Qué es la cultura de la cancelación que sufren famosos como J.K. Rowling
El término existe desde hace años, pero se ha puesto de actualidad ante la reciente noticia de que J. K. Rowling y otras personalidades del mundo de las artes han firmado un manifiesto contra este movimiento.
La cultura de la cancelación es un término que lleva varios años circulando por las redes sociales. En 2019 el Macquarie Dictionary lo nombró término del año, aunque ahora está más de actualidad que nunca. Todo por la reciente noticia de que la escritora J. K. Rowling y otras personalidades del mundo de las artes han firmado un manifiesto contra la cultura de la cancelación.
La cultura de la cancelación, según lo define en inglés Dictionary.com, es “una práctica popular que consiste en retirar el apoyo a personajes públicos y compañías tras haber hecho o dicho algo considerado objetable u ofensivo”.
El Macquarie Dictionary la define con otras palabras: “Las actitudes que promueve o adopta una comunidad para retirarle el apoyo a un personaje público, normalmente como respuesta a una acción o comentario socialmente inaceptable”.
Tanto las personas como las empresas pueden ser “canceladas”. La gente les retira su apoyo y, en consecuencia, resultan boicoteadas. Una forma de hacerlo es dejar de ver una serie si participa un determinado actor o dejar de comprar los productos de una marca.
Una de las primeras referencias a la cultura de la cancelación se dio en la película de 1991 New Jack City, según informa el medio de comunicación estadounidense Vox. En la versión original, uno de los personajes dice: “Cancelad a esta puta. Ya me compraré otra”.
El término volvió a aparecer en 2014 en un episodio del reality show Love and Hip-Hop: New York. En esa emisión un hombre le decía a otra participante en plena discusión: “Cancelada”.
Desde entonces, la idea de cancelar a la gente se ha utilizado en gran medida por tuiteros negros, según Dictionary.com y Merriam Webster, para boicotear a personajes públicos que, en su opinión, han tenido reacciones de discriminación y racismo.
El #MeToo y otros movimientos que han instado a personajes públicos a asumir responsabilidades también han contribuido a la cultura de la cancelación, que ha acabado con la carrera y la reputación de algunos de ellos.
En 2015, el periodista Jon Ronson escribió el libro Humillación en las redes sobre este fenómeno, aunque no se refirió a él de forma explícita como cultura de la cancelación. En este libro, narra una serie de historias personales sobre cómo muchos usuarios de Twitter han destrozado la vida y la carrera de mucha gente con bromas y comentarios de mal gusto. Y, tal y como comenta Ronson, el “castigo” que recibieron superó con creces la magnitud de sus “crímenes”.
Pero ¿es un fenómeno exclusivo de Twitter? Quizás. Uno de los motivos por los que la cultura de la cancelación tiende a tener éxito en las redes sociales puede ser porque a los algoritmos les encanta la polémica, explica Anjana Susarla, profesora asociada de Sistemas de información en la Universidad Estatal de Michigan para The Conversation.
“Mis investigaciones demuestran que los contenidos que provocan una respuesta emocional intensa, ya sea positiva o negativa, se vuelven virales más fácilmente”, explica.
“Puedes haber escrito un tuit muy inmaduro siendo adolescente, alguien puede sacarlo a la luz, omitir convenientemente que es de hace 7 u 8 años y los algoritmos amplificarán la reacción. Y así, de repente, te han cancelado”.
Raro es el día en el que no “cancelan” a alguien en las redes sociales. Hace poco, la actriz Jodie Comer, de la serie Killing Eve, fue cancelada porque se rumoreó que estaba saliendo con un votante de Trump y sufrió la mala experiencia de que un hashtag contra ella se volvió viral.
Sin embargo, lo que parece haber reavivado el debate es la noticia de que J. K. Rowling se unió con otros importantes personajes públicos, como Sir Salman Rushdie y Margaret Atwood, para firmar una carta de advertencia contra el peligro que esta falta de tolerancia supone para la libertad de expresión.
Fueron 150 los famosos que firmaron el manifiesto, publicado en Harper’s Magazine: “El intercambio libre de información e ideas, la columna vertebral de las sociedades liberales, está cada día más restringido”.
“Aunque es algo que se espera de la derecha radical, la censura se está expandiendo en nuestra cultura: la intolerancia ante ideas opuestas, la nueva moda de humillar y condenar al ostracismo a figuras públicas y la tendencia a simplificar problemas políticos complejos en una sola verdad moral cegadora”.
La gente siempre opina, y mucho. Algunas personas niegan la existencia de la cultura de la cancelación.
La cultura de la cancelación no existe. Es una fantasía perpetuada por quienes se niegan a acatar la forma correcta de pensar.
Otras, en cambio, no solo defienden su existencia, sino también su necesidad.
¿Es impresión mía o la “cultura de la cancelación” es la forma que tienen las personas extremadamente privilegiadas de conceptualizar que les den un “no” por respuesta por primera vez en su vida? La mayoría de nosotros no le buscamos un nombre al concepto de “consecuencias negativas”.
Aunque algunas personas argumentan que es positivo que la gente afronte las consecuencias de sus actos, otras dicen que a veces es excesivo.
En algunos casos, la cultura de la cancelación ha derivado en burlas y linchamiento en redes con amenazas de muerte y terribles abusos verbales. Tras el suicidio de la presentadora Caroline Flack, mucha gente cargó contra la cultura de la cancelación y se hizo un llamamiento para ser más amables en redes.
El escritor Ayishat Akanbi trató el asunto en un vídeo para el medio DDN: “La cultura de la cancelación es un tema complejo por el hecho de que los humanos somos complejos y eso es algo que nos encanta negar por las redes. No debemos menospreciar lo rápido que podemos cambiar nuestra forma de pensar, de modo que cancelar a gente por tuits que publicaron hace años, cosas que tal vez tú mismo has hecho la semana pasada, es una forma de mentirte a ti mismo y carece de autocrítica, una virtud crucial”.
Y concluye: “Hablamos mucho de salud mental, sabemos que es tan importante como la salud física, y, al mismo tiempo, boicoteamos a las personas a la mínima que hacen o dicen algo que no nos gusta. No me parece muy coherente”.
Este artículo fue publicado originalmente en el ‘HuffPost’ Estados Unidos y ha sido traducido del inglés por Daniel Templeman Sauco.