"Ha sido una vergüenza": así fue la gala de los Oscar sin presentador de 1989
La ceremonia de 2019 repite lo mismo que sucedió hace 30 años y se emitirá sin conductor.
Los Oscar no tienen quien los presente. Si por algo será recordada la 91º edición de los premios del cine de Hollywood no será por la calidad de las películas, sino por las polémicas que han precedido a la gala. Una tras otra se han ido sucediendo en los meses previos a la ceremonia del próximo 24 de febrero: primero fue la elección de Kevin Hart como presentador, que luego se fue al traste después de que se rescataran unos tuits homófobos; luego las seis nominaciones a la película de Marvel Black Panther, que muchos vieron como una tomadura de pelo y otros como un acontecimiento histórico; y después la decisión de la Academia de otorgar cuatro premios durante la publicidad.
El enfado mayúsculo de cineastas y espectadores ante esta noticia, que afectaba directamente al español Rodrigo Sorogoyen, nominado al Mejor Cortometraje Madre, hizo que los organizadores tuvieron que rectificar y finalmente todos los premios se darán durante la emisión. Lo que no se ha solucionado es el asunto del presentador y la gala se saldrá del molde habitual.
No es la primera vez que sucede. Precisamente hace 30 años, en 1989, los premios también se entregaron sin maestro de ceremonias y no salieron muy bien parados. Se los conoce como los peores Oscar de la historia, pero también fueron unos de los más vistos.
De la 61º edición de los premios podemos sacar algunas conclusiones. Aquella gala comenzó con un número musical producido por Allan Carr (Grease), en el que el actor Rob Lowe cantaba con Blancanieves, interpretada por Eileen Bowman. Fueron once minutos surrealistas en los que se sucedieron las caras de asombro de los asistentes y que fueron suficientes para fulminar la carrera del productor, que no volvió a trabajar en Hollywood.
A falta de un presentador que pronunciase el clásico monólogo inicial, los premios se sucedieron uno tras otro. La gran triunfadora de la noche fue la película Rain Man, que se alzó con los galardones de Mejor Película y Mejor Actor para Dustin Hoffman y otra de las estrellas fue Jodie Foster, que recibió su primera estatuilla por su papel en Acusados.
Sin embargo, la Academia no se quedó tranquila celebrando a las estrellas del momento y quiso hacer otro número musical con los que pensaban que serían los triunfadores del futuro. No dieron en el clavo.
El número, presentado por Walter Matthau, Lucille Ball y Bob Hope, no tuvo desperdicio: una veintena de actores descendiendo por una escalera presidida por un Oscar gigante como si se tratara de Miss Universo. Se alternan bailes de todos los estilos —hay hasta un intento de ballet—, estrofas para que los actores se lucieran y hasta una escena de lucha, a medio camino entre la esgrima y una batalla del medievo. De verdad, fue terrorífico.
Entre los protagonistas un jovencísimo Patrick Dempsey, al que la mayoría recuerda por ser Derek Shepherd en Anatomía de Grey, que canta, recita y hasta tiene tiempo de tirarse al suelo. Él es el único que se puede decir que realmente ha triunfado.
El tortazo de Dempsey es comparable al que se llevó la gala. Además de una denuncia de Disney por lo consultarles la utilización del personaje de Blancanieves en el número inicial hay que añadir la carta que firmaron 17 pesos pesados de Hollywood cargando contra la organización de la gala. "Ha sido una vergüenza tanto para la Academia como para la industria del cine en general", firmaban, entre otros, Paul Newman, Gregory Peck o Julie Andrews. "No es ni apropiado ni aceptable", continuaron exigiendo que en próximas galas se mantuviera la "excelencia de las películas y cineastas" a la hora de organizar la entrega de premios.
Parece que la Academia tomó nota de las críticas ya que eligió como presentador de la siguiente edición al cómico Billy Crystal, que fue uno de los pocos que salió con vida, profesionalmente hablando, de la fatídica gala. El actor protagonizó un monólogo que, aunque no generó carcajadas, tampoco levantó ampollas.
Paradójicamente, a pesar de ser una de las galas más criticadas, la 61º edición de los Oscar tuvo buenos datos de audiencia. Veremos si se materializa la crónica de un desastre anunciado o si, contra todo pronóstico, la gala consigue salvar todos los obstáculos que la han precedido.