Africanos a la búsqueda de su lugar a la vanguardia del turismo
Foto: EFE
Los congresos son siempre un enigma que empieza con faldas, chaquetas y pantalones bien planchados, con la acreditación al cuello, y que uno va descifrando poco a poco: al escuchar los paneles, en una conversación durante el café del descanso, en la cena de bienvenida, en el cigarrillo compartido de sobremesa, en la última copa de la noche. Y algo de eso también ocurrió en el encuentro Smart Tourism Africa, un evento sobre turismo inteligente y sostenible organizado por SMIT Marroco y el periódico francés La Tribune con motivo de la COP22, la cumbre del clima que se celebra en Marrakech y que acaba el viernes 18 de noviembre.
‘Smart tourism’ es un concepto aún en formación, pero se podría de decir que es un turismo que ha emergido con las nuevas tecnologías, fruto de la conectividad, a golpe de clic, de reserva rápida, flexible. Y a veces, no siempre, más barato, más colaborativo y accesible para un mayor número de personas posible. Promueve el desarrollo sostenible y mejorar la calidad de vida de las áreas turísticas e intenta facilitar la interacción del turista con la gente y el lugar al que va para crear una experiencia auténtica.
¿Puede un continente como África, con evidentes problemas sociopolíticos y económicos, con un gran nivel de corrupción y una falta enorme de infraestructuras básicas convertirse en un referente de este tipo de turismo?
Foto de uno de los paneles de discusión del encuentro
Difícil pregunta con muchas respuestas. Así que el encuentro se convirtió más bien en una especie de brainstorming, de tormenta de ideas de una cohorte de personas donde destacaba mucho gran inversor, mucho político africano, mucho hombre y mujer de negocios y algún que otro profesor. Eso sí, como con aire desenfadado. Si hubieran ido en chándal o en vaqueros, podría haberse parecido a una TED conference. Pero a veces no estaba muy claro si estaban hablando de ‘smart tourism’ o de turismo de toda la vida. O simplemente de economía y del desarrollo del continente. Aquí, algunas pinceladas clave de lo que dijeron:
Que la tecnología móvil ha generado una sensación de revolución digital absoluta. De un plumazo, sin necesidad de grandes inversiones en torres de telefonía de toda la vida, los africanos están más y más conectados gracias al móvil. Y si hay conexión, hay flujo de información, intercambio, posibilidades de negocio. Nadia Ghissassi, la directora de Mastercard Advisors para África del Norte comentaba cómo ya se estaban introduciendo sistemas de pago a través del móvil en algunos países. Eso no solo facilita muchas transacciones, sino que también permite un mejor control de los flujos de dinero y reduce también las posibilidades de prácticas corruptas. El dinero en metálico siempre se esconde mejor.
Que hay toda una economía por crear. Christopher Dembik, responsable mundial de investigación macroeconómica del Saxo Bank afirmaba que África puede abrirse a los cambios de la revolución tecnológica con más facilidad porque no tiene las cargas de sistemas económicos y sociales más institucionalizados de países como Europa: “Allí, un cambio tecnológico en un sector puede producir pérdidas de miles de puestos de trabajo. Aquí se trata de comenzar de cero con algo nuevo”.
Que tiene una demografía extraordinaria, con 500 millones de personas más para 2040 en edad de trabajar, lo cual no sólo supone una sociedad enormemente rejuvenecida, con las nuevas generaciones ya conectadas al mundo de las tecnologías, sino que exige grandes esfuerzos de inversión para urbanizar y mejorar las infraestructuras del continente, la educación, la sanidad, etc., como comentaba Lionel Zinsou, exprimer ministro de Benín Lionel. Y destacaba que, en este proceso, es necesario trabajar mucho en el ámbito local, con las ciudades y sus instituciones: “África funciona mucho mejor a nivel local que nacional”.
Que Costa de Marfil se ha convertido en el país que marca la pauta del desarrollo del siglo XXI para buena parte de los países africanos en términos de innovación tecnológica y desarrollo de infraestructuras. No paraban de nombrarlo.
Porque todas las personas que hablaron, algunos de ellos políticos africanos, son conscientes de que es necesario un salto en infraestructuras para terminar de dar un gran empujón al sector turístico: buenas carreteras, buenas calles, mejores edificios, hospitales decentes, mejorar la seguridad… En definitiva, esas cosas que a quienes viajan les hacen sentirse a gusto cuando van por el mundo. “Nosotros también queremos ciudades tranquilas, limpias, seguras”, decía el alcalde Dakar, Khalifa Sall, como si quisiera explicarnos que los defectos de estas ciudades no vienen con el carácter africano sino simplemente con el subdesarrollo.
Que el sector financiero intenta no correr riesgos, que África es una oportunidad, pero que es necesaria más seguridad jurídica, marcos legales más claros y menos corrupción para hacer dinero. Porque ellos están ahí para ganar, como cualquier negocio: “Como un panadero, que no esperes que te vaya a dar un pan gratis simplemente porque tengas hambre”, afirmaba Yves Delafon, cofundador del Banco de Comercio e Industria, con cierto espíritu provocador.
Que las ciudades occidentales siguen marcando modelos, como reflejó el entusiasta recibimiento a Anne Hidalgo, alcaldesa de París, que habló de los esfuerzos en innovación de su ciudad: incubadoras de start-ups apoyadas por el Ayuntamiento, los esfuerzos en materia medioambiental o la importancia de saber hacer trabajar conjuntamente a los sectores públicos y privados -y sus recursos financieros- en estos procesos de innovación.
En general, la gente parecía contenta y disfrutaba de los suavísimos dulces del desayuno de media mañana o de las natillas de la tarde, ligeramente caramelizadas y con un pequeño toque de agua de rosas. O del almuerzo junto a la piscina del Hotel Palmeraide, que parecían sacados de Las mil y una noches. Allí, justo después de comentar su siempre postergada intención de aprender español, un directivo de una de las grandes empresas francesas decía que el foro era muy interesante, porque se mezclaba gente de todos los ámbitos, público y privado, políticos, inversores, empresarios hoteleros, entidades financieras, etc., y que no era una cosa nada habitual. Lo que sí se echaba un poco en falta en los paneles eran pequeños hosteleros, de esos que han abierto un establecimiento en un lugar un perdido de África pero que han conseguido afianzarse gracias a las nuevas tecnologías. Algo más experiencial sobre lugares más sencillos, más accesibles, más de aventurero millenial sin ganas de gastarse una millonada en una experiencia turística enriquecedora.
Pero allí siguieron charlando los que sí pudieron estar durante los dos días que duró el encuentro. Hasta el final de la segunda jornada, cuando ya no cabía ni un sólo panel más en la cabeza, la noche en Marrakech se empezaba a activar con sus puestitos en la calle y sólo quedaban fuerzas para unas vacaciones. Sencillitas y sin demasiado móvil.