Lucía, mi pediatra: "En los últimos años se nos ha ido un poquito la pinza con la alimentación infantil"
La especialista presenta su tercer libro, 'El viaje de tu vida', en el que recoge historias personales y busca concienciar sobre la importancia de cuidar las relaciones de pareja.
Lucía Galán Bertrand hace tiempo que dejó de llamarse así para convertirse en Lucía, mi pediatra. Fue en septiembre de 2014, cuando decidió abrir un blog para hablar directamente a los padres. Para dirigirse a ellos desde la experiencia de su profesión y la sensibilidad de su maternidad, como reza el subtítulo de esta web por la que en 2015 se alzó con el Premio Bitácoras al mejor blog de Salud e Innovación Científica.
Su carrera mediática acababa de despegar. Tres años después de aquello, esta profesional que ejerce cada día en el Hospital Internacional Medimar de Alicante acumula más de 200.000 seguidores en su página de Facebook; 44.000, en Instagram; y 33.000, en Twitter. Padres, la gran mayoría, que han seguido de cerca su cruzada contra los antivacunas, en la que incluyó una carta a Javier Cárdenas, el polémico presentador de Hora Punta (TVE). Padres que la siguen los jueves en Saber Vivir (TVE) y a los que dirige sus libros.
El viaje de tu vida(Plaza & Janés) es la tercera publicación de esta asturiana a la que le gusta definir la pediatría como un concepto global. "La función del pediatra es velar por la salud tanto física como emocional de los niños pero si papá y mamá no están bien, nuestro paciente final, que es el niño, no va a estar bien", asegura nada más arrancar la entrevista.
Esto va en la línea de la idea que defiendes en el libro de que los padres deben mantener su espacio como persona y como pareja. ¿La felicidad del niño depende de la suya?
Para que los niños estén bien, mamá y papá tienen que estar bien. Y para que mamá y papá estén bien, las cosas tienen que funcionar no sólo como padres, sino también como pareja. No nos podemos olvidar de que antes de ser padres éramos pareja y las cosas funcionaban. Sin embargo, la realidad nos dice que, muchas veces, con el nacimiento de los niños hay una serie de fricciones que antes no había y hay muchas relaciones que terminan en divorcio. Es muy importante poner el foco en los cuidados del bebé, pero sin olvidarnos de nuestra parcela como personas independientes. Seguir pensando como mujer y seguir pensando como pareja. Tener también nuestros espacio, nuestros momentos para dos, sin necesidad de hacerlo todo en familia.
Evitar que el niño sea el centro de tu vida...
El niño no tiene que ser el centro de tu vida, el centro de tu vida eres tú. Luego a tu alrededor hay personas que son fundamentales y que te hacen la vida muy feliz, que son tu pareja, si la tienes, tus hijos... Pero el centro de tu vida tienes que seguir siendo tú.
¿Al niño se le cura y al padre se le ayuda?
A veces los padres también necesitan que los curemos. En mis años de profesión me he dado cuenta que hay mucha soledad, de que a pesar de la cantidad de medios que tenemos y de llegar a la información más rápido que nunca a golpe de clic, la gente se sigue sintiendo sola. Se sienten solos, bichos raros, incomprendidos, tienen mucho miedo... No comparten multitud de emociones que surgen cuando tenemos hijos por miedo al que dirán, al cómo va a caer esta información, a lo que esperan de nosotros, a no cumplir las expectativas de la gente que nos rodea.
Juzgamos demasiado, ¿no?
Continuamente. El juicio es algo que tenemos que desterrar ya. Mi padre siempre me decía: 'No juzgues y no serás juzgada'. Por aquel entonces yo lo veía con mis rígidos esquema mentales de adolescente, pero ahora cada vez me acuerdo más de esa frase. No tenemos derecho a juzgar a nadie ni a que nos juzguen, no somos jueces. Y desde el punto de vista profesional, tampoco tengo derecho a juzgar a mis pacientes, elijan lo que elijan, siempre y cuando las decisiones que opten para cuidar a su hijo sean seguras y saludables. Yo les doy toda información que hay disponible, toda la evidencia, y si me piden consejo se lo doy, pero ellos son los que tienen que tomar la última decisión.
Antes hablabas de información a golpe de clic. En internet lo encontramos todo, pero ¿puede ser peligroso el acceso tan fácil?
Sí, porque no existe ningún filtro y es una cosa que me sigue llamando muchísimo la atención. No existe ningún filtro para limitar o para censurar la información que pone en peligro la salud. Cuando entras en un mundo que es absolutamente desconocido para ti es como tirarte al vacío, nadie te ha enseñado a diferenciar una fuente fiable de la que no lo es. Al final los padres de hoy en día están superexpuestos.
Y llegan a la consulta con muchos errores...
Llegan a la consulta con muchas dudas. Generalmente el padre que llega a la consulta con un problema específico ya lo ha mirado en internet y lo ha leído todo. Soy de las que piensan que no hay que decir a los pacientes que no busquen webs con información, porque van a mirar, todos lo hacemos cuando tenemos que consultar algo que no sabemos. El mensajes es: 'Te voy a dar las fuentes fiables para que consultes en internet sobre este tema en concreto, o te voy a ayudar a que aprendas qué es una fuente fiable y qué no es una fuente fiable cuando hablamos de la salud de nuestros hijos'. Darles las herramientas pero no censurar que consulten en internet porque esto ya está desfasado.
¿Deberían los medios ayudar a encontrar esas herramientas?
Los medios de comunicación tienen una responsabilidad muy grande, que no siempre asumen. En mi consulta en una mañana puedo llegar a 25 familias, pero a través de lo que diga en TVE los jueves en Saber Vivir o la noticia que publiquéis vosotros puedo llegar a millones de personas. Es tan grande esa responsabilidad que a veces echo en falta que determinados periodistas se documenten más antes de emitir titulares o noticias.
En El viaje de tu vida presentas la historia de distintas familias, incluida la tuya, demostrando que cada una es un mundo. Sin embargo al final todas tienen las mismas preocupaciones...
Exactamente. Al final nos dediquemos a lo que nos dediquemos o hayamos vivido en unas circunstancias o en otras, todos celebramos las mismas alegrías, lloramos las mismas penas y tenemos los mismos miedos. Es un mensaje que nos une a todos como sociedad. Ya está bien de poner escalones, jerarquías, muros... En el libro tengo dos mamás enamoradas que deciden tener una niña, unos papás que adoptan, una mamá con una enfermedad neuromuscular avanzada, una mamá con una discapacidad, un papá con un postparto masculino... Después de leerlo te das cuenta de que puedes sentirte identificado con cada una de las historias, aunque no sea tu viaje, aunque no sea tu historia. Porque el miedo a que a nosotros nos pase algo, a que le pase a nuestros hijos, la alegría de ver cómo vas superando tus retos, cómo los van a superar ellos... al final son sentimientos compartidos entre todos.
¿Cuál es la pregunta que más te hacen en la consulta?
Depende de la edad. Cuando los bebés son pequeñitos, cuando acaban de nacer, les preocupa muchísimo el bienestar del niño, que no les pase nada, el tema de la muerte súbita del lactante les obsesiona, los ruiditos, la alimentación o la ganancia de peso. A medida que van creciendo les preocupan las infecciones, la fiebre... Y ya en otra tercera fase, a los tres o cuatro años, entra en juego el comportamiento, la actitud, los límites, las rabietas o el niño que se está haciendo tirano. Van cambiado los miedos en función de la edad.
¿Y cuando se acercan a la adolescencia?
Les preocupa qué va a ser del adolescente, de su vida, de su vida profesional, los riesgos en internet, el alcohol, las drogas, la noche, las amistades... Todo va entorno a esos temas.
Todos esos miedos de los padres, ¿son los que les llevan a ir a Urgencias a la primera de cambio?
Hay mucho miedo. Cuando nosotros éramos pequeños no había los medios de comunicación ni la información actual. Ahora, cuando vemos en internet o en los telediarios esas noticias terribles que les pasan a los niños, inmediatamente uno se pone en la piel de esos padres y piensa que le va a pasar a tu hijo. Esto nos da mucho miedo. Desde el momento en que los hijos salen por la puerta de casa ya piensas a ver si le va a pasar lo mismo que a ese niño. Ese exceso de miedo hace que los padres sean más sobreprotectores y que consulten más al pediatra.
Pero al pediatra puedes verlo en la consulta...
Ir a urgencias es lo fácil. A lo mejor el pediatra ese día no tiene hueco para la consulta que quieres y entonces te da para dos o tres más tarde. Pero vivimos en una sociedad en la que ya no se puede esperar, todo es rapidísimo, si no contestas un wasap al momento te están llamando para ver por qué no has contestado. Si lo trasladan al niño malito ocurre lo mismo. A mí me ha pasado de darles cita a las 7 de la tarde y a las 3 que vayan a urgencias, porque no quieren esperar. Hay urgencia en todo, vamos todos como locos y en las consultas pediátricas también. Los padres lo quieren todo rápido y a veces les cuesta discernir lo que es una consulta urgente de lo que no.
Antes mencionabas el tema de los libros y las charlas. ¿Qué pasa con un padre que no lee libros para padres ni va a conferencias?
Nada. Probablemente es mucho más feliz que todos los que estamos aquí en esta aventura. Estos libros y estas conferencias están hechas para las personas que tienen necesidad de leer más, de saber más, de conocernos más, de tener más herramientas, pero hay otras familias que no las necesitan y me parece estupendo. Cualquier opción es respetable, esta es una opción más.
Si sólo pudieses darle un consejo a tus hijos, ¿cuál le darías?
(Pausa) Les diría: 'Intenta ser feliz y hacer felices a las personas que te rodean'.
El libro tiene 14 capítulos y el más didáctico, y también el más largo, es el que dedicas a la alimentación. ¿Es en este terreno donde peor lo hacen los padres?
El libro es muy emocional, pero hay dos capítulos un poquito más prácticos: el del sueño o estrategias para irnos a la cama y, sobre todo, el de alimentación. Mi sensación es que en los últimos años se nos ha ido un poquito la pinza con la alimentación infantil y también de adultos. En el capítulo trato de explicar que no es tan difícil dar de comer bien a nuestros hijos. He intentado recopilar la última evidencia científica en torno a a nutrición infantil, flexibilizar muchísimo el tema de la alimentación, desterrar de una vez el sentimiento del culpa... Hoy parece que una madre le da una galleta a su hijo y la queman en la hoguera. Las galletas, efectivamente, no son el alimento más saludable para nuestros hijos, no debería estar encima de la mesa todas las mañanas para desayunar, hay opciones mucho mejores, pero de ahí a este acoso y derribo que se está haciendo cuando los niños se toman un helado o echan azúcar al yogur... Hay que poner un poco de sentido común. El libro es muy práctico, pero intento que ningún padre se sienta culpable si en un momento puntual se sale de la norma.
Pero se nos va la pinza en los dos sentidos, el que es muy sano es de más y el que es muy poco sano también es de más, ¿no?
En Pediatría pasamos de un extremo a otro en tres años. En los primeros tres años medimos hasta el último gramo de azúcar que entra en casa, leemos todas las etiquetas, todos los libros de alimentación del mundo, queremos hacerlo genial y lo hacemos muy bien. Y, de repente, a los 5 o 6 años nos relajamos y tenemos las tasas de sobrepeso y obesidad más altas de Europa. ¿Qué pasa ahí?
¿Los anuncios de televisión están haciendo mucho daño en este sentido?
Los anuncios de televisión, la industria alimentaria, la disposición de los supermercados... Vas a comprar un pescado y antes de llegar ahí has tenido que pasar por tres pasillos de galletas o chocolatinas. Y las cajas de galletas o de postres lácteos siempre están adornadas con los dibujos animados favoritos de nuestros hijos, y en los productos menos saludables siempre hay un regalito o un premio para enganchar al niño. Todo eso debería estar regulado de alguna manera, al fin y al cabo no son alimentos para consumir diariamente ni es la opción más saludable para nuestros hijos. Tenemos que tender a comprar cosas que compraríamos en el mercado del pueblo. Yo le digo a los padres en la consulta: 'Tú cuando entres en el supermercado pregúntate: '¿Esto lo hay en el mercado del pueblo? Pues entonces cómpralo'.
Las cajas registradoras suponen la prueba más dura para un padre.
Si has podido contenerlos durante todo el paseíto, cuando llegas a la cola, hay ocho personas esperando y justo delante tienen los chocolates, los bollos... Te pasas el rato 'no, no, no, no'... No caer en la tentación es un acto heroico.
Hace poco el nutricionista Aitor Sánchez nos decía que el desayuno de los niños españoles es totalmente deplorable, ¿estás de acuerdo?
Tampoco soy tan tajante. Cuando los niños empiezan a sentarse en la mesa a desayunar, a quitarle los biberones, la pregunta es: '¿Qué le doy de desayunar?' Siempre digo: 'El objetivo final es que desayunen como los papás'. Y claro, mucha veces el problema está ahí. ¿Qué desayunan los padres? 'No desayuno', 'Me tomo un café y me voy', 'Me tomo unos cereales con un poquito de leche y ya está'... ¡Error!'. A partir de ahora tienes una responsabilidad muy grande, tienes un niño y eres su ejemplo, así que os vais a levantar un poquito antes, os vais a preparar el desayuno, y el desayuno consiste en tu taza de café con leche (leche para los niños), una fuente de cereales que sea una tostada y no cereal en caja porque lleva hasta un 30% más azúcar, una fuente de grasa como el aceite de oliva y ya si cortas una frutita en trozos me haces la reina. Ahí es donde tienes que ir, al padre. Porque si le dices cómo tiene que ser el desayuno probablemente lo haga durante un tiempo, pero ese niño va a crecer y al final lo que va a hacer es desayunar como el papá, como la mamá o no desayunar. Se trata de ir un poquito más atrás y educar a los padres.
Hablando de nutrición, ¿cuál es el error que más se comete?
La comida como recurso de premio y castigo, tanto para bien como para mal. Esto lo escucho en la consulta todos los días. 'Si no lloras, te doy un chocolate'. A mí me pone los pelos como escarpias. Primero: el niño tiene que llorar y no pasa nada. Tiene tres años, le toca vacuna y no pasa nada. Normaliza su emoción. 'Cariño, entiendo que tengas miedo, no pasada nada. Esto va a ser un minuto y nos vamos'. Pero es normal que un niño de tres años llore cuando lo van a pinchar. Hay adultos que pierden el conocimiento. Segundo: 'Si no lloras te compro un huevo de chocolate o una chocolatina'. ¿No estamos intentando quitar todo este tipo de productos de su alimentación? Si ese producto lo pones aquí arriba como premio absoluto a algo muy difícil, que es no llorar, ¿qué mensaje recibe el niño? Que eso es lo más. 'Cariño, venga, vamos a terminar pronto y esta tarde nos vemos una peli tú y yo o nos vamos un ratito al parque a jugar'. Así tenemos que premiar a nuestros hijos, con tiempo, con experiencias, con actividades, con momentos. Porque al final los niños coleccionan momentos, nuestros momentos. No momentos con la consola, ni siquiera en un parque de atracciones. Lo que recordamos de nuestra infancia son momentos que hemos pasado con nuestros padres. Yo veía Informe Semanal con mis padres los viernes por la noche, no me enteraba de nada, pero ahí estábamos los cuatro en el sofá. O jugábamos al Trivial. Luego el tema de los castigos es igual. No se puede dejar a un niño sin cenar por portarse mal. La comida no es una moneda de cambio, ni para bien ni para mal. 'Si te portas mal, ya veremos qué consecuencias tiene pero independientemente de eso nos vamos a sentar todos a cenar tranquilamente'.
¿Premiar con una chocolatina está tan mal como premiar con un sobre de cromos?
Lo ideal es que sean premios no materiales. Si tú quieres tener un detalle con tu hijo, tu hijo va a agradecer mucho más y va a ser mucho más barato que vayas con él al parque, que te tires al suelo a jugar o que veas una peli. Tenemos que intentar recurrir a premios no materiales, sino ¿dónde pones el límite? Cada vez que hacen bien una cosa, ¿premio? No. Hay cosas que tienen que hacer porque tienen que hacer sin obtener nada a cambio.
Cada vez hay más padres que suplen el tiempo que no pasan con sus hijos comprándoles o dándoles lo que quieren...
Tienes razón. Muchos te dicen: 'Es que para el poco tiempo que estoy con el niño no me apetece estar de broncas continuamente, tener que estar con el no en la boca...'. Sin duda consentir, claudicar o ceder te lleva mucho menos esfuerzo que educa. Si cedes no hay educación, estás haciendo un niño consentido que en el futuro probablemente sea un adulto tirano, porque siempre ha tenido todo lo que ha querido, nadie le ha puesto ningún límite. Los niños necesitan límites desde muy pequeñitos.
¿Hay que castigar?
Tienes que ser muy consciente en todo momento de la edad con la que estás tratando, exigirle a un niño de tres años comportamientos que nos exigiríamos entre tú y yo es irreal. No funciona así. Un niño de dos años llora y va a seguir llorando unos años más. Pero sí creo que los niños tienen que ver las consecuencias de sus actos, aunque siempre adaptado al momento que vive. La consecuencia tiene que estar íntimamente relacionada con lo que ha hecho. ¿Has desordenado? Ordenas. ¿Has pintado la pared? Limpias la pared. En ningún caso, has pintado la pared, te quedas sin cenar o no vas al parque. No tiene nada que ver. Vamos a ir al parque porque hemos quedado en ir al parque y es una actividad que vamos a hacer en familia. Así aprende.
La Agencia Española de Pediatría (AEP) estuvo en el centro de la polémica hace unos años por avalar las galletas Dinosaurus. Luego rectificó. ¿Se ha tomado ya conciencia de lo que el exceso azúcar supone en la dieta de un niño?
Esto son decisiones que se toman desde arriba ajenas a la inmensa mayoría de pediatras de a pie que vemos un paciente detrás de otro en la consulta. Hubo mucha presión por parte de toda la sociedad y por parte de los propios pediatras de que se retirara ese aval y se retiró. La sensación que percibo en todos los cursos y en todos los congresos que hago en los que sólo nos reunimos pediatras es que hay mucha conciencia no sólo en los azúcares sino en toda la alimentación en general por los altos índices de sobrepeso y obesidad que tenemos [según un informe de la OMS, la obesidad infantil se ha multiplicado por 10 en los últimos 40 años].
¿Quién tiene la culpa de estos datos y cómo podríamos acabar con ellos?
No hay un único culpable, y no hay un único responsable, ni se soluciona con una única medida. Aquí tenemos que remar todos a una. Por un lado, los profesionales de la salud tenemos que estar actualizados e invertir un tiempo extra en cada consulta haciendo una pequeña encuesta para ver cómo comen nuestros niños y si hay algo susceptible de mejora. Por otra, la industria alimentaria debe comprometer a reducir azúcares, grasas trans, etc. Tiene que haber un compromiso de la publicidad para promocionar hábitos de vida saludable, nutrición saludable. El Gobierno también tiene que tomar medidas. Las escuelas deben servir menús adaptados al plato de Harvard y no poner postres lácteos ni permitir que los niños lleven al almuerzo chocolatinas o zumos envasados... Creo que es algo multidisciplinar.