Así es la vida de los adictos a las apuestas deportivas
Gonzalo no ha cumplido 40 años y ha llegado a deber 300.000 euros.
Tiene 26 años y sus padres le han echado de casa, su novia le ha dejado, sus amigos le han dado la espalda y ha tenido que empeñar el coche y la moto. Miguel Ángel [nombre ficticio] se convirtió en un perfecto ladrón por culpa de su adicción a las apuestas deportivas. "Nadie se fía de ti porque te dedicas a robar y al final todo el mundo se entera. Perdí un puesto de trabajo por intentar robar una cartera. Al final vas perdiendo la vida, el tiempo, el dinero y la gente que te rodea", cuenta el joven.
Miguel Ángel no está solo. Más de 650.000 personas se han registrado en una página de apuestas deportivas en el último trimestre de 2016. El número de jugadores y el dinero apostado crece de forma vertiginosa desde 2012, cuando Hacienda concedió las primeras licencias a empresas del sector.
LA LUDOPATÍA ES UNA ENFERMEDAD MENTAL
La Organización Mundial de la Salud recogió en 1992 la ludopatía como una enfermedad. Recientemente, el Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad ha compartido un decálogo dentro de la campaña ¿Y tú te lo crees? en el que afirma que la adicción al juego es una enfermedad mental.
Hace tres años, la vida de Miguel Ángel cambió por completo. Un click para bajarse una aplicación en la que podía ver al momento los resultados de los partidos de fútbol y apostar de forma instantánea fue su perdición. "Mis primeras apuestas eran por internet, todas eran de fútbol. Gané 3.500 euros en un fin de semana de forma fácil. A los dos días lo perdí todo", dice Miguel Ángel.
Esa necesidad de apostar le viene desde pequeño. Las partidas al FIFA con sus amigos no eran lo mismo sin algo de dinero por medio. Primero un euro, luego tres, luego cinco... Hasta llegar a jugarse dinero por ver quién sacaba la carta más alta o por una partida de parchís.
Hay personas que ven la adicción al juego con más distancia, pero con la misma preocupación. Hace cinco años que Gonzalo no apuesta, pero sabe que no se puede relajar: llegó a tener una deuda de 300.000 euros.
¿CÓMO AYUDAR A LOS LUDÓPATAS?
Para salir del agujero es importante seguir a rajatabla las normas que pone la asociación Vida sin juego y el primer paso es evitar caer en la tentación. La única forma de no entrar a una sala en la que se puede apostar es autodenunciándote. Y sólo el propio ludópata puede hacerlo.
Si quieren abandonar su adicción deben cambiar completamente de hábitos: deben decir en todo momento dónde están, no pueden llevar el DNI original, ni dinero, ni tarjetas, ni tener acceso a internet.
Pero es todo menos sencillo. No hay forma de seguir un partido de fútbol o de tenis sin recibir publicidad de casas de apuestas. Los programas deportivos más seguidos y oídos de España tienen como principales patrocinadores a este tipo de empresas, que invirtieron sólo en el último trimestre de 2016 casi 20 millones de euros. "Apuesta 20 y gana 50". "Bono de bienvenida de 20 euros". Y así a todas horas. "Los anuncios no hacen ludópatas, pero no ayudan. Que Rafa Nadal anuncie Pokerstars me sabe a cuerno quemado. Tiene mucho tirón entre los jóvenes y ese mensaje no es positivo. Si tienes predisposición a jugar en el momento en el que entres estás perdido: es inmediato, adictivo y compulsivo", advierte Gonzalo.
Miguel Ángel sabe muy bien lo que son capaces de hacer estas casas de apuestas para mantener a la clientela en sus locales. Unas patatitas por aquí, una cerveza por allá, un bocadillo... Todo para hacerles sentir como en casa. Mientras tanto, este joven llegó a deber más de 20.000 euros entre créditos 24 horas y prestamistas.
NUEVO PERFIL
La asociación se encuentra en un típico edificio parecido a una consulta. Con corchos en el que se presentan actividades del ayuntamiento y se anima a donar sangre. Las sillas están unidas en filas de cuatro, huele a consulta de médico de cabecera y un funcionario juega al solitario mientras indica —sin levantar la mirada de la pantalla— a un chico de 16 años y a su abuelo, por dónde se va "a lo de los ludópatas".
Cuando Gonzalo llegó a Vida sin juego la mayoría de los enfermos eran adictos al bingo y a las tragaperras. Ahora, más del 50% de los ludópatas acuden por culpa de las apuestas deportivas. La juventud es otro de los rasgos de este nuevo jugador. "¿Cómo se le dice a un chico de 18 años, más preocupado en ligar y salir de fiesta, que tiene que decir en todo momento dónde está?", se pregunta Gonzalo.
EL TENIS ES EL DEPORTE MÁS 'PELIGROSO'
En el tenis se puede apostar de todo y saber al momento si has ganado dinero o lo has perdido. "A mí me encanta el tenis pero no puedo verlo. Pongo un partido y si van 5 juegos a 3 lo primero que pienso es '¿a cuánto se paga si remonta?', no es que vaya a apostar pero prefiero evitar la tentación", afirma Gonzalo.
Además, como en casi todos los juegos en los que hay dinero de por medio, la banca nunca pierde. "Si yo apuesto 60.000 euros a algo casi seguro y puedo ganar 1.000 la compañía me va a dejar apostar sin problema. Pero si yo apuesto 10.000 y lo que puedo ganar son 300.000 la casa de apuestas va a decir que no", cuenta el exadicto.
COSTE PERSONAL
Gonzalo llegó a la asociación en 2011, pero estaba convencido de que ese no era su sitio. Que podía dejar su afición por el juego cuando le diese la gana. Hay un momento que tiene guardado y que le cuesta mucho compartir, pero cree que es el ejemplo perfecto del daño que puede hacer el juego en una persona. En un momento dado llegó a tener una deuda de 17.000. Después de mucho apostar consiguió reunir el dinero. Ahí, este hombre de mirada profunda, pudo cerrarlo todo, pagar sus deudas y recuperar su vida anterior. Pero no pudo hacerlo. Meses después su deuda llegó a ser de 300.000 euros. Fue entonces cuando se dio cuenta de que estaba enfermo.
Para Gonzalo aceptar su enfermedad supuso sincerarse ante su familia. Tuvo que decirle a su tío, que le prestó 60.000 euros que no le iba a poder devolver el dinero. Tuvo que contarle a su hermano que los 18.000 euros que le prestó para la entrada de un piso los perdió apostando. Tuvo que mirar a los ojos a su novia y decirle que no mirase la cuenta que tenían en común porque estaba vacía.
Las deudas que contraen los ludópatas son muy abultadas. En la asociación hay casos estremecedores: apostadores que venden la casa de sus padres sin que ellos lo sepan: O el de un hombre, padre de una niña de pocos años, cuya deuda era tan elevada que la Guardia Civil le entregó una orden de desahucio a las cuatro de la mañana ante la sorpresa de su mujer, que no sabía nada.
Además, los ludópatas se convierten en perfectos mentirosos y una recaída supone una decepción para el enfermo y para el entorno. "El estímulo de jugar puede con todo", afirma Miguel Ángel. En las terapias a las que asiste ha conocido casos de personas que se han intentado suicidar, pero ni eso sirve para quitarse de la cabeza la idea de pedir un aumento en el trabajo para poder apostar en el próximo partido del Real Madrid.
Cuando Gonzalo apostaba, ganar una apuesta era un subidón. "La primera vez que ganas te sientes que eres el más listo y que puedes vivir de eso. Un día te sale todo y ganas 3.000 euros. Haces cuentas y dices 'si en vez de apostar 100 apuesto 10.000 puedo ganar todavía más. Hasta que un día pierdes de golpe 10.000 euros", dice apesadumbrado.
UN JARRÓN CHINO
El coste personal, tanto para Gonzalo como para Miguel Ángel, es incalculable. "Mi familia no se fía de mí y van a vivir toda la vida con el miedo de que les pueda volver a hacer lo mismo", relata Gonzalo con la voz rota.
A pesar de todo, se muestra feliz con su nueva vida alejada de las apuestas deportivas. "Tengo deudas que aún estoy pagando porque 300.000 euros es mucho dinero. Yo podría tener una casa y vivo de alquiler, pero estoy reconstruyendo la relación con mi entorno".
"Es como un jarrón de porcelana pegado con pegamento. Vivo mil veces mejor que cuando jugaba. El juego no me controla, antes sólo pensaba en el juego. Llegaba al trabajo y me ponía a jugar y después llegaba a casa y sólo me pensaba en cómo ocultar mis pérdidas. Yo estoy encantado con la vida que tengo ahora", cuenta entusiasmado Gonzalo.
A Miguel Ángel sin embargo todavía le queda un largo camino por recorrer: "Pienso que algún día me recuperaré. Quiero hacerlo. Lo deseo con todas mis fuerzas. Sólo hay que querer y creer en uno mismo".