Vallekas y San Felipe son primos lejanos
Nunca pensé que Casco Antiguo y mi barrio de Madrid, Vallecas, se parecieran tanto. Que fueran un tú a tú de emociones, de sensaciones, de vivencias... En Vallecas, al igual que en Casco, la gente anciana son un oasis de cultura que sólo pueden ver aquellos que no buscan el afán de protagonismo.
Nunca pensé que Casco Antiguo y mi barrio de Madrid, Vallecas, se parecieran tanto que fueran almas gemelas o primos lejanos. Que fueran un tú a tú de emociones, de sensaciones, de vivencias...De personas como Nilo, un sastre que, a sus casi 80 años, sigue arreglando y cosiendo cremalleras en Casco Antiguo, y que bien se parece a mi vecino de Madrid, Luís, que era el zapatero de mi barrio en Vallecas.
En Casco, la vida parece transcurrir, o ser vista, desde balcones legendarios donde observar cómo el tiempo pasa delante de tus narices, día tras día, como anónimos viajeros sin rumbo ni nombre; sin raza, religión o color de piel. Donde la lucha por vivir no es sólo personal, ni mucho menos callejera. Es una lucha cotidiana por subsistir día tras día, aunque el precio lo pongan otros y sea un espectáculo que no todos entendemos.
Casco Antiguo parece una pequeña isla con vistas al Pacifico, donde el agua tiene un precio mayor que el pago de barcos de lujo o cargueros repletos de ilusiones por surcar sus aguas. El agua, La Mar, mantiene a flote la continuidad y, a la vez, la sequía de las palabras y los abrazos. El saludo lejano de una historia de cientos de años.
En Vallecas, al igual que en el Casco, la gente anciana son un oasis de cultura que sólo pueden ver aquellos que no buscan el afán de protagonismo o la mejor foto de recuerdo, aquellos que saben que escuchar tiene más valor que el clic de cámara de fotos. Y así, el mensaje más positivo que un viajero/aventurero puede percibir en Casco Antiguo es la cercanía. Nada es tan grande y frágil como entenderse. Entenderse como pulso a la vida cotidiana, a la singularidad de ser vecino, a la pluralidad de conectar para sentirse uno más y no un extraño más...Por eso, en cada rincón de este pequeño "pueblo", en cada calle, cada callejón, hay una historia, hay más belleza que cualquier museo arrebatado de "historias robadas". Alegrías y llantos sin horizonte por negligencias humanas. A ellos, a los que nos dejaron, les debemos respeto y nuestro No Olvido, recordándolos como parte de nosotros, porque todos somos parte del todo.
¡Y Casco Vive! Casco brilla y tiene su propia luz, una luz que hacen personas con proyectos, con fe, con pasión por llegar a ser parte de la historia de Panamá y por que se conozca un país con posibilidades culturales por su voz y por su belleza natural. Porque la vida, en general, en Vallecas o en el Casco Antiguo, no es una lotería, ni permite soñar que vuelas para fugarte de la realidad. La vida, casi siempre, está en tus manos, la vida no tiene dos caras, aunque en el espejo de lo cotidiano te veas dos veces reflejado. Aunque pienses que la vida es un continuo equilibrio entre tú y la tierra.
¡Del Casco al cielo!, como ese eslogan que se hizo famoso en mi barrio (Vallecas) siendo hoy una Gran Villa de Madrid. Casco avanza buscando la luz de la oportunidad y el conocimiento. De la diversidad, de las nuevas gentes, sin olvidar quiénes son, su lucha, y sin renunciar al horizonte de una nueva generación.
Hoy, el reloj de la vida no se queda parado. El teléfono de la oportunidad espera tu llamada. Dale un trago al presente y brinda por ti y todos tus nuevos amig@s. ¡Comparte tu sonrisa!; ¡crea! Sorpréndete y no dejes de mirar... ¡lo grande que es Casco Antiguo, mi nuevo barrio!