en sus complicadas relaciones con la Unión Europea.
Durante la crisis europea de verano de 2015 frente a la llegada de refugiados, la Europa de los 28 se volvió hacia Ankara para negociar con ella soluciones para mantener a los refugiados en Turquía. Asimismo, en noviembre de 2015 y marzo de 2016, las cumbres entre Turquía y la UE dieron a Turquía la ocasión de plantear sus condiciones, que son tres:
- Turquía se compromete a mantener a los refugiados si Europa participa en ello con una financiación de 6.000 millones de euros.
- Es lo que más ha chocado a los organismos de los derechos humanos: Turquía se compromete a controlar mejor el flujo de los refugiados si Europa abre ciertos capítulos de adhesión de Turquía a la UE.
- Por último, Bruselas se compromete a suprimir el régimen de visados para los turcos que salgan del país, que así podrán circular libremente por Europa.
Esta proposición, puro producto de una lógica pragmática pero contraria a toda ética y en violación flagrante de varias normas y reglas europeas en materia de derechos humanos, vulnera también los derechos de los refugiados. La instrumentalización de los refugiados refleja, por desgracia, el cinismo tanto de Erdogan como de Europa en la gestión de la crisis. Y también afecta a la credibilidad de la aparente generosidad de Turquía hacia los sirios. La caída de Alepo y la derrota de los protegidos de Ankara, por un lado, y la deriva autoritaria de Turquía tras el golpe de Estado fallido en julio sobre un fondo de repetidos ataques terroristas no favorecen una vuelta de la política de Ankara hacia un enfoque menos político e instrumental de los sirios de Turquía.
Para saber más, consulta el Estudio del Centro de Investigaciones Internacionales nº 225 (en francés), diciembre 2016
Este post fue publicado originalmente en la edición francesa de 'The Huffington Post' y ha sido traducido del francés por Marina Velasco Serrano