La cultura del sí
Si en tu empresa o en tu trabajo no es habitual innovar, indudablemente se debe a que la gente no está presentando propuestas nuevas, que rompan con lo anterior. Es muy probable que esto se deba a que en la empresa reine la cultura del No: se ha entrenado a los empleados durante mucho tiempo para creer que en ese entorno el No es la respuesta más frecuente, y que no proponer cosas nuevas es más seguro que hacerlo.
Formar parte de la cultura del Sí es ver soluciones donde otros ven problemas, alentar las iniciativas de otros en lugar de dinamitarlas con «peros», pensar en los motivos por los que podemos en lugar de en aquellos por los que tal vez no deberíamos, tomar el «siempre se ha hecho así» como argumento no para mantener la práctica, sino para revisarla.
La Cultura del Sí es tener miedo no a caer, sino a no levantarse.
Si en tu empresa o en tu trabajo no es habitual innovar, indudablemente se debe a que la gente no está presentando propuestas nuevas, que rompan con lo anterior. Es muy probable que esto se deba a que en la empresa reine la cultura del No: se ha entrenado a los empleados durante mucho tiempo para creer que en ese entorno el No es la respuesta más frecuente, y que no proponer cosas nuevas es más seguro que hacerlo. Gana quien no propone, porque sin propuesta, no hay rechazo.
Cuando empecé a crear la metodología 8Belts, las personas más asentadas en el sistema tradicional de enseñanza me dijeron que no se podía enseñar de esa manera por estar fuera de los cánones estándar (¿recuerdas el Peldaño anterior, «no puedes conseguir más que nadie haciendo lo mismo que todos»?). Cuando monté la empresa me dijeron que no podría hacerlo sin financiación (a día de hoy, 8Belts todavía sigue sin haber usado un solo euro de financiación externa). Y cuando ya la habíamos lanzado, me dijeron que tardaría años en conseguir grandes clientes, porque la única manera es entrar por abajo y subir lentamente por la pirámide corporativa.
Por suerte, yo no les creí. Ya me había casado con la Cultura del Sí.
-- Perdone que interrumpa su almuerzo, señor Alierta. Me gustaría decirle la cosa más loca que haya oído en toda su vida.
César Alierta, presidente de Telefónica, se encontraba almorzando con dos ejecutivos en un restaurante cuando un joven emprendedor, con más dosis de pasión que de miedo y un tono que solo transmitía ilusión, sinceridad e inocencia lo abordaba con una frase no menos impactante que atrevida.
Sin decir una palabra levantó su mirada del plato y seguramente lo único que vio fue la sonrisa que ocupaba la mayor parte de mi cara.
--Me llamo Anxo Pérez. He creado un método de enseñanza que permite aprender el chino mandarín en menos de ocho meses. Nos ha llevado cinco años desarrollarlo y funciona en el cien por cien de los casos.
César Alierta me sonrió incrédulo.
Dos meses más tarde se firmaba un acuerdo entre 8Belts y Telefónica para que toda la cúpula directiva de la entonces cuarta operadora más grande del mundo pudiera aprender chino mandarín con nosotros.
Es tan complejo como innecesario explicar la importancia que ese acuerdo tuvo tanto para mí como para mi empresa. Tener un cliente como Telefónica en nuestra cartera no sólo nos dio una credibilidad que fue balsámica para los más (comprensiblemente) escépticos, sino que su compra de Rutas (un curso en 8Belts se denomina «Ruta») además confirmaba mis aseveraciones de que era posible crecer orgánicamente y sin inyección de capital externo.
Si cada problema es una mano y cada solución un guante, por cada par de problemas esperando a ser resueltos, existen al menos diez pares de guantes esperando a ser usados.