La Doctrina de la Necesidad en el 'Lincoln' de Spielberg

La Doctrina de la Necesidad en el 'Lincoln' de Spielberg

La dignidad que recita Lincoln en el filme se articula como la negación del poder de unos hombres sobre otros hombres, pero tal negación está afirmando su propio opuesto. El final de la guerra supuso para EEUU la metamorfosis definitiva del capitalismo feudal en capitalismo industrial, precipitando el triunfo del dinero como sustitutivo de la religión.

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"Oh, ¿por qué debería estar orgullosa el alma de los mortales?

Porque somos los mismos que han sido nuestros padres;

Vemos las mismas señales que han visto nuestros padres;

Bebemos del mismo arroyo, y sentimos el mismo sol,

Y seguimos el mismo rumbo que han seguido nuestros padres".

Mortalidad (1824). William Knox.

Este poema de William Knox era el preferido del presidente Abraham Lincoln, según sus biógrafos, y puede ser un ejemplo válido para representar su tendencia, tanto mental como estética, al fatalismo, es decir, una visión del mundo y la política totalmente antiutópica, decididamente tradicional, y dolorosamente contradictoria al considerar como predeterminadas y útiles, tanto la libertad como el destino. Partiendo del reciente filme dirigido por Steven Spielberg, Lincoln (candidato a doce estatuillas de los Oscars), quiero realizar un análisis crítico para reflejar las posibles incongruencias entre el mito cultural que representa la democracia estadounidense y su concreción real, tanto en el pasado como en la actualidad.

La película comienza con una violenta reconstrucción de la batalla de Gettysburg (que se llevó a la tumba a cerca de ocho mil soldados y hasta veintisiete mil heridos entre ambos bandos en apenas tres días de contienda). Le sigue una escena donde un soldado negro recita de memoria y ante el propio presidente republicano el discurso que éste presentó en diciembre de 1863 durante la inauguración del Cementerio Nacional que pasó a acoger a todos aquellos caídos. Resulta poco creíble que tal encuentro tuviera lugar de ese modo (entre otras cosas porque es un discurso que adquirió el rango de mítico en la cultura estadounidense muchas décadas después), pero la iluminación, con un estilo tenebroso y fantasmagórico, invita a creer que estamos ante una especie de ensoñación.

Lo más relevante que plantea en este prólogo la selección artística realizada por Spielberg, alter ego presidencial, es muy preciso: ¿Mereció la pena el brutal derramamiento de sangre? La respuesta que se envía al espectador por mediación de la víctima liberada es afirmativa y sin vacilación. Primera tesis política en el reconocimiento del mito de la guerra buena.

A continuación, el primer acto se abre con una secuencia mística donde el director recrea con imágenes distorsionadas y de influencia pictórica, un inquietante sueño que ha tenido Lincoln y que está explicando en off a su mujer. En él, se ve a sí mismo en una pequeña embarcación avanzando muy rápido a través de la noche, hasta que comienza un amanecer que ilumina el fondo, lo que le permite distinguir el perfil de una costa. Lo que más le aflige, afirma el personaje, es no poder controlar a voluntad ni el rumbo ni la velocidad a que se mueve.

En otro momento, hacia la mitad del filme, el presidente conversa plácidamente con unos oficiales a cargo del telégrafo de la Casa Blanca mientras decide si negocia las condiciones de paz con los líderes confederados, o si primero da prioridad a la aprobación de la Decimotercera Enmienda para abolir la esclavitud, una aprobación que sabe que dilatará algo más de tiempo el final de la guerra pero que también es condición necesaria, en su intuición, para ganar. El coloquio deriva hacia cuestiones filosóficas, y en concreto hacia cuestiones relacionadas con la ingeniería mecánica, para terminar por recuperar la primera noción común de los elementos de Euclides: "Cosas iguales a una misma cosa son iguales entre sí". Tal razonamiento causal se plasma como justificación ética y científica para adoptar la decisión de proseguir a toda costa con la aprobación de la Decimotercera.

Tanto en esta escena como en la reconstrucción del sueño, se están proyectando los motivos de Lincoln y, al mismo tiempo, los motivos de toda su época. Estos motivos tienen que ver en buena medida con la denominada Doctrina de la Necesidad. Veamos por qué:

El origen religioso. La Doctrina de la Necesidad procede directamente de la versión del pensamiento protestante diseñado por Calvino. De su modelo de cambio se destila, entre otras muchas cosas, la certeza sentimental de que las naciones, a igual que el individuo, tienen determinados sus destinos: existen completamente supeditados a Dios.

Lincoln nació en el seno de una familia baptista muy influida por las ideas calvinistas. Pese a que durante toda su juventud rechazó el fundamentalismo religioso, fuera cual fuera su origen, mientras simultáneamente se introducía en la filosofía de Thomas Paine y en la de otros librepensadores. Lo cierto es que aquel rechazo estuvo más vinculado a su desprecio por las instituciones religiosas (preocupadas por luchas de poder y por imponer una cultura de superstición) que a planteamientos esencialmente teológicos, por lo que en su estructura psíquica no pudo dejar de reconocer su creencia en que "la mente humana es impulsada a la acción, o a permanecer en reposo, por algún poder sobre el que la mente no tiene control".

En su modo de actuar, el fatalismo lincolniano serpenteó entre una rendición a la concepción de predestinación, y una parte que se puede denominar como el trabajo que te toca a ti hacer, es decir, la parte más dura, la que provocaba que fuera proactivo y voluntarista, sin subordinarse pasivamente a las circunstancias, actuando con honradez, sosiego y templanza como requisitos para ser capaz de acceder a la gracia necesaria para leer la "voluntad suprema", que conducía a los elegidos del destino hasta la victoria.

En el filme, el retrato que logra Daniel Day Lewis conspicuamente, muestra la dialéctica típica de un escolástico con neurosis: conoce a fondo la Biblia (sueña con viajar a Jerusalén), ha estudiado a los clásicos, y se esfuerza por equilibrar la autonomía de la razón sobre la fe, para trasladar lo sagrado desde lo religioso hasta lo profano y lo científico.

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Carteles de la novela de Gore Vidal sobre Lincoln y del filme de Steven Spielberg. Foto: AGP.

El origen científico. Los motivos mueven al mundo, y una buen parte de la sociedad gentil estadounidense admitía que cada hecho singular del universo es determinado con precisión por una ley. La casualidad, como el libre albedrío, forman parte de la mecánica de cada ley general, y en este determinismo tan estricto cada acto de la voluntad se mueve por una necesidad que se haya coordinada con la del resto del mundo.

La derivación política. La Doctrina de la Necesidad en su traslación a un marco jurídico aplicado, tuvo en el pensamiento de William Blackstone (The Commentaries on the Laws of England) uno de su principales referentes. Blackstone concibió un modelo de excepcionalidad legal para dotar al Estado de poderes para restaurar el orden constitucional en situaciones de peligro, de manera que fuera admisible la decisión de dañar o amenazar un bien jurídico determinado con el objetivo de salvar otro bien jurídico de igual o mayor trascendencia. Lincoln justificó siempre sus artimañas y sus medidas restrictivas de derechos fundamentales, por medio de una noción de animus salvationis, concentrada en salvaguardar la Unión, es decir, mantener la tradición.

Su primer gran discurso para limitar la extensión de la esclavitud a los Estados del Norte en 1860, se basó en demostrar que la inmensa mayoría de los conservadores Padres Fundadores de la nación siempre estuvieron a favor de regularla (aunque sólo una minoría a favor de abolirla) junto al respeto original por el principio de igualdad. Tal y como se reconoce en el filme por boca de Thaddeus Stevens, republicano y radical por ser abolicionista (interpretado con carisma por Tommy Lee Jones), la necesidad de alcanzar un bien superior relega a un segundo plano toda la corrupción de los políticos, su debilidad de carácter, e incluso la ausencia de convencimiento moral en un auténtico igualitarismo.

Spielberg asume una segunda tesis política y la integra como un rasgo de identidad positivo: la obsesión "legalista" de Lincoln, en coherencia con sus creencias, fue trasladar mecánicamente una ley general de la naturaleza a ley constitucional, generando un bien absoluto que adquirió así el valor sagrado heredado de la religión.

Al examinar el gran eje temático del filme, la abolición de la esclavitud, se pueden asociar algunas de las motivaciones de Lincoln y sus seguidores con el fortalecimiento mismo del sistema capitalista y los efectos culturales resultantes. Es lo que el historiador Thomas Haskell ha denominado como un proceso de afloramiento de una sensibilidad humanitarita. La hipótesis de Haskell asocia la madurez del capitalismo en EEUU como una de las causas principales para despertar la conciencia y abrir los horizontes mentales del sujeto, en términos espaciales y geográficos, gracias a la expansión del comercio (el mercado) y el éxito materialista del emprendedor, que se responsabiliza de las consecuencias a largo plazo de sus decisiones, hasta llegar a un punto donde el individuo adquiere una enorme confianza en sus posibilidades (cumple sus promesas) y desea intervenir en modificar el curso de los acontecimientos.

Así, el movimiento abolicionista, además de ser adoptado por la vertiente religiosa puritana, fue también un síntoma de la transformación de la mentalidad económica y, desde mi punto de vista, del dominio psíquico dirigido por el principio de acumulación y el dinero: el Homo Economicus logra reprimir su libido por medio de la necesidad de dominar la naturaleza, y en su cálculo para cubrir sus necesidades y acumular, trata de anular los privilegios -por ejemplo, la mano de obra sobrexplotada propiedad de los terratenientes del Sur con la consecuente distorsión del mercado- cuando son para él un obstáculo.

La dignidad que recita Lincoln en el filme se articula como la negación del poder de unos hombres sobre otros hombres, pero tal negación está afirmando su propio opuesto. El final de la guerra supuso para EEUU la metamorfosis definitiva del capitalismo feudal en capitalismo industrial, precipitando el triunfo del dinero como sustitutivo de la religión.

En un proceso tan contradictorio, los motivos se desvirtúan, y aunque Spielberg hace simulacros de ambigüedad e ironía, al incidir en que la lucha por la igualdad racial únicamente comenzó su odisea en 1865, no profundiza en los motivos por los cuales el racismo, en 2013, perdura tan acusadamente en EEUU, degradando aquel esforzado humanitarismo capitalista a una sublimación de procesos de compensación por el sentido de culpa inherente a lo económico, lo que significa admitir la inevitabilidad de la desigualdad.

El federalismo que Lincoln soñó, o al menos el mito que se ha configurado alrededor de ese sueño, continúa siendo un proceso materialmente inacabado en EEUU, como demuestran los cerca de cincuenta millones de pobres que existen en la actualidad, evidenciando que ni tan siquiera la posterior Enmienda Decimocuarta ha sido capaz de culminar la igualdad de oportunidades entre negros y blancos.

No parece que los ciudadanos estadounidenses contemporáneos anden huérfanos de un nuevo Lincoln o que demanden un discurso con promesas de mejora basadas en motivos morales, puesto que saben que después el sistema provocará que sean incumplidas. Desde fuera, y por lo visto en el filme, lo que más se detecta es la recurrente carencia de congruencia política que se retrotrae hasta la misma fundación revolucionaria de su país: simplemente, no se cumple con todo lo que está escrito y firmado, sólo se lleva a la práctica una parte, la estrictamente necesaria. Mientras, el mito transmitido hace una labor ideológica más allá de la superficie, dignificando hegemónicamente que sacrificar convicciones, trasgredir normas o mudar de bando, si es útil y necesario en función del bien común, el interés general o por razones de Estado, puede no ser inmoral ni deshonesto.