El fin del misterio del niño del cartón de leche
Etan Patz, de 6 años, desapareció el 25 de mayo de 1979 en el barrio del Soho, en Nueva York.
Su caso conmocionó a la opinión pública estadounidense. Y la cara del pequeño Etan empezó a engullir minutos de los telediarios, páginas de los periódicos y horas en las emisoras de radio.
Pero el caso de Etan Patz marcó un punto de no retorno, un giro en las conciencias y en los comportamientos de los estadounidenses. La angustia llevó a dar pasos hasta entonces inauditos en el país: por ejemplo, colocar una fotografía del pequeño de los cartones de leche. El pelo liso y la sonrisa del pequeño Etan se convirtió una de las primeras imágenes que los estadounidenses veían al despertar, aún con las legañas en los ojos.
No fue la única reacción, mientras proseguía la infructuosa búsqueda del menor. En 1983 el entonces presidente estadounidense, Ronald Reagan, declaró el 25 de mayo Día Nacional de Niños Desaparecidos en honor a Patz y gracias al espíritu combativo, ajeno a la palabra ‘rendirse’, de los padres del niño. Stanley Patzy y su esposa son ya un icono del activismo en la causa de los niños desaparecidos en EEUU.
Todos los esfuerzos resultaron vanos. El cuerpo del menor jamás fue localizado y lo último que se sabía de él es que en la mañana en la que se esfumó sus padres le dieron permiso para ir solo hasta la parada del autobús escolar. Vivía en el barrio neoyorquino del Soho, por aquel entonces de clase media baja.
Etan nunca llegó a coger el autobús y su madre sólo se empezó a preocuparse cuando, ocho horas más tarde, se dio cuenta de que su hijo no había llegado a casa. Desde entonces, los colegios estadounidenses llaman a los padres cuando un niño no acude a la escuela.
Ante la falta de pistas fiables que pudieran llevar a localizar a Etan, un tribunal neoyorquino le dio por muerto en 2010.
Su caso dio un giro radical en 2012, cuando el puertorriqueño Pedro Hernández, residente de Nueva Jersey, confesó haber matado a Etan tras ser detenido. Lo contó todo: según su testimonio, engañó al niño ofreciéndole una bebida para estrangularlo hasta la muerte en el sótano de una bodega donde trabajaba, ubicada a escasos metros de la parada de autobús donde se perdió la pista de Etan.
Posteriormente colocó su cuerpo entre el hielo de un refrigerador y lo introdujo en una bolsa que tiró en un callejón lleno de desperdicios.
En 2012, Hernández fue juzgado, pero al no haber testigos del secuestro el jurado sólo pudo deliberar en función de lo confesado por Hernández, cuya defensa siempre adujo problemas mentales de su cliente. Fueron once días de deliberaciones y el resultado desesperante para los padres del niño desaparecido: juicio nulo ante la imposibilidad de que el jurado se pusiera de acuerdo.
El segundo juicio, celebrado esta semana, cierra la historia de la desaparición: ocho hombres y cuatro mujeres han concluido, tras nueve días de deliberación, que Hernández es culpable.