Estas son las claves de la envidiada felicidad de los nórdicos
Entre los diez países más felices del mundo, según la lista elaborada por las Naciones Unidas en 2016, figuran los cinco nórdicos: Dinamarca, en el primer puesto; Islandia, en el tercero; Noruega, en el cuarto; Finlandia, en el quinto; y Suecia, en el décimo.
El modelo político de los países del norte de Europa, su sistema de prestaciones sociales, sus condiciones laborales y sus planes educativos —incluso su funcional y sencilla decoración— llevan años siendo objeto de análisis y admiración en los países mediterráneos y anglosajones. Ahora también comienzan a serlo su forma de entender la vida, de sentir la comunidad y de disfrutar de los pequeños placeres, donde parece que reside el secreto de su felicidad.
Kirsti Baggethum, traductora y antigua agregada cultural de la Embajada de Noruega en España, considera que, en su país, el concepto de felicidad tiene diferentes matices que en España. "No son las grandes emociones, no es la euforia. Es una felicidad sosegada. Cierto es que nosotros vivimos en una sociedad cómoda desde hace muchos años, en la que tenemos cubiertas todas nuestras necesidades y por eso nuestra felicidad no es ambiciosa, es una estado de bienestar cotidiano".
Con ella coincide Hannu Arvio, corresponsal de la emisora finlandesa Radio Nova y profesor de lengua finesa en el Instituto de Estudio Nórdicos de Barcelona: "Si preguntas a los finlandeses, no todos son felices, claro está. Ese estilo de vida que nos coloca en los primeros puestos de esta lista, creo que se debe especialmente a cuestiones sociales. Tenemos libertad, tranquilidad e igualdad. Tenemos buenos sueldos que nos permiten viajar y tener casas; tenemos trabajos que nos dejan tiempo libre para disfrutar de la naturaleza y de nuestras aficiones. También, un sistema educativo al que todos podemos acceder y que no distingue entre ricos y pobres. Tenemos a nuestro alcance una buena vida; qué hacer con ella depende de nosotros mismos".
EL RELAJANTE MUNDO DE LA MADERA
Un ejemplo de ese bienestar al que se refiere Kirsti queda reflejado en El libro de la madera(Ed. Alfaguara), escrito por el periodista y escritor noruego Lars Mytting y proclamado como uno de los fenómenos editoriales del año a nivel mundial —ha vendido más de medio millón de ejemplares, ha sido traducido a 16 idiomas y galardonado con el British Book Industry Award al Mejor Libro de No Ficción del Año—. Y no, no se trata de una novela negra, género en el que en los últimos años estos países se han coronado como los reyes. Éste se mueve más entre el manual de uso y el ensayo filosófico.
A lo largo de las 192 páginas de la edición española, Mytting enseña a cortar leña, a elegir la motosierra adecuada, a diferenciar cada madera, y a apilarla y conservarla en su punto exacto hasta la llegada del invierno. Pero con párrafos tan evocadores que trascienden la mera actividad de supervivencia: “La calefacción de leña no es objeto de nostalgia en Noruega, Suecia y Finlandia. Es la única fuente energética que forma parte de la cultura popular. La manera que tiene cada uno de cortar y apilar dice algo de esa persona, y en los pueblos las pilas de leña son un recordatorio del vínculo entre los recursos forestales y el hogar.”
Para el finlandés Hannu, la leña también forma parte de su vida desde niño, está indisolublemente unida a él. "Mi padre, a pesar de tener todos los sistemas de calefacción posibles en casa, sigue dedicando muchos de los días del año a cortar leña, apilarla y mantenerla. ¡Y que no se te ocurra colocarla de cualquier manera! Es su hobby y, además, le hace sentirse útil".
Lotte Tollefsen, la actual delegada de cultura de la Embajada Noruega en España, asegura que el libro fue un tremendo éxito en su país. "Cuando se publicó, se creyó que era minoritario y luego lo compró todo el mundo. Ese año, en todos los árboles de Navidad había un Libro de la madera colocado a los pies. Pero, si lo piensas, es normal. Todos —o casi todos— los noruegos queman leña en la chimenea. Mucha gente tiene cabañas en las montañas y parte de su ocio consiste en talar árboles, cortar la madera y apilar la leña. Para mi abuelo era un motivo de orgullo no tener que comprar leña en invierno. Es parte de una forma de vivir, la luz que da la chimenea en invierno es parte de la vida".
El libro de la madera ha terminado convirtiéndose en una biblia del slow life, una invitación a disfrutar del discurrir del tiempo sin prisas, una vuelta al origen, a la comunión del hombre y la naturaleza, a sentarse frente al fuego y a saber escuchar el silencio de los bosques y del invierno. "El gusto por la calefacción de leña no puede reducirse a una cuestión económica. El fuego vivo proporciona una experiencia más rica. Nos atrae, igual que cuando en la antigüedad nos reuníamos en torno a la hoguera", escribe Mytting.
EL PAÍS MÁS FELIZ DEL MUNDO
Con el fuego, con la calidez, con la luz de la chimenea tiene mucho que ver la palabra hygge —impronunciable para nosotros pero que suena a algo como "juga"—, término que en los últimos meses hemos visto aparecer con asiduidad en los medios de comunicación. Los daneses la utilizan para definir una sensación de bienestar basada en la calma y la calidez de lo hogareño. Una tarde bajo una manta y tomando una copa de vino; una reunión de amigas comiendo pasteles recién hechos a la luz de las velas; una conversación con tu pareja frente a la chimenea...
Meik Wiking, director del Instituto para la Búsqueda de la Felicidad de Copenhague, nos descubre en el libro Hygge. La felicidad de las pequeñas cosas (Libros Cúpula) ese seductor concepto que nos remite a momentos de relajación y disfrute calmado. En cada capítulo, el autor se centra en un aspecto determinado del hygge: la luz, la ropa, la comida y la bebida, el hogar… Y nos enseña a escoger la luz adecuada, a planear una cena festiva o a crear un kit de emergencia hygge, con el que acercarnos a ese estilo de vida de las personas más felices del planeta.
“En Noruega tenemos una palabra parecida, kos, que significa acogedor, agradable, cálido… Aunque en español no existe una traducción exacta”, asegura Lotte. “Por ejemplo, nosotros tenemos mucha tradición de hacer punto. Las chicas van a la universidad con su punto, se hacen reuniones para tejer… Pues la Deichmanske Bibliotek de Oslo, este invierno, ha decidido organizar tardes de punto y lectura. Así que tú vas allí con tu bolsa de labor, te sientas y tejes mientras escuchas la lectura en voz alta de algún libro… Ese plan es muy koselig”.
“Nuestra palabra no tiene exactamente el mismo significado que hygge. Yo creo que tiene otros matices, lógicamente porque no somos iguales. Aunque la idea es la misma”, explica su antecesora en el cargo de la embajada, Kirsti. "Es calidez, es comodidad, es estar agradable, es sosiego… En el caso del término noruego, kos implica compañía, aunque sea la de tu pareja, e implica encender velas. Además, koseamos —en casa hemos creado este verbo y lo hacen muchos noruegos que viven en España— dentro de las casas, en los hogares. ¿Se puede utilizar en un restaurante? Sí, pero ese no es el contexto para kosear. Imagino que estos cálidos y plácidos momentos que nos gusta disfrutar en los países nórdicos tiene mucho que ver con nuestro clima, con el frío", afirma.
Disfrutar de esos placenteros momentos ahora que se acercan días de mucho frío, no parece, a priori, una tarea difícil. En su libro, Wiking enumera esas cosas que harán nuestro hogar más hyggelig. Es necesario disponer de un rinconcito donde desconectar cómodamente y tener una chimenea para sentir el calor del fuego. Son imprescindibles velas, porcelana, mantas y cojines, objetos de madera, cosas de la naturaleza y elementos vintage. Y, por supuesto, libros con los que evadirnos mientras nos relajamos con el suave tacto de una manta o del pelo de nuestro perro.