La "catedral" de Cigales, el corazón de una tierra de vino
La azarosa historia del templo que simboliza la tradición y el futuro de una zona de Valladolid volcada en el vino, y en su turismo.
Cada mañana, el sacerdote ascendía a uno de los puntos más elevados de la ciudad de Guadalajara y oteaba el horizonte. Sólo un momento detenía su mirada en las obras que, como obispo y benefactor, estaba impulsando en la ciudad mexicana; sus ojos iban siempre más allá y con la misma esperanza, a través del Atlántico, hacia el lugar de España en el que había nacido y en el que ansiaba ver por fin alzadas las torres de una iglesia tan monumental que se asemejaría a una catedral.
Era en torno a 1770 y no sabemos si Fray Antonio Alcalde, el obispo subido a la loma, miraba a España con romanticismo o con los ojos del inversor ansioso de comprobar que la ingente cantidad de oro que enviaba regularmente al otro lado del océano, a un pueblo de Valladolid llamado Cigales, se gastaba bien. Lo que sabemos es que este dominico es el protagonista principal del último capítulo de la curiosa historia de la Iglesia de Santiago de Cigales.
Se trata de un templo monumental que, efectivamente, se terminó de edificar con el oro enviado por Alcalde desde México, entre 1768 y 1772. Sus dos torres se alzan impresionantes en la llanura castellana. En su interior, tras atravesar la portada de Santiago Matamoros, llaman la atención, además de los retablos, los guiños mexicanos de la decoración, que salpican los últimos rincones construidos del templo y otras marcas curiosas, símbolos supuestamente masones que dejaron los maestros canteros que pusieron las primeras piedras de la iglesia, en 1535.
La vida de este monumento peculiar, efectivamente, había comenzado mucho antes de que el fraile impulsara su finalización con el oro de la Nueva España y ligada a un producto que regó sus campos y su prosperidad. Lo deja claro el nombre popular de la iglesia, mucho más exacto que el oficial: la Catedral del Vino. Con esa bebida, efectivamente, empezó todo. Y vuelve a empezar ahora en una región que ha buceado en su pasado y apuesta por su presente con la Ruta del Vino de Cigales, que aúna enología, patrimonio, historia y naturaleza.
La Catedral es el corazón de esa ruta, y desde sus torres es posible abarcar con la vista sus contornos, que se extienden por Valladolid y se adentran en Palencia: tierras cubiertas de viñedos, riberas, pequeños pueblos que albergaron a la nobleza castellana, monasterios aquí y allá... El vino articula este territorio a orillas del Pisuerga y pelea en el mercado por romper el techo del "clarete" y mostrarse como cuna de vides viejas que dan caldos de calidad en tinto, en blanco y por supuesto, en rosado.
Una cifra permite hacerse una idea de la importancia histórica que ha tenido el vino en la zona: a finales del siglo XVI, alrededor de 400 habitantes mantenían en funcionamiento unas 300 bodegas. Algunas de esas edificaciones, un peculiar ejemplo de arquitectura popular, sobreviven hoy; si la Catedral es el corazón, ellas son los vasos comunicantes de este río de vino que fluye atravesado por el Canal de Castilla.
La Ruta introduce al visitante en algunas de ellas y le permite conocer todos los detalles de una tradición vinícola caracterizada por el aprovechamiento de todos los recursos: el lugar en el que se hacía caer la uva desde la superficie para evitar cargarla, las grutas que aseguraban una temperatura constante, las grandes vigas con las que se prensaba la uva... Hoy el proceso se ha perfeccionado y buena parte del vino de Cigales se produce en modernas bodegas, pero la tradición pervive en las húmedas paredes de estas cuevas, convertidas ahora en restaurantes o merenderos por las familias del lugar.
La Iglesia de Santiago es el corazón, las bodegas que perviven en los pueblos son los vasos... y el cerebro de este pequeño orbe del vino tiene forma de monasterio cisterciense. Enclavado entre el Canal de Castilla y el Pisuerga, el Monasterio de Santa María de Palazuelos fue cabeza del Císter en Castilla, un monumento grandioso... y el polo desde el cual se extendió la tradición vinícola que dejó atrás los bastos caldos medievales.
Fueron los monjes de este monasterio los que inauguraron una nueva época para el vino de la zona y ahora la Ruta del Vino de Cigales recorre su acervo para disfrutarlo en su máximo esplendor.