¡Por fin es lunes! Me voy al teatro
Sólo hay que mirar la cartelera teatral madrileña para darse cuenta de que las cosas están cambiando. Tanto que los lunes, día habitualmente inhábil para ir al teatro, ofrece varias oportunidades para no quedarse en casa de las que se pueden destacar tres.
Sólo hay que mirar la cartelera teatral madrileña para darse cuenta de que las cosas están cambiando. Tanto que los lunes, día habitualmente inhábil para ir al teatro, ofrece varias oportunidades para no quedarse en casa de las que se pueden destacar tres.
El lazarillo de Tormes o la picaresca española que no cesa
Foto de El lazarillo de Tormes cedida por Smedia.
Vuelve El Brujo al Teatro Alcázar Cofidis, todos los lunes hasta el 29 de junio, con esos monólogos inclasificables que, con la excusa de un clásico, en este caso El lazarillo de Tormes, cuenta, ríe y se burla de la rabiosa actualidad española, para el deleite del público.
En sus espectáculos no queda ni títere ni titiritero con cabeza. Pues lo mismo tiene un momento a derechas que un momento Carmena. En los que su petición de la reducción del IVA a la cultura o de que le aprueben un proyecto para la Compañía Nacional de Teatro Clásico son motivo de risa para el respetable. Momentos que sabe cuándo acelerar y cuándo frenar. Una sabiduría conseguida encima del escenario, haciendo bolos por España.
Así, este cómico de la legua, entre ficción, realidad y momentos publicitarios que mete como morcilla para ver si obtiene un cruasán gratuito en la conocida y clásica cafetería que hay al lado del teatro, va mostrando que todavía no hemos dejado de ser aquel país de pícaros que tan bien muestran nuestros clásicos. Y lo hace de tal manera que habría que crear el título de bufón oficial del reino sólo y exclusivamente para dárselo.
Nosotros no nos mataremos con pistolas, ser o no ser un milennial
Foto de Nosotros no nos mataremos con pistolas cedida por el Teatro Lara - María Guerra.
Llega esta obra al Teatro Lara los lunes, martes y miércoles. Llega con éxito desde Valencia y con la aprobación de la profesión, que la ha incluido entre las nominadas a los Premios Max de teatro como obra revelación. Con este currículo, no es de extrañar que estrenase... ¡un lunes! ,y casi llenase el patio de butacas de la sala grande.
Historias de gente joven a la que la sociedad le ofrece poco, menos su pueblo, el pueblo de la infancia y la juventud. Gente desarraigada porque no tienen nada a lo que agarrarse, ni siquiera los recuerdos. Que gastan y malgastan sus vidas buscando las nuevas oportunidades de las que les hablan. Oportunidades que no existen y para las que ni siquiera están preparados.
Una fiesta que no se quería celebrar, un pasote poco divertido y, tal vez, algo largo o inadecuadamente pautado, amenizado por la charanga del pueblo. Historia que muestra una corriente de pensamiento, una preocupación que está en el aire. La que debió animar su escritura y puesta en escena. Una pequeña llama que poco a poco va calentando a un elenco que, a ojos vista, va adquiriendo huesos, músculos, pelo, piel, en definitiva, carne, a medida que va abandonando discursos y se va convirtiendo en cuerpos, en hechos, en actos. El resto es silencio que se produce al vernos.
Si los ángeles disparan, OK Puerto Hurraco
Foto de Si los ángeles disparan cedida por Teatro Lara - Anxo Orois.
España también tiene su Lejano Oeste. Pueblos, poblachones perdidos en páramos o entre montañas donde la venganza se cocina lentamente y se sirve bien caliente. Donde todo tiene su rezo y su sinrazón de ser.
El crimen de Puerto Hurraco pertenece a ese Oeste español abandonado a su suerte y a las metáforas religiosas de la madre santa y sufridora, una virgencita más, alrededor de la que se arremolinan las ofensas que tienen que ser vengadas por esos ángeles, angelitos negros, que son los hijos. Hijos de los demonios de los padres.
Una imaginería religiosa que ocupa el off del Teatro Lara y que rodea al espectador, obligándole a cambiar el punto de vista mientras la voz, el discurso, se mantiene. En esta propuesta, el discurso se produce del conflicto entre la poesía de cierto carácter popular y lorquiana con la que están escritos los parlamentos de los personajes y la información procedente de los periódicos o de la televisión.
Personajes de inteligencias básicas pero complejas, a los que los actores de la compañía Teatro Hermético les dan voz y cuerpo. Presencias de claroscuro que nos enfrentan desde la modernidad a nuestros fantasmas. Un misterio que, como ya pasaba en el Séptimo día, la película de Saura, resulta difícil de mostrar, de enseñar.