Por qué dejo que otras personas mimen a mi hija
Mis abuelos me dejaban salirme con la mía, me compraban cosas que mis padres no me regalaban, me daban una comida que mis padres ni siquiera se planteaban comprar. Me educaron de manera distinta, pero eso no significa que me hicieran mala persona.
Trabajar en casa no deja mucho dinero extra para consentir a mi hija, la verdad. Así que dejo que sus abuelos (y sus tíos abuelos) le compren cosas. Sólo en el mes pasado compraron dos tronas, varios pares de zapatos, unos cuantos vestidos y, por supuesto, juguetes. Si quieren invertir parte de su fondo de pensiones en una cocina de juguete para que se sienta como una concursante de MasterChef Bebés, yo no voy a impedirlo.
Dejo que la abracen y que la besen. Dejo que la consuelen cuando está llorando. Cuando sea algo mayor, dejaré que vaya a dormir de vez en cuando a casa de sus abuelos e incluso dejaré que le den chuches en cantidades industriales.
No soy una madre irresponsable, no tengo ninguna intención de criar a una niña desagradecida. Voy a explicarme.
Me he criado en una cultura en la que la familia es algo muy importante. Solemos decir que "para educar a un niño, hace falta una comunidad" y me alegro de que podamos hacerlo así porque siento que a mi hija la quieren muchas personas. Ver cómo mi hija construye relaciones con otras personas que no somos ni yo ni su padre es muy gratificante.
Eso sí, hay cosas que no están abiertas a negociación, y se las dejo claras a todos. Por ejemplo, no puede ver la televisión, ni usar ningún dispositivo electrónico, ni tomar dulces hasta que cumpla 2 años. Mis reglas son muy claras, pero cuando mi hija está con nuestra comunidad, dejo que cada uno dicte sus propias reglas. Confío en que no van a convertir a mi niña en una mimada manipuladora.
No van a dejar que coma medio kilo de chocolate de una sentada. Estoy segura de que saben lo difícil que es lidiar con un niño pequeño con subidón de azúcar. No creo que recurran a su fondo de pensiones sólo para comprar a mi hija juguetes que cuesten más que las vacunas (que son demasiado caras, por lo menos en esta parte del mundo). Son adultos responsables que pueden hacerse cargo de su propia economía. Y estoy completamente segura de que no tolerarán la mala educación y las malas contestaciones sólo porque les parezca gracioso. Saben lo importante que es el respeto.
Está claro que confío mucho en estas personas, son parte de mi vida: unos me han criado a mí y otros han criado a mi marido. No veo mal permitir que tengan una estrecha relación con mi hija.
En el fondo, es responsabilidad mía conseguir que mi hija se convierta en una persona trabajadora, cariñosa y agradecida. Aunque las reglas sean importantes, no son lo único que acabará definiendo a mi hija. Las relaciones y la sensación de seguridad también son importantes. Es por eso por lo que me niego a rechazar a los abuelos simplemente porque sus reglas sean diferentes de las mías.
Esta es la realidad: me llevo muy bien con mis abuelos y, ¿sabéis qué? Lo más probable es que a mí también me hayan mimado y consentido a su manera. Me dejaban salirme con la mía, me compraban cosas que mis padres no me regalaban, me daban una comida que mis padres ni siquiera se planteaban comprar. Me educaron de manera distinta, pero eso no significa que me hicieran mala persona.
Y eso es lo que quiero para mi hija. Quiero que sus abuelos y sus tíos abuelos le den lo que no le damos nosotros. Quiero que le enseñen lo que no le enseñamos nosotros. Aunque eso implique que la vayan a mimar.
Este post fue publicado originalmente en la edición estadounidense de 'The Huffington Post' y ha sido traducido del inglés por Irene de Andrés Armenteros