30 años de cárcel por un aborto involuntario: el infierno en la tierra de las mujeres de El Salvador
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30 años de cárcel por un aborto involuntario: el infierno en la tierra de las mujeres de El Salvador

Teodora acaba de salir de la cárcel. Le acusaron de homicidio agravado cuando perdió a su hija en un aborto involuntario.

Dos mujeres en la entrada de la cárcel de mujeres de San Salvador.MARVIN RECINOS via Getty Images

Teodora Vásquez llevaba nueve meses esperando a su bebé cuando tuvo fuertes dolores en su trabajo y un desmayo la dejó inconsciente. Al despertar, estaba en el hospital rodeada de periodistas y con las esposas puestas. Había perdido a su hijo y estaba acusada de abortar. Un delito que en su país, El Salvador, está penado con cárcel. La joven de 23 años fue condenada a 30 de prisión porque la acusación de aborto derivo en la de "homicidio agravado".

Ella quería tener a su bebé: "Quería abrazarla y disfrutar de cada momento de su vida, pero las cosas no se dieron como soñamos y la perdí". Fue procesada por el delito de aborto (que conlleva de 2 a 8 años de prisión), pero luego las autoridades cambiaron la acusación a la de "homicidio agravado" (de 30 a 50 años). "Cuando una mujer se queda embarazada, importa más la vida del bebé que la de la madre", sostiene. Cuando ella entró en la cárcel, no sólo perdió a su bebé: "Perdí mi vida, a mi otro hijo, a mi familia... Me separaron de todo".

  Theodora Vásquez es escoltada al final de la audiencia celebrada para revisar su sentencia de 2008 el 13 de diciembre de 2017.GETTY

Este año, el Tribunal Supremo de El Salvador ha decidido conmutar la pena de Teodora por falta de pruebas y la ha puesto en libertad. Llevaba diez años y siete meses en prisión.

  Teodora Vásquez, poco antes de ser liberada del Centro de readaptación para mujeres, en Ilopango, El Salvador, el 15 de febrero de 2018, donde cumplía condena desde 2008.

Fue la presión de varios organismos internacionales lo que hizo que Teodora lograse salir de la cárcel al confirmarse que la investigación no era aclaratoria. Ahora dedica todas sus energías a hablar por aquellas mujeres que aún siguen dentro de la cárcel por abortar. Siendo, además, rechazadas por las demás reclusas y por las funcionarias. Ella señala que en su caso hubo muchos "fallos legislativos" y lo achaca a "una investigación mala y confusa" en la que no se profundizó.

  Varios manifestantes exigen la liberación de Teodora Vásquez frente al Centro Judicial de Isidro Menéndez el 13 de diciembre de 2017GETTY

Unas supervivientes en la cárcel

"Somos unas supervivientes", afirma rotundamente Teodora al ser preguntada por sus compañeras en la cárcel: "Hemos sobrevivido a lo que nos ha pasado, a lo que hemos vivido y a la discriminación del estado salvadoreño". Ahora que está fuera, trabaja en el acompañamiento y la reinserción de mujeres en la cárcel: "Les damos compañía, con el interés de seguir luchando y no callar. No puedo dejar que más mujeres vivan lo que yo viví".

"Yo he pasado por ese lugar y me parecería injusto hacer como si no y dejar a otras compañeras que se pudran dentro de la cárcel. Mi compromiso es hablar y luchar por ellas. Poder compartir el tema con diferentes países... Ellas tienen derecho a salir de la cárcel, también", asegura.

El infierno de las mujeres de El Salvador

Como Teodora, aún hay otras 24 mujeres en prisión en El Salvador por abortar. Allí hay prohibición absoluta desde 1998. No se puede interrumpir el embarazo bajo ninguna circunstancia, ni violación, ni peligro de muerte, ni malformaciones. Todas estas mujeres tienen algo en común: son pobres. Las ricas pueden pagarse viajes a otros países para abortar de manera segura y libre, por lo que ni mueren ni van a prisión.

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"En El Salvador, hay una legislación que se sostiene a base de una cultura muy punitiva para las mujeres, así que el debate sobre el aborto siempre ha sido en entornos íntimos y seguros. Cualquier aborto practicado es clandestino e ilegal", explica Morena Herrera, presidenta de la Agrupación Ciudadana por la despenalización del Aborto, exguerrillera e incansable feminista.

El Salvador es uno de los países del mundo con más búsquedas en internet sobre cómo abortar. A este problema, se añade el embarazo adolescente. "El suicidio se ha convertido en la primera causa de muerte entre las madres adolescentes. No conocen los mecanismos ni tienen acceso (o dinero) para el aborto legal, por lo que piensan que no tienen alternativas", se queja Herrera.

Los médicos, atados de manos

Según unas declaraciones a la BBC, los médicos tienen una sensación cotidiana de estar atados de manos. Hablan de embarazos ectópicos —los que ocurren fuera de la matriz, potencialmente mortales para la madre— que no se atienden hasta que la trompa de Falopio explota. También de médicos que no atienden abortos espontáneos y se los mandan a otros compañeros.

Y es que los médicos, a pesar de proteger el secreto profesional, deben seguir un protocolo que hay en muchos centros en los que, si se sospecha de un aborto provocado, hay que avisar a la Fiscalía. Ellos también pueden perder su carrera o enfrentarse a consecuencias legales. Por esta razón muchas de ellas, como Teodora, son detenidas directamente en el hospital.

Un cambio lento y esperanzador

Como cuenta Morena Herrera, la mentalidad de los salvadoreños va cambiando poco a poco y da paso a un halo de esperanza: "La lucha feminista ha ayudado a generar cambios y nuevos conceptos en la conciencia de la población. Los médicos empiezan a hablar y, aunque no ha dejado de ser delito perseguido, algunos alzan la voz".

Morena se muestra optimista y cree que las cosas están empezando a cambiar: "Ya hay médicos que se comprometen y que dicen el peligro que corre la madre, pero depende del hospital, el momento del embarazo etcétera". Cree que hay esperanza y cambios "a distintos niveles" y ve positivo que "los medios lo conviertan en agenda".

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Beatriz, la excepción que confirmó la regla

Uno de los casos más sonados que sirvió para atraer esta atención de los medios fue el de la joven Beatriz, de 22 años. Se quedó embarazada por segunda vez y le dijeron que su vida corría peligro debido a un lupus agravado (una enfermedad autoinmune, es decir, el propio sistema inmunitario ataca las células y tejidos sanos por error). Además, el bebé nacería sin cerebro y sin vida, según le advirtieron los doctores. Aún así, la idea del estado salvadoreño era dejar a Beatriz esperando al nacimiento de su bebé y a su posible muerte. Bajo ningún concepto la dejarían abortar.

  Miembros Amnistía Internacional, frente a la embajada de El Salvador en la ciudad de México, el 29 de mayo de 2013, protestan contra el gobierno de El Salvador al no permitir el aborto de Beatriz

Tras varios intentos e incluso la intervención de la ONU para pedir la interrupción de su embarazo, con el apoyo de profesionales de la salud y organizaciones feministas, Beatriz solicitó a la Sala de lo Constitucional de la Corte Suprema la interrupción de su embarazo. La Corte le contestó que su vida no estaba en riesgo inminente y se le practicó finalmente una cesárea de urgencia que le sirvió como aborto. El feto murió a las 5 horas. Beatriz tuvo suerte y sobrevivió a la cesárea, pero hay mujeres que no corren la misma suerte: Las autoridades tampoco permiten practicar un aborto si la madre tiene cáncer terminal para darle el tratamiento adecuado. Prefieren dejar que avance la enfermedad y que el bebé nazca.

Beatriz salió con vida del aborto —aunque murió posteriormente en un accidente de tráfico— y Teodora tiene ahora la suerte de poder estar con los suyos. Pero es consciente de que ha dejado a 24 compañeras atrás. "No somos criminales y nos han tratado injustamente".

Ella y sus compañeras, privadas de libertad y olvidadas por el gobierno salvadoreño, esperan que el resto del mundo las ayude.