Una Marsellesa para los niños
A finales de los 90, una canción ocupó las primeras listas de éxitos: If you tolerate this, your children will be next (Si toleras esto, tus hijos serán los próximos), del grupo inglés Manic Street Preachers. Lo curioso es que el título tiene su origen en un cartel impreso durante la Guerra Civil: en él, se podía ver el cadáver de un niño, unos aviones en formación, y la leyenda.
A finales de los 90, una canción ocupó las primeras listas de éxitos: se titulaba If you tolerate this, your children will be next. La popularizó un grupo inglés llamado Manic Street Preachers.
Lo curioso es que el título de la canción, según leí alguna vez, tiene su origen en un cartel impreso durante nuestra Guerra Civil. Al parecer, una maestra de un pueblo de Teruel sacó a los niños de excursión al campo en un día soleado, y la fatalidad quiso que unos aviones los bombardearan. Quiero pensar que los pilotos no se dieron cuenta de que eran criaturas. Al fin y al cabo, desde las alturas todos parecemos "locos bajitos" (J. M. Serrat).
En el cartel, se podía ver el cadáver de un niño, unos aviones en formación, y la leyenda: IF YOU TOLERATE THIS, YOUR CHILDREN WILL BE NEXT (Si toleras esto, tus hijos serán los próximos).
El caso es que, tras los recientes sucesos de París, ante la brutalidad de los atentados de estos nuevos bárbaros, muchos tomamos durante esos días La Marsellesa como referencia.
Fue extraordinariamente emotivo el que los asistentes a un partido de fútbol abandonaran el campo cantando su himno. También la espontaneidad de las Marsellesas en algunas manifestaciones posteriores, tanto en la capital de Francia como en cualquier otro lugar del mundo (¿civilizado?). Yo mismo la he tarareado varias veces ante las imágenes de algún telediario, de un periódico o del sonido de la radio.
He de decir, sin pretender caer en sensiblerías, que me ha parecido una magnífica reacción ante esos bestias. De alguna forma, a todos los que nos oponemos a esas brutalidades nos une todavía más, si cabe, tener nuestra canción (que no nuestro himno). No hay duda de su especial significado, el reconocimiento a todos los niveles (quizá sea el himno más conocido), y el simbolismo que ya de por sí tiene la propia Marsellesa en la patria de la Ilustración.
Pero... he aquí que en estos días de atrás pudimos leer algunos titulares tan terribles cómo estos: "El 30% de los refugiados que han muerto en el Mediterráneo son niños. De ellos, el 5% son bebés de menos de dos años"; "Europol informa que diez mil niños han desaparecido tras tocar suelo europeo".
Y como no pude acordarme de la letra de toda la canción, la busqué hace meses para escucharla con detenimiento cuando los medios reprodujeron la famosa foto del niño Aylan Kurdi en las costas de la isla de Cos; y empecé a tararear el estribillo:
Mientras, en mi cabeza aparecían esas imágenes de pateras en nuestro estrecho. Esos cayucos que salían de Senegal para arribar a las costas de Canarias (yo he "navegado" en uno de esos barcos en el propio Senegal, y hay que estar muy desesperado para atreverse a tal desafío). Ataúdes flotantes con decenas de familias que cruzan desde Libia el estrecho de Mesina. Travesías en barcas de goma con salvavidas falsificados para llegar a una isla griega...
Y con un denominador común, siempre con niños.
Esos niños de los que a veces nos pasa desapercibido que son todos absolutamente iguales. No hay niños blancos ni negros. No hay niños mayores o pequeños. No hay nacionalidades entre niños. Sólo son niños.
Y lo que es más importante, no caben religiones entre niños, pues ellos mismos deberían ser, y en muchos casos son, la única y verdadera religión.
Y esto es porque todos traen consigo algo en común desde el mismo día de su nacimiento: un presente que a todos iguala, porque no son más que eso, niños; una esperanza, la de que algún día sean mejores que sus mayores; y un futuro, del que sin darnos cuenta dependemos todos los que hemos dejado de ser niños.
De manera que, por favor, la próxima vez que veas, leas o escuches esas historias, o cualquier otra en cualquier lugar del mundo que tengan que ver con los niños, procura no emitir juicios, no les sentencies y, sobre todo, no permitas que se hagan determinadas manifestaciones en función de la raza, religión o procedencia de sus padres.
¿A quién no se le heló el aliento cuando contemplamos aquellas imágenes de unos doscientos chavales de siete u ocho años tumbados en el suelo a la espera de que esos malnacidos del Daesh les asesinaran?
No nos dejemos influir por tanta teoría conspirativa. Flaco favor le haríamos a nuestra conciencia y a nuestra humanidad si la crispación porque nos ataquen en un lugar tan simbólico como es París nos impide ver y comprender lo que hay detrás de ese fenómeno de los refugiados... y sus niños.
Así que os invito a que, como mínimo, simplemente murmuréis:
Y más que eso, piensa que en cualquier momento, cuando menos te lo esperes, como ya nos ha pasado en muchas otras ocasiones, si toleramos esto, entonces nuestros niños podrían ser los siguientes.