Cacerolazo reloaded
Más de diez años pasaron desde que una manifestación popular inédita, bautizada como "cacerolazo", detonó la caída de un Gobierno en Argentina. En un clima económico y político distinto, las cacerolas volvieron a sonar en el país con otros reclamos y algunas semejanzas.
Más de diez años pasaron desde que una manifestación popular inédita, bautizada como "cacerolazo", detonó la caída de un Gobierno en Argentina. En un clima económico y político distinto, las cacerolas volvieron a sonar en el país con otros reclamos y algunas semejanzas.
El jueves 13 septiembre, menos de un año de la reelección de Cristina Fernández con el 54% de los votos, salieron a las calles de los principales centros urbanos del país unas 900.000 personas, según estimaciones de la prensa local. La convocatoria surgió en las redes sociales y no tuvo una bandera política ni partidaria. Los motivos del cacerolazo fueron varios: el rechazo a una iniciativa de algunos políticos kirchneristas para reformar la Constitución Nacional y así habilitar la reelección presidencial indefinida, a la inflación anual de más de 20% y a las cuestionadas estadísticas oficiales (Indec) que la niegan, a la inseguridad y al incremento del delito, a las trabas a la compra de dólares, el pésimo servicio de los trenes de pasajeros, entre otros.
Desde el Gobierno, se buscó minimizar la manifestación, tal vez la más significativa del segundo mandato de la presidenta Fernández. "Les preocupa más lo que pasa en Miami", respondió el jefe de Gabinete, Juan Abal Medina, para desestimar la protesta como una queja de las clases media y alta, y por lo tanto poco representativa.
¿Cuál es la diferencia con ese cacerolazo masivo de 2001 que mostró la miseria argentina a todo el mundo? ¿Por qué las cacerolas ya no resuenan tan fuerte en los oídos de los políticos y derriban un Gobierno?
"La cacerola pasó a ser un sujeto político. Es un elemento de protesta. Es fácil, es rápido, es lo que está a mano, pero una cacerola ya no destituye", le dijo al programa de radio Suplemento de Domingo, Marcelo Bustos, un comerciante del barrio porteño de Palermo, que salió a la calle en 2001 y lo hizo también el jueves 13 de septiembre.
El menor impacto del cacerolazo también se debe a que la situación política y económica actual es muy diferente de la de 2001. En ese momento, el debilitado presidente Fernando de la Rúa había perdido a su vice, que renunció por el pago de parte de los servicios secretos de una coima a los senadores opositores para aprobar una ley de flexibilización laboral. El desempleo llegaba a 25%, la pobreza y la indigencia alcanzaban a casi 50 % de la población, y la caída del PBI era de 11 %.
A esa debacle siguió uno de los períodos más prósperos de la Argentina, con nueve años de crecimiento récord de la economía. El desempleo actual, según las cifras oficiales, es del 7,9 % y la pobreza bajó al 30 %. En 2011, el PIB creció 9 % pero este año se espera una fuerte desaceleración con una expansión que rondaría entre 1 y 3 %.
Sin embargo, ambos cacerolazos tienen algunos puntos en común. Uno de ellos son los discursos en cadena nacional. El 20 de diciembre de 2001, los argentinos salieron a las calles tras un mensaje televisado del presidente De la Rúa en el que declaró el estado de sitio. El estallido social, con saqueos en comercios, fue inmediato. El humor social llegaba muy irritado por un "corralito" a los ahorros que limitaba la extracción de dinero en los bancos e impedía el retiro de dólares de las propias cuentas.
En 2012, la presidenta Fernández, como nunca antes, opta por las cadenas nacionales como herramienta de comunicación. Sus mensajes suspenden durante varios minutos la programación de las radios y de la televisión abierta. Ya habló 18 veces por cadena nacional en lo que va del año, y no todos sus mensajes fueron para hacer anuncios trascendentes. Sin embargo, algunos de sus funcionarios más próximos le sugirieron subir la apuesta y hacer una cadena nacional por semana, desoyendo cierto malestar popular. Tal vez el último cacerolazo le haga repensar su estrategia comunicacional.
Lo que no promete modificarse son las trabas a la compra de dólares, y de moneda extranjera en general, a pocos meses del inicio de las vacaciones de verano en un país en el que viajan al exterior más de 2 millones de personas por año. En diciembre -un mes que quedó en el recuerdo colectivo a partir de 2001-, el Gobierno deberá cancelar un pago de 3.100 millones de dólares (2.360 millones de euros) de deuda y necesita los dólares para seguir espantando, justamente, el fantasma del default declarado en los primeros días de enero de 2002. ¿Feliz coincidencia?
Este post está disponible en el blog del autor La revancha de Keynes.