La toma de decisiones y la gestión de riesgos en el fútbol
Para ver hasta qué punto el equilibrio entre ataque y defensa puede verse alterado dependiendo del marcador y el momento del partido, solo hay que pensar en las subidas del portero al remate en el último saque de esquina de su equipo, cuando con el tiempo casi agotado está al borde de la eliminación con nada que perder ya.
Como alemán que soy recuerdo muy bien la épica remontada de nuestra selección en la final del mundial de fútbol de 1986 en México ante la Argentina de Maradona que se había adelantado con dos goles en la primera hora. Tras sendos goles alemanes en los minutos 74 y 81, parecía que se podría repetir la historia de la final de 1954 que Alemania ganó contra todo pronóstico ante la todopoderosa Hungría de Puskás por 3-2 tras ir perdiendo por 0-2. De hecho, ambas finales siguen siendo hasta hoy las únicas en la historia de los mundiales en los que se llegó a neutralizar una ventaja de dos goles. Pero en este segundo caso nuestra alegría apenas duró 3 minutos, los que tardó Argentina en volver a adelantarse en un contraataque que pilló desprevenido a una Alemania eufórica que buscaba completar la proeza con un tercer gol en los últimos minutos del tiempo reglamentario. Fue el 2-3 definitivo y después hubo lágrimas de rabia, por no haber sabido administrar con cabeza el empate alcanzado en el marcador, cuando Alemania no tenía motivos de temer la prórroga, dados la fortaleza física de la que había hecho gala en aquel campeonato y el efecto psicológico de la remontada.
Foto: EFE
Ese episodio me vino a la mente cuando el Real Madrid, tras ganar la semana pasada al Wolfsburgo por 3-0 en los cuartos de final de la Liga de Campeones, dando la vuelta a su sorprendente derrota por 2-0 en el partido de ida en Alemania, recibió entre muchos elogios en los medios también algunas críticas, no solo por las dudas que aún despierta el equipo, sino por haberse relajado supuestamente tras el 2-0 conseguido ya en el minuto 16 y que igualaba la eliminatoria. Como en cualquier partido de fútbol, el juego del Real Madrid en las diferentes fases del encuentro admite todo tipo de opiniones y análisis en los que no voy a entrar. Pero creo que estas críticas no están teniendo en cuenta lo suficiente que la táctica de un partido de estas características, y en concreto el adecuado equilibrio entre ataque y defensa, se rige por la optimización de las posibilidades de pasar la eliminatoria, lo cual no solo depende de las características del equipo y del rival, sino también del marcador en cada momento.
¿Tiene sentido lanzarse al ataque y adelantar la defensa con el fin de aumentar las probabilidades de marcar, aún a costa de aumentar también - y de manera más pronunciada - las probabilidades de encajar un gol en un contraataque? Pues cuando uno tiene que remontar dos goles como Alemania en la final del 86 o el Real Madrid la semana pasada, la respuesta es afirmativa, porque de no conseguir empatar, poco importa encajar otro gol más. Pero una vez empatado, el equilibrio óptimo entre ataque y defensa del punto de vista de las posibilidades de éxito cambia drásticamente. Y en ello falló Alemania en aquella final al continuar con su arriesgado juego de ataque. En cambio, al menos en mi opinión, el Real Madrid - de la mano de su entrenador Zinedine Zidane - acertó con su prudencia a partir de su segundo gol la semana pasada. Siguieron buscando el tercer gol que les iba a poner por delante en la eliminatoria hasta que llegó en el minuto 76 tras varias ocasiones claras previas, pero ya sin prisas y con la prioridad de no ceder ocasiones claras al Wolfsburgo. Hay que tener en cuenta que si los alemanes hubieran acortado distancias, al Real Madrid no le hubiera bastado con otro gol para volver a empatar la eliminatoria, debido al mayor valor de los goles marcados fuera de casa en caso de un marcador agregado igualado. Se hubiera visto otra vez en la casilla de la salida, con la necesidad de marcar nuevamente dos goles, como al inicio del partido pero con menos tiempo disponible.
Para ver hasta qué punto el equilibrio entre ataque y defensa puede verse alterado dependiendo del marcador y el momento del partido, solo hay que pensar en las subidas del portero al remate en el último saque de esquina de su equipo, cuando con el tiempo casi agotado está al borde de la eliminación con nada que perder ya. Y a veces el "milagro" se produce, como en la vuelta de los octavos de final de la temporada 2006/07 de la Europa League cuando Andrés Palop del Sevilla FC marcó de cabeza el empate a 2 en Donetsk ante el Shakhtar en el tiempo de descuento, igualando el resultado de la ida y forzando la prórroga en la que Sevilla marcó el gol de la victoria, para proclamarse unos meses después campeón del torneo. En cambio, en la misma competición, en la ida de los dieciseisavos de final de la temporada 2012/13, el vigente campeón Atletico de Madrid iba perdiendo por 0-1 en su casa ante el Rubin Kazan y siguiendo las indicaciones de su entrenador Diego Simeone, el portero Sergio Asenjo subió en el tiempo de descuento a rematar sin éxito un saque de esquina de su equipo que en el posterior contraataque encajó el 0-2 definitivo a puerta vacía.
"El fútbol es un juego de riesgo y asumimos los riesgos con la responsabilidad que eso conlleva; esta vez salió mal" declaró Simeone a continuación. Es cierto que es un juego de riesgo, pero precisamente por eso, como en muchos otros campos, los riesgos tienen que gestionarse y aquí no se hizo de manera racional. Dejar la portería vacía aumenta muchísimo más las probabilidades de encajar un gol que las de marcar uno, por lo que solo se justifica sin nada que perder ya como en el caso del Sevilla. Pero al Atlético le quedaba todo el partido de vuelta para remontar la eliminatoria y de hecho lo ganó por 0-1, lo cual no fue suficiente por el mencionado segundo gol de la ida. ¿Acaso Simeone mandaría a su portero al remate en el tiempo de descuento de la primera parte para intentar evitar un marcador adverso en el descanso? En eso radicó su error y no por que salió mal como dijo, que es algo que no dependía de él. De no haber encajado el gol e incluso si Asenjo hubiera repetido la hazaña de Palop, la decisión hubiera sido igual de desacertada. En este último caso Simeone seguramente hubiera cosechado muchos elogios por su supuesta valentía, ya que es un error muy frecuente juzgar una decisión a posteriori según el resultado que ha dado, cuando para evaluarla solo puede tenerse en cuenta la información que estaba disponible cuando se tomó la decisión. Si la decisión luego sale bien depende no solo de lo acertado que ha sido sino también de factores no previsibles en su momento, o dicho de otro modo simplemente la suerte. Para poner un ejemplo extremo, si alguien ha ganado mil Euros en la ruleta rusa, ¿acaso vamos a aprobar su decisión de jugarse la vida porque le ha salido bien?
Todo ello no debe entenderse como un alegato a favor de un fútbol defensivo basado en la especulación con el resultado. No hay mejor defensa que un buen ataque, cuando se lleva a cabo de manera controlada y cubriendo los posibles contraataques. Y para ganar hay que correr riegos y temerlos en exceso puede costar tan caro como una excesiva temeridad. Lo experimentó el propio Zidane en la Eurocopa de Inglaterra en 1996 como jugador de la selección francesa, básicamente ya la misma que dos años después se iba a proclamar campeona del mundo y que probablemente ya en estos momentos era la mejor del continente. En semifinales empataron sin goles ante una República Checa diezmada por las bajas en un partido dominado por el miedo de ambos equipos de encajar un gol, para caer a continuación en la tanda de penaltis. El seleccionador galo Aimé Jacquet recibió duras críticas por no haber buscado la victoria durante el partido haciendo valer la mayor calidad de su selección. Teniendo en cuenta que en una tanda de penaltis aumenta mucho el peso de la suerte en detrimento de la calidad, a los checos les interesaba llegar a los penaltis, pero la favorita Francia debería de haber intentado evitarlos. Nate Silver halló en un análisis que en el 68% de las eliminatorias resueltas en el tiempo regular o la prórroga se imponía la selección que según su ranking ELO previo era favorita, un porcentaje que se reducía al 57% en las eliminatorias resueltas en la tanda de penaltis, que por tanto se parecen mucho más a un lanzamiento aleatorio de una moneda que daría un 50% de probabilidades para cada uno.
Este planteamiento táctico excesivamente conservador contrasta con el de Italia en su semifinal en el mundial de 2006 ante la anfitriona Alemania. Tratándose de una selección que tradicionalmente se caracteriza precisamente por su juego defensivo, en aquel partido, tras 90 minutos muy disputados sin goles, en la prórroga fueron a por la victoria con tres delanteros y tras dos tiros a la madera se impusieron en la recta final de manera merecida por 0-2. ¿A qué se debía este inusual y repentino juego ofensivo tan alejado de su habitual catenaccio? Pues obviamente querían evitar la tanda de penaltis, y en ello influirían los antecedentes: Alemania, tras perder la primera tanda de la historia en la final de la Eurocopa de 1976 ante la anfitriona Chequeslovaquia, había ganado desde entonces todas las 5 tandas a los que se había enfrentado, la última justo en el partido previo frente a Argentina. Italia en cambio había salido derrotada en 4 de 5 ocasiones. Es cierto que estos datos no demuestran nada, ya que es posible que simplemente Alemania tuviera buena e Italia mala suerte en el pasado. Suponiendo que en realidad Italia y Alemania son igual de eficientes en las tandas de penaltis, habría un 8% de probabilidades que de mera casualidad se diera semejante disparidad en los éxitos, por lo que tampoco es una hipótesis del todo inverosímil y por tanto descartable. Pero sí es una probabilidad lo suficientemente baja para considerar seriamente también la hipótesis alternativa de que más allá de la casualidad a los alemanes se les dan mejor las tandas de penaltis que a los italianos. Por eso Italia preferiría arriesgarse durante la prórroga cambiando completamente su forma de juego, y muy a mi pesar lo hizo tan bien que tras el partido me pregunté por qué no jugaba así siempre.