'Tiempo muerto 2': sensiblería, sensibilidad, momentazos y generosidad
Tiempo muerto 2, que se puede ver en el Teatro de la Latina de Madrid dentro de los Veranos de la Villa, es un espectáculo irregular que se mueve entre la sensiblería y la sensibilidad. Ideal para iniciarse con Rafael Amargo, sus referencias y sus intereses dancísticos.
Foto de Tiempo Muerto 2 de Rafael Amargo cedida por Grupo SMedia.
Tiempo muerto 2, que se puede ver en el Teatro de la Latina de Madrid dentro de los Veranos de la Villa, es un espectáculo irregular que se mueve entre la sensiblería y la sensibilidad. Ideal para iniciarse con Rafael Amargo , sus referencias y sus intereses dancísticos.
Es una propuesta llena de contradicciones y, a pesar de ser la revisión de un espectáculo que tuvo el mismo título, también llena de riesgos. Riesgos que no acaban de dar lo que prometen cuando toman la deriva más contemporánea, entendida como actualidad. Y que, sin embargo, aciertan cuando toman el camino más cercano a la ortodoxia flamenca.
Por eso sobran muchas cosas. Desde el contraluz inicial la primera vez que sale Amargo a escena, que recuerda a John Travolta en la película Fiebre del sábado noche, hasta el break dance o los monociclos electrónicos. Entre lo que sobra se pueden incluir algunos trajes, como los diseñados por Amaya Arzuaga para tangos, y otros que son realmente bonitos y estéticos pero que no son aptos para el baile.
También la coreografía contemporánea que Itsaso A. Cano hace y baila sobre un texto que escribió el abuelo de Amargo cuando se murió su abuela. Uno entiende que a la familia le llegue al alma y que el nieto quiera incluirlo. Pero, si se analiza desde el punto de vista artístico, no se entiende qué hace en el espectáculo, ya que se trata de un texto típicamente andaluz, aunque honesto y noble, que no tiene la enjundia literaria para ser bailado públicamente. Características que se transfieren a la coreografía y la hacen tópicamente contemporánea.
Vídeo de Tiempo Muerto 2, espectáculo de Rafael Amargo.
Sin embargo, el espectáculo tiene sus momentos. Momentos que vienen del flamenco o son aflamencados, y de sus palos. Como ese Café Amargo en el que canta Rocío Rivera, versión flamenca de Divine, aquel divino transexual, musa del underground ochentero de John Waters. Un buen ejemplo de que Rafael Amargo, ya sea de forma intuitiva o de forma consciente, puede incluir lo contemporáneo y sacar lo mejor de ello para sus espectáculos.
O el momento clásico de Señora con los palillos de María la Coneja. Sin duda, la más querida y aplaudida de la noche, con el permiso del maestro. Y también Soleá de Manuela, que algunas noches sale a bailar la propia Manuela Carrasco. O Matanzas, con Marina González y Lidón Patiño, uno de los momentos más clásicos del espectáculo y mejor acogidos sin discusión y sin fisuras por el respetable. En definitiva, tres momentazos.
Foto de María la Coneja en Tiempo Muerto 2.
Todos ellos acompañados por un gran cuadro de músicos flamencos y alguno clásico que cantan y tocan en directo y que recuerdan, en conjunto y por las voces, a los espectáculos de Estrella Morente, sobre todo esa juerga final con la que acaban. Un acierto que muestra la gran generosidad de esta compañía para con sus espectadores, pues hay pocas compañías que se permitan tener y ofrecer música en directo. Generosidad que no se aprecia bien porque falla el sonido. Un problema común en los teatros de la capital, no solo de este espectáculo, en los que se suele aplicar la regla de "cuanto más alto, mejor", sin tener en cuenta la distorsión que eso produce.
Una propuesta agradable y amable para el espectador. Al menos, eso se concluye de los comentarios que se oyen en la sala y del fuerte aplauso que sigue a cada número y al final del espectáculo. Una felicidad que se refleja en las caras a la salida, confirmación de que les ha valido la pena lo que han pagado por esas dos horas que han estado metidos en un teatro una calurosa tarde de verano de agosto viendo cómo la estrella y su compañía sudaban la camiseta para ellos.