Zaplana: aznarismo, ala dura, teorías de la conspiración y pelotazo mediterráneo
El exministro de Trabajo y expresidente valenciano, detenido por blanqueo de capitales, malversación y prevaricación.
En su época final en la política, Eduardo Zaplana enviaba a periodistas y compañeros de partido por las fiestas navideñas unos exquisitos y dulces turrones alicantinos en unas coquetas cajas de madera. Pero ya en esos días como portavoz del PP en el Congreso era agria su carrera, lanzando envenenados mensajes contra el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero, enredando con la teoría de la conspiración del 11-M, difundiendo el 'España se rompe' y alejándose cada día más de Mariano Rajoy.
Eran sus últimas jornadas en política tras haber sido uno de los niños mimados de José María Aznar, una de las caras del Gobierno durante los atentados yihadistas sobre los que Moncloa decía que eran de ETA en los primeros días y, a la vez, un símbolo del poder del PP en la Comunidad Valenciana. Un granero de votos indispensable para el dominio conservador.
Abandonaba justo hace diez años la política en abril de 2008 para fichar por Telefónica. Rajoy había perdido otra vez las elecciones frente a un José Luis Rodríguez Zapatero en plena popularidad, la estrategia de dura oposición había sido rechazada por los españoles en las urnas. El PP estaba perdido en sí mismo, pero su líder se resistía a marcharse. Además, emprendía una carrera para limpiar al PP del pasado y ponía a Soraya Sáenz de Santamaría en el puesto que había ejercido en los últimos cuatro años Zaplana.
Esa década se 'conmemora' ahora justo con su detención en su domicilio en Valencia dentro de una operación de la Guardia Civil por blanqueo de capitales y malversación de caudales públicos.
Aunque ahora muchos le den la espalda ahora, Zaplana fue un bronceado mito del PP durante años. Un hombre que simbolizó esa España noventera de emergencia costera mediterránea, una playa de oportunidades a lo Huevos de oro, de Bigas Luna. Y que hoy está mejor retratada en Crematorio.
El trampolín: una tránsfuga y Benidorm
Llegado de las filas de UCD, Zaplana (Cartagena, 1956) arrancaría su camino al ascenso entre el skyline de Benidorm. Su primer gran puesto fue alcalde de este municipio, un puesto al que llegó gracias al voto de la concejala tránsfuga del PSPV Maruja Sánchez Trujillo. El joven abogado cartagenero empezaba su fulgurante carrera aquel 22 de noviembre de 1991.
A la misma vez, Aznar se fijaba en él y le encomendaba el objetivo de rearmar a la derecha valenciana. Mientras, en el ayuntamiento se tendría que enfrentar a una decena de querellas, finalmente archivadas. Eso siempre le ha acompañado, al borde de las imputaciones, en el epicentro de los escándalos de corrupción, pero al final siempre caían personas cercanas y él se libraba por los pelos.
El PP valenciano comenzaba su 'zaplanismo-aznarismo', un compendio de familias y de equilibrios entre las tres provincias, en el que convivían políticos como Carlos Fabra y Rita Barberá. Zaplana se hizo con las riendas y, además, daba el salto a Valencia como candidato en las autonómicas. En 1995 lograba vencer las elecciones regionales y destronaba al socialista Joan Lerma. Y empezó a desplegar su estilo, con toques megalómanos (que luego superaría incluso su delfín-enemigo Francisco Camps), como fuente indispensable de votos y financiación para el PP nacional. De hecho, su victoria aquel año ayudó al impulso y al aire de cambio que recogería en las generales un año después Aznar.
Eran años de bonanza, de pelotazo empresarial, de paellas y yates, de fichar a Julio Iglesias como imagen turística de Valencia, de construir Terra Mítica. Valencia, la imagen de los business friendly nuevos gobiernos populares. Porque entonces la vida era una ¡Tómbola!
Pocos tosían a Zaplana en el PP. Para Aznar era uno de los mejores del partido y en plena mayoría absoluta lo llamó. ¡Rumbo a Madrid! Felicidad para un político que siempre soñaba y actuaba a lo grande. En la fase final de aquel Ejecutivo del PP, ocuparía el puesto de ministro de Empleo y también al final de portavoz.
Pero esas purpurina mediterránea se secó en Madrid. Se convertiría en el rostro duro del Gobierno de Aznar, que defendía la presencia de España en la guerra de Irak y, posteriormente, la gestión del 11-M. Era una de las caras que defendía que había sido ETA.
Hacía tándem con el que fuera ministro del Interior, Ángel Acebes. Precisamente, después de la derrota, Rajoy los mantendría en los puestos más visibles del Partido Popular y se encargarían de la agresiva e insultante estrategia de oposición contra José Luis Rodríguez Zapatero avivando la teoría de la conspiración del 11-M, voceando el 'España se rompe' y acusando al Gobierno de dar beneficios a etarras.
"Queremos saber la verdad y queremos ver a todos los culpables en la cárcel", reprochaba en la tribuna de oradores Zaplana al Gobierno de Zapatero, al que acusaba de "empeñarse en que no se sepa la verdad". Seguía sembrando dudas sobre los atentados, alentado además por una serie de medios a la derecha de la derecha. Cuatro años que acabarían con otra derrota electoral del Partido Popular y con su ruptura con Mariano Rajoy, que lo relevaba por la "novicia" (así la llamaban los viejos rockeros del partido) de Sáenz de Santamaría.
Zaplana se iría entonces a Telefónica. Pero seguiría entre las sombras capitalinas y valencianas. Tenía una guerra por debajo con Camps, su delfín y luego enemigo. Seguía cultivando relaciones en la villa y corte, llegando a ser presidente del Club Siglo XXI. Su actividad pública también se aminoró debido a su lucha contra la leucemia que padece.
En esta última época, uno de sus principales interlocutores era el expresidente de Madrid Ignacio González. En el marco de la operación Lezo, se filtraron unas conversaciones grabadas entre los dos. El exministro hacía reflexiones y enredaba sobre políticos. "Esperanza tenía buena imagen en la derecha madrileña. Ya no la tiene. En cuanto ha perdido el poder... A mí me pregunta la gente: ¿qué le pasa a Esperanza? Si son muy amigos les digo que siempre ha estado muy bien rodeada. Granados será lo que sea pero seguro que trabajaba. Habéis sido seis o siete que le habéis dado el trabajo hecho. Esperanza es no sé si más lista pero sin comparación ninguna Rita -la exalcaldesa de Valencia-. Rita era un bluf absoluto que tenía cinco alrededor que le hacían las cosas y la gestión. Ella iba, se reía, se tomaba un whisky con alguno, que eso lo hacía como Dios, y nada más", decía.
"Mariano no la puede ni ver. Mariano es que la odiaba. Pero ya sabes como es Mariano. Si en un momento le interesaba, que esta siga. ¿Por qué en las últimas elecciones ha puesto a ésta? Porque el objetivo eras tú. Fíjate si la desprecia, que se la sudaba, 'que no me diga que no he puesto a ésta, que no me digan que pierdo Madrid, que lo pierda ésta'. Lo que quería era follarte a ti. Los dos eran muy gordos a la vez. Y Mariano es más listo que ella y sabe que quitándote a ti de en medio se acaba ella", le trasladaba Zaplana a González. Y añadí sobre Aznar: "Está con un odio africano a Rajoy que ya no se oculta y poquito más".
Hay conversaciones que lo dicen todo.