Disparan a las cotorras por nuestra culpa

Disparan a las cotorras por nuestra culpa

La suelta y proliferación de especies exóticas es la segunda causa más grave de amenaza a la biodiversidad.

Getty Images/iStockphoto

Recientemente, el Ayuntamiento de Sevilla decidió emprender el control de la proliferación de cotorras de Kramer, esas aves chillonas de color verde intenso que han colonizado los parques de muchas ciudades españolas, matándolas con disparos, tras valorar un estudio encargado a la Estación Biológica de Doñana (EBD/CSIC) en el que se recomienda "eliminar individuos usando carabinas". Según informa el consistorio sevillano, la reacción en contra de colectivos de defensa de los animales ha hecho que se paralice momentáneamente la medida y se cree una mesa de diálogo donde se estudien otras alternativas.

Pero las cotorras, en concreto la argentina, ya ha sido controlada a tiros por el Ayuntamiento de Zaragoza, y en otros lugares de España se ha hecho lo propio con mapaches (sesenta sacrificados en Madrid en 2016), ranas toro (con sobredosis de anestesia en Tarragona) y tortugas de Florida (sacrificadas con inyección letal en Huelva), consideradas dañinas para la fauna y la flora autóctonas. Todas procede de sueltas o escapes de hogares, mala gestión administrativa o de centros de exhibición de animales que las mantenían en cautiverio.

Es decir, las especies citadas acaban sacrificadas por culpa de una irresponsable tenencia por parte de las personas y el comercio que les ampara. Desde el año 2013, y según un real decreto que lista 184 especies de fauna y flora, está prohibido comerciar y/o soltar cotorras argentinas y de Kramer, tortugas de Florida, mapaches, ranas toro o bengalíes rojos, por citar algunas de las más comunes en los hogares. No está penado mantenerlas en casa, pero se debe informar a las autoridades al respecto.

A pesar de todo, aún hoy hay portales de internet como Mil Anuncios o Vibbo, que anuncian abiertamente la venta de ejemplares de cotorras argentinas y de galápagos americanos o de Florida. Y personas que, sin encomendarse a las autoridades en la materia (ayuntamientos, comunidades autónomas, centros de recuperación de fauna o el Servicio de Protección de la Naturaleza de la Guardia Civil), sueltan los ejemplares una vez que se cansan de tenerlos en casa.

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En diciembre de 2013, y con la vista puesta en los regalos de Navidad y Reyes, WWF lanzó la campaña No son juguetes, con el objetivo de concienciar sobre la responsabilidad y el peligro que supone, solo en España, el abandono anual de 200.000 animales que "causan un grave perjuicio a la naturaleza y a la sociedad". Y ponía nombre a las más peligrosas, ya citadas más arriba: mapache, coatí, cotorra argentina, cotorra de Kramer, galápago de Florida, serpiente de maizal, rana toro, sapo marino o rana de uñas africana.

"Queda mucho por hacer", advierte Laura Moreno, portavoz de campañas sobre especies invasoras de WWF España. "El control es necesario, porque no hacer nada condena a otras especies no autóctonas. El mapache, por ejemplo, se ha cogido a tiempo para que no se convierta en otro visón americano, presente ya en la cuarta parte del territorio español", apunta Moreno.

No todas las sueltas y escapes proceden de domicilios particulares, y el visón americano es un claro ejemplo, al provenir de granjas asociadas a la industria peletera. WWF, junto a las principales ONG ecologistas españolas, han emprendido precisamente una campaña para evitar que el Gobierno modifique la Ley del Patrimonio Natural y la Biodiversidad, y con ello el real decreto sobre especies invasoras. Se pretende, por ejemplo, quitar de esta lista a especies asociadas a la caza y la pesca, como la trucha arcoíris, incluida por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza entre las 100 especies exóticas invasoras más peligrosas del mundo.

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Con la mirada puesta de nuevo en las procedentes de hogares, el último censo de cotorras argentinas dado a conocer por la Sociedad Española de Ornitología (SEO/BirdLife) cifró en más de 18.000 el número de ejemplares sueltos, cuando diez años antes no superaban los 4.000. "Algo hay que hacer", coinciden todas las partes, también por el daño que ocasionan con sus nidos al arbolado de parques y jardines y el riesgo de que estos, que pesan cientos de kilos, acaben en el suelo. En cualquier caso, tanto el daño que ocasionan al entorno como su erradicación con disparos u otros método letales serán consecuencia de nuestra ilimitada inconsciencia por poseer y dominar lo natural.

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Mila Fernández es redactora de LIFE en 'El HuffPost' y editora de branded content. Antes, fue redactora de estilo de vida y gente en revistas femeninas —AR, LOVE y SMODA—, dirigió la revista Turismo Rural y trabajó delante del micro en Radio España. Puedes contactar con ella en mila.fernandez@huffpost.es