5 partes del cuerpo a las que no sabías que podía afectar el embarazo
La primera vez que me quedé embarazada, me preparé para los cambios que sabía que tendría que pasar. Empecé a echarme crema para las estrías y me compré una bolsa de caramelos que ayudan a llevar mejor las náuseas. Esos eran los cambios que me esperaba: una tripa más grande y unas pocas semanas vomitando. Me equivoqué.
La primera vez que me quedé embarazada, me preparé para los cambios que sabía que tendría que pasar. Empecé a echarme crema para las estrías y me compré una bolsa de caramelos que ayudan a llevar mejor las náuseas. Esos eran los cambios que me esperaba: una tripa más grande y unas pocas semanas vomitando. Me equivoqué. Hacia el final del embarazo, sentía como si todo mi cuerpo estuviera experimentando una especie de síntoma de embarazo, cosa que me sorprendió. Sentía como si estuviera embarazada desde la cabeza hasta los pies hinchados. Estas fueron las partes embarazadas que más me sorprendieron:
1. El cerebro.
Mi ingenio, mi capacidad para aguantar los contratiempos y mi agilidad mental desaparecieron. Me sorprendí intentando recordar los nombres de objetos cotidianos antes de recurrir a llamar a todo "la cosa esa" y "el como se llame".
2. La boca.
En la primera etapa del embarazo, decidí que ya era hora de seguir una rutina adulta de higiene: empecé a lavarme los dientes y a usar el hilo dental dos veces al día. Pero en la sexta semana del embarazo, sólo con pensar en llevarme algo a la boca bastaba para hacerme sentir náuseas. Para cuando ya era capaz de soportar lavarme los dientes en condiciones, apareció el sangrado de encías. Después de usar el hilo dental parecía que aquello era la escena de un crimen.
3. Las manos.
Hacia la mitad de mi primer embarazo, una noche me desperté con las manos tan entumecidas que me dolían, no podía pensar con claridad y tampoco podía descansar. Era como si se me hubieran quedado dormidas, pero por mucho que las agitaba o las masajeaba no volvían a su estado habitual. Cuando se lo comenté a mi ginecóloga, me dijo con total naturalidad que tenía el síndrome del túnel carpiano, algo "muy común" en el embarazo, y que debería comprarme una muñequera para ponérmela al dormir. Así que me compré dos muñequeras negras feas: parecía que en vez de irme a dormir iba a participar en un combate de lucha libre, y me despertaba con las manos doloridas y con las muñecas sudorosas.
4. Las caderas.
Creía que estaba preparada para esto. Es lógico que llevar una tripa del tamaño de una sandía de 15 kilos implique más presión para las caderas y que eso pueda acarrear más incomodidad. El caso es que no sólo me hacía daño esa presión en las caderas, también participaba una hormona llamada relaxina. La relaxina hace que el tejido conectivo se ablande para que las caderas se estiren y el bebé pueda atravesar el canal del parto cuando llegue la hora. Agradezco que mi cuerpo se prepare antes de tiempo, pero tener las articulaciones de la cadera flojas no ayuda a vivir cómodamente. Aunque lo peor es el dolor del hueso púbico. Una vez que la relaxina empieza a hacer su trabajo, cualquier acción que implique subir una pierna más que la otra -como subir escaleras o darse la vuelta en la cama- es dolorosa.
5. La nariz.
En una de las primeras semanas del embarazo, me sangró la nariz por primera vez en mi vida. Afortunadamente, no se convirtió en algo recurrente, pero esas mismas hormonas que provocan congestión y hemorragia nasales durante el embarazo pueden dar lugar a ronquidos. Ronquidos descomunales. Por suerte, mi marido no tiene el sueño ligero. Sin embargo, mi compañera de habitación en un viaje que hice a California no tuvo tanta suerte. Lo llevó bastante bien, pero aun así se burlaba de mí por mis ronquidos.
Este post fue publicado originalmente en la edición estadounidense de 'The Huffington Post' y ha sido traducido del inglés por Irene de Andrés Armenteros.