Spirulina, el alga espacial que combate la malnutrición en África
Si en este mismo momento haces en Google la búsqueda spirulina, caerá sobre ti la moda de los superalimentos. Miles de coincidencias, páginas con apariencia científica explican sus milagrosas características y animan a incluirla en la dieta como ingrediente indispensable para estar sano, bien comido y eternamente feliz. Pero la spirulina es mucho más que un capricho dietético. Por ella pasan, al mismo tiempo, el futuro de la exploración espacial y la lucha contra la malnutrición en África.
El nombre científico de la spirulina es Arthrospira platensis, y así se refieren a ella los científicos del Proyecto Melissa, una iniciativa de la Agencia Espacial Europea (ESA) que cumple punto por punto los principios del Día Mundial de la Ciencia para la Paz y la Cooperación que se celebra este jueves, 10 de noviembre. Investigación con vistas al futuro de la humanidad, pero también a los problemas y a las soluciones que requiere el presente.
Sin ir más lejos, el presente de la malnutrición en zonas cercanas a Bikoro, en Congo. Allí, en una zona que ha aprovechado la spirulina desde hace siglos, los científicos de la ESA han sumado esfuerzos con las comunidades locales para solucionar un problema acuciante: la falta de nutrientes que presenta la dieta habitual de la población debido a la escasez.
ARMA CONTRA LA MALNUTRICIÓN
"En aquella zona la dieta incluye sólo un tipo de nutriente. Por eso pensamos en la spirulina como complemento alimenticio para las comunidades locales. Por sus características, puede ser especialmente interesante para la dieta de los niños, que al estar en desarrollo necesitan una dieta todavía más rica", explica a El Huffington PostNatalie Leys, responsable de Microbiología en el Proyecto Melissa.
La Arthrospira platensis es un alga bacteriana con unos extraordinarios valores nutricionales. No sólo aporta al organismo vitaminas y minerales, sino también una gran cantidad de proteínas. Fueron esas características las que llevaron a los investigadores de la agencia espacial a explorar sus posibilidades como alimento para astronautas. Los resultados fueron óptimos y el alga fue incluida como ingrediente en las barritas con las que se alimentan los exploradores espaciales.
Pero para llegar a esos resultados los científicos tuvieron que llevar la spirulina al espacio y experimentar con ella. Así es como dieron con métodos eficaces para su cultivo, que son precisamente los que se están compartiendo con las comunidades locales en el Congo. Según explica Leys, "para cultivarla, hacen falta agua, luz y un suelo rico en minerales. Esas condiciones son perfectas allí".
El proyecto ha ido más allá y quiere adiestrar a las comunidades locales en la forma más eficiente de cultivo: en cubetas de agua, con bicarbonato y otros ingredientes que pueden ser hallados fácilmente en el entorno. En condiciones normales, cada una de esas cubetas produce alimento para una familia de seis personas.
"Lo que estamos haciendo ahora es trasladar a esas comunidades lo que hemos aprendido en el laboratorio", explica la microbióloga, encuadrada en el Centro de Investigación Nuclear de Bélgica (SCK-CEN). Y añade: "Parece que está funcionando, aunque las condiciones del laboratorio son muy diferentes a las reales".
Tras el cultivo, la spirulina es desecada y molida: 10 gramos del producto resultante, espolvoreados en la comida cada día, son suficientes para cubrir las necesidades alimenticias básicas.
DE VUELTA AL ESPACIO
La adopción del procedimiento por cada vez más comunidades en Congo convertirá a la spirulina en una herramienta clave contra la malnutrición. Pero su fascinante senda, que ha sido investigada en buena medida en la instalación de pruebas que el proyecto tiene en Barcelona, no acabará ahí. De hecho, la ESA tiene ya previstos nuevos experimentos con ella en el módulo laboratorio de la Agencia Espacial Internacional. ¿En busca de qué?
Leys lo explica: "Ya hemos comprobado en la planta de Barcelona que la bacteria Arthrospira es útil en el proceso de reciclaje del oxígeno. Pero ahora debemos comprobar que ese proceso funciona también en el espacio. Por eso, estamos preparando unas pruebas en la Estación, que seguramente tendrán lugar el próximo año: cultivaremos spirulina y monitorizaremos tanto su crecimiento como su capacidad de producción de oxígeno".
Estas pruebas ponen el foco sobre la otra vertiente potencial de la bacteria, la que la convierte en una pieza clave del objetivo principal de Melissa: crear un ecosistema sostenible en el espacio. O, en palabras de Leys, "desarrollar un sistema tecnológico de alta eficacia que nos permita, mediante la tecnología, llevar a cabo el reciclaje de un residuo para proveer de todo lo que se necesita en el espacio: agua, oxígeno y comida".
El éxito de ese propósito es clave para la exploración interplanetaria, porque permitiría crear comunidades autosuficientes en el espacio. ¿Están lejos de conseguirlo? Para contestar a esa pregunta, es Christophe Lasseur, jefe del Proyecto Melissa quien toma la palabra:
"Es un proyecto a largo plazo y muy complejo, en el que nadie ha tenido éxito hasta ahora", reconoce, "pero estamos haciendo progresos para conseguirlo". El responsable, microbiólogo y biotecnólogo, relata con orgullo esos logros: "Hemos perfeccionado mucho el proceso de nitrificación [clave para la regeneración de suelos], hemos descubierto la utilidad de una bacteria para la lucha contra el exceso de colesterol, hemos creado una fundación a través de la cual apoyamos y financiamos otras investigaciones encaminadas a aplicar el conocimiento científico en la sociedad".
Lasseur concluye: "El proyecto explora las mejores opciones para viajar a través del espacio pero, al mismo tiempo, trata de aplicar los descubrimientos para mejorar la vida en la Tierra".