La Ley de Murphy para padres de niños de tres años
En el momento en el que por fin te sientes por la noche y decidas qué película ver, será el momento en el que tu hijo de tres años aparecerá en el cuarto de estar diciendo que no puede dormirse. Y la mañana del fin de semana que tenías planeado PARA TI SOLA y que llevabas esperando todo el año descubrirás que tienes fiebre; la misma que tu hijo de tres años tuvo unos días antes.
Voy a quitarme el sombrero de experta en la crianza de hijos y a ponerme el sombrero de madre de un niño de tres años. Llevo un tiempo encontrándome mal, y aunque soy una chica que siempre ve el vaso medio lleno, empecé a escribir esto para hacerme reír. Espero que tú también te eches unas risas. Y sí, todo esto realmente pasó.
La ley de Murphy para padres de niños de tres años
Cortarás el flash por el lado equivocado, revolverás mal el yogur, romperás el plátano o usarás la taza del color equivocado.
El día que llegas tarde a una cita importante es el día en que desabrocharás el asiento del coche, como siempre haces, y tu hijo de tres años chillará como si lo estuvieran apuñalando y se negará a salir del coche.
El cronómetro sonará, recordándote que tienes que quitar de la parrilla tu caro solomillo, a la vez que tu hijo de tres años grita frenéticamente que ya ha terminado de hacer caca y que necesita tu ayuda.
La cantidad de tiempo que tu hijo de tres años pasa en su bici sin rueditas de apoyo es inversamente proporcional al tiempo que te ha costado encontrar las herramientas y quitar las rueditas de la bici.
En el momento en el que por fin te sientes por la noche y decidas qué película ver, será el momento en el que tu hijo de tres años aparecerá en el cuarto de estar diciendo que no puede dormirse.
Cortarás el sándwich de queso de manera equivocada. Y pondrás el kétchup en el lugar equivocado.
La mañana del fin de semana que tenías planeado PARA TI SOLA y que llevabas esperando todo el año descubrirás que tienes fiebre; la misma que tu hijo de tres años tuvo unos días antes.
La leche será derramada, así que mejor que dejes el rollo de papel en la mesa.
Las palabras "¡quiero hacerlo!" irán seguidas de "oh-oh".
En el momento en el que estés chocándote los cinco a ti misma por haber vestido, llevado al baño, alimentado y lavado la boca a tu hijo de tres años A TIEMPO, será el momento en el que te des cuentas de que no has desayunado.
Saldrás de casa con la camisa del revés, unas cuantas veces. Puede que incluso llegues al trabajo y te des cuenta de que todavía llevas el pijama.
Si llevas el carrito, él querrá andar, y si no lo llevas, lo querrá usar.
El día que tu hijo de tres años descubra dónde guardas las tijeras será el día que dejarás la lista de tareas pendientes, que tanto te ha costado hacer, en la mesa de la cocina.
La noche que se te olvide poner la funda del colchón en la cama será la noche en que tu hijo de tres años se mee con tantas ganas que jurarías que se ha meado un adulto.
Cuando finalmente te sientas los suficientemente segura para poder llevar ropa más cara estando con los niños, tu hijo de tres años se las arreglará para coger solito un yogur y querer un abrazo por su logro.
Los pantalones favoritos de tu hijo de tres años (que debe usar todos los días) serán blancos. Bueno, al principio lo eran.
La primera vez que intentes dejar a tu hijo dentro de casa mientras tú vas al jardín trasero a quitar las malas hierbas, él 1) saldrá a la puerta principal, 2) hará caca en el jardín delantero, 3) será descubierto por tu marido, que casualmente justo ese día ha vuelto a casa temprano.
(Por cierto, en medio de un ataque de risa, él dijo "¡me encanta que esto haya pasado mientras tú lo cuidabas!").
Este artículo fue publicado originalmente en la versión estadounidense de 'The Huffington Post' y ha sido traducido del inglés por María Ulzurrun.
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